mércores, 21 de marzo de 2012

Domitila Chungara, la minera que se enfrentó a las dictaduras


La líder boliviana, que falleció el 13 de marzo, participó en las movilizaciones contra Barrientos y Bánzer
La virulencia de un cáncer venció finalmente a Domitila Barrios de Chungara, indomable líder minera, cuyo coraje fue piedra de tropiezo para las dictaduras militares que gobernaron Bolivia entre 1964 y 1982. Chungara falleció esta madrugada en Cochabamba, según informaron sus familiares. El próximo 7 de mayo iba a cumplir 75 años.
El Gobierno del presidente Evo Morales decretó tres días de duelo por la muerte de la líder minera, a quien la ministra de Comunicación, Amanda Dávila, calificó como “una de las más importantes representantes de la lucha por la democracia en Bolivia”, informa Efe.
Su indignación contra los militares tras la masacre de San Juan, el 24 de junio de 1967, le costó la vida de un hijo que murió al nacer en una lóbrega celda, sin auxilio y víctima de las patadas y golpes de los militares que la detuvieron por insultarlos. El Gobierno del general René Barrientos intervino militarmente los distritos mineros para frenar una huelga y en la noche de San Juan acabó con la vida de decenas de hombres y mujeres en las minas de Catavi y Siglo XX.
Los distritos mineros fueron de nuevo ocupados militarmente tras una huelga de protesta contra el régimen de Hugo Bánzer (1971-1978) y Domitila Chungara se refugió en una mina junto a los dirigentes del sector, pero tuvo que salir forzada por otro alumbramiento, esta vez de mellizos. Uno de ellos estaba ya muerto en su vientre, aparentemente debido a los gases tóxicos dentro de la explotación.
En diciembre de 1977, cuatro esposas de trabajadores mineros comenzaron una huelga de hambre en el arzobispado de La Paz para exigir al Gobierno de Bánzer una amnistía política y el retorno a la democracia mediante elecciones generales. Domitila Chungara se sumó poco después al ayuno y en pocos días la siguieron miles de bolivianos en todo el país hasta arrancar de Banzer el decreto de amnistía para miles de exiliados políticos y la promesa de elecciones a corto plazo.
Primero trabajó como palliri (dedicada a rescatar mineral entre los residuos o desmontes) para alimentar a sus cinco hermanas y a su madre enferma y comenzó sin pensarlo su carrera política como secretaria ejecutiva del Comité de Amas de Casa de Siglo XX, un vital instrumento de apoyo a los sindicatos de trabajadores mineros. Esa convicción de la lucha conjunta de varones y mujeres contra el sistema de explotación laboral sacudió desde sus bases la tribuna del Año Internacional de las Mujeres que se celebró en México en 1975.
Contra toda corriente del feminismo a ultranza presente en ese foro, la líder minera afirmó que la lucha de la mujer no podía ser contra el hombre, sino contra el sistema de dominación económica, política y cultural de los pueblos. Para ella, el cambio debía darse mediante la igualdad de derechos de hombres y mujeres, acceso igualitario a la educación y al trabajo, para emprender una lucha en pareja contra la opresión y la dominación del capitalismo.
Madre de 11 hijos, cuatro de ellos fallecidos, salió al exilio en la década de los ochenta, pero pronto volvió a Bolivia y se instaló en Cochabamba, donde impulsaba un centro de formación política especialmente destinada a las jóvenes de los barrios más empobrecidos de esta ciudad.
En su natal Pulacayo y en los distritos mineros de Oruro y Potosí se declaró el duelo. Por su parte, la Gobernación de Cochabamba dispuso que sus restos se despidieran con honores desde sus instalaciones, como homenaje a una madre coraje y a una líder indómita frente a los regímenes militares en Bolivia.

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