'Solo para gigantes’, la historia del explorador Jordi
Magraner contada por Gabi Martínez, se traslada al cómic y Agustí
Villaronga la llevará al cine
Hasta hace algunos años, cada mes de diciembre, religiosamente, el premio
Nobel Gabriel García Márquez se encerraba con un grupo de alumnos en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio
de los Baños (La Habana) y durante cinco días impartía un singular
taller de guion de título Cómo se cuenta un cuento.En ocasiones
la semana se pasaba entre risas e ideas delirantes, sin salir de allí un esbozo
de escaleta ni proyecto de película alguna, pero siempre Gabo dejaba como
lección a sus interlocutores que poco importaban los géneros y formatos;
ficción de cine, documental, novela, periodismo literario, serie televisiva,
pieza teatral, cómic o cuento breve, era lo mismo, lo importante era tener una
buena historia que contar y encontrar el modo de narrarla lo mejor posible.
Es el caso del escritor barcelonés Gabi Martínez y su cuento Solo para
gigantes,
publicado primero como novela (Alfaguara, 2011) y ahora como cómic
(Astiberri). Es la historia real del protagonista, el zoólogo Jordi Magraner,
asesinado hace 10 años en su casa del Hindu Kush paquistaní cuando buscaba el
eslabón perdido del hombre, el famoso Yeti. También se ha interesado el
director Agustí Villaronga, que ya trabaja para convertirla en un largometraje
de ficción, La historia de Jordi, como diría Gabo, “es de las buenas”.
Francés de origen valenciano, nacido en Casablanca, criado en un deprimido banlieu
de la ciudad de Valence y naturalista más interesado en los reptiles y anfibios
que en los mamíferos, siempre en los “márgenes de la sociedad”, según Martínez,
Magraner es un personaje fascinante, valiente y lleno de energía y también de
oscuridades y contradicciones.
Solo para gigantes, tanto el
libro como el cómic que ahora se edita, narrado a la acuarela por Tyto Alba, es
una exploración de la trayectoria psicológica y vital de Jordi Magraner y de su
aventura existencial en las montañas salvajes de la frontera entre Pakistán y
Afganistán, en el cogollo de conflictos religiosos y tribales, cuando comenzaba
la pesadilla talibán y él iba en busca del eslabón perdido armado con una
escopeta de dardos adormidera, gafas de infrarrojos y vestido de camuflaje.
La pasión por la criptozoología de Magraner, luego del deslumbramiento por
la lectura de Tras la pista de las animales desconocidos, de
Bernard Heuvelmans, le lleva en busca de un sueño que él alimenta a su medida,
permitiéndole integrarse en el día a día de la sociedad kalash y defender su
paganismo en medio de las traiciones musulmanas mayoritarias. Si Magraner se
convierte en aquel medio en un “personaje incómodo”, como cree Martínez, en su
asesinato en 2002 —degollado en su casa junto al niño que tenía a su cuidado,
crimen nunca resuelto—, no es menos cierto que para justificar su muerte se
barajaron otras causas, como las acusaciones de pedofilia, las deudas de drogas
o el espionaje.
Para Gabi Martínez, que se metió tanto en el mundo de
Jordi que estuvo a punto de morir en Hindu Kush cuando viajó allí a poner una
lápida en su tumba e indagar sobre las causas reales de su asesinato, su
historia representa “una lección” sobre cómo se defiende un proyecto, cueste lo
que cueste. “Vale la pena seguir pese a todo, nos dice la historia de Jordi”.
Sobre la dificultad de contar la misma historia con dos lenguajes distintos, el
autor asegura que “la narración del cómic es distinta a la de la novela”, por
eso dio total libertad a Tyto Alba para crear, y agrandar o reducir
determinadas situaciones, y él fue aclarando las dudas. Queda por ver qué
ocurre luego con la película de Agustí Villaronga, aunque una historia como la
de Jordi Magraner en busca del Yeti en Pakistán, como decía García Márquez,
“tiene un buen guion”.
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