Por: José Naranjo | 08 de enero de
2013
El salón está decorado de manera austera.
Una gran alfombra en el suelo, un televisor siempre sintonizado con el
informativo de France24 en un rincón y un cuadro con una sura del
Corán apoyado en la pared que atrae mi atención. En la esquina opuesta, hay una
mujer vestida con una melfa color turquesa rodeada de un pequeño ordenador portátil
y tres teléfonos móviles. Cuando me ve entrar, se levanta con una franca
sonrisa, me saluda dándome la mano y me invita a sentarme. “El cuadro lo acabo
de comprar, lo colgaré un día de estos”, me dice, divertida por mi curiosidad. Es
Nina Wallet Intalou, la única mujer miembro del Consejo Político del Movimiento Nacional de Liberación del
Azawad (MNLA), el grupo armado que el pasado 17 de enero, hace ahora
casi un año, inició una revuelta que acabó por desestabilizar a todo Malí.
Estamos en Nuakchot, la capital de Mauritania. Hasta aquí se trasladó
Intalou hace ya algunos meses con parte de su familia en busca de un poco de
seguridad para ella y sus hijos, consciente de que en Bamako, donde residía,
podía sufrir algún tipo de ataque. Suena uno de los teléfonos. Una de sus
tareas es la de coordinar los movimientos de las unidades del MNLA que están
sobre el terreno. Habla unos minutos en árabe con voz autoritaria y luego
cuelga. Me mira y la sonrisa vuelve a aparecer. “Disculpa, llevamos doce
horas intentando localizar al grupo de Mohamed Ag Najim”
(se refiere al jefe militar del MNLA). “¿Está en el norte de Malí?”, le
pregunto. “Está en el Azawad, siempre ha estado allí”, responde de manera enigmática.
Nina Wallet Intalou nació en 1963 en Kidal y es tuareg por todos los
costados, miembro de la poderosa tribu de los Idnane. Implicada desde muy
joven en la lucha de su pueblo por tener un estado propio, con solo 20 años se
fue a Costa de Marfil para sensibilizar a otros países africanos en la causa
tuareg. En Abidjan, esta licenciada en Derecho contrajo matrimonio con un rico
hombre de negocios y se convirtió, a su vez, en empresaria, poniéndose al
frente de una compañía de construcción con 250 asalariados. En cierta forma, Nina
Wallet Intalou simboliza el potente rol que las mujeres desempeñan en la
cultura tuareg. Tras divorciarse, regresó a Kidal, donde en 1997 es
elegida alcaldesa. Sin embargo, nunca llegó a ocupar su puesto
porque las presiones del incipiente islamismo radical que se estaba instalando
en la región y que no podía consentir que una mujer ocupara un puesto de tal
responsabilidad se lo impidieron.
Ya entonces percibió con total nitidez que esa suerte de yijadismo que
empezaba a llegar a su región natal procedente de tierras lejanas no tenía nada
que ver con su tradición o con su forma de entender la religión islámica. “Los
tuaregs estamos muy apegados a nuestras costumbres y toda nuestra cultura
reposa sobre la mujer, que es muy libre de hacer lo que quiera y vestir como
quiera. Vivimos un Islam tolerante y abierto”, asegura.
El 17 de enero de 2011, hace un año, estalló la enésima
rebelión tuareg, la última de una larga serie de levantamientos que
comenzaron en la época del colonialismo francés, se repitieron en los años
sesenta, tras la creación del estado de Malí, y volvieron a estallar en las dos
últimas décadas. “De repente”, explica, “la generación de mis padres vio cómo
llegaba gente del sur para administrar nuestra tierra, nuestros recursos y
nuestra forma de vida. Y, como habían hecho sus abuelos y hacemos ahora
nosotros, dijeron no y se levantaron en armas”, asegura Nina Wallet
Intalou, quien no dudó ni un instante en dar un paso al frente cuando en
noviembre de 2011, junto a un puñado de jefes tribales y su amigo Mohamed Ag
Najim, quien formó parte del Ejército de Gadafi en Libia, participó en la
creación del MNLA.
La primera ciudad en caer fue Ménaka, el 17 de enero, luego vendrían
Aguelhoc, Anderamboukane, Tessalit... Sin embargo, los rebeldes no estaban
solos. Un grupo armado también tuareg, pero de ideología islamista radical,
aprovechó el empuje del levantamiento para situarse en el confuso escenario. Se
trataba de Ansar Dine
(Defensores de la Fe). Al frente, el histórico líder tuareg Iyad Ag Ghali que lideró
las revueltas de los años noventa. “Yo trabajé a sus órdenes entonces. Era
alguien en quien en su momento confiábamos y cuando nació el MNLA, pidió ser
secretario general del movimiento. Pero la mayoría lo rechazó por su mala gestión
de los acuerdos de paz de los noventa y sus vínculos cada vez más estrechos
con Al Qaeda del Magreb Islámic (AQMI)”, asegura Wallet Intalou, quien añade
que “los notables le pidieron que se integrara en el MNLA como un jefe militar
más o que se retirara, pero él dijo que no, que iba a crear un movimiento
armado propio. Así nació Ansar Dine”.
La líder tuareg insiste en que “en realidad nunca estuvimos juntos. Cada
vez que tomábamos una ciudad, llegaban ellos y se instalaban. Pero les dejamos
hacer, eran tuaregs como nosotros. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de cuál
era su estrategia: llegaban a las ciudades y corrompían a la gente con el
dinero de AQMI para que ingresaran en sus filas, para que les permitieran
instalarse allí. Ansar Dine es la correa de transmisión de los yijadistas,
es la llave que les ha permitido controlar toda la zona. Ha sido una enorme
traición de Iyad Ag Ghali a su propio pueblo”.
Durante dos meses, el empuje combinado de rebeldes tuaregs y de Ansar Dine
logró hacer retroceder al Ejército de Malí, que, a finales de marzo, perdió
definitivamente el control sobre este vasto territorio cuando, en un solo
fin de semana, cayeron las tres principales ciudades del norte del país, Kidal,
Gao y Tombuctú. El Ejército maliense, desconcertado tras el golpe de estado
del 21 de marzo en Bamako, huía en desbandada hacia el sur y se instalaba en
las cercanías de Mopti. Pocos días después, el MNLA proclamaba de manera
unilateral la independencia del Azawad. Sin embargo, las desavenencias con
Ansar Dine y sus aliados terroristas de AQMI y el Movimiento por la Unicidad de
la Yijad en África del Oeste (Muyao) surgieron pronto. Y Nina Wallet
Intalou, que había sido nombrada responsable de la Mujer y la Familia del
gobierno provisional del Azawad, volvió a dar un paso al frente.
Las mujeres tuareg empezaron a ver cómo los recién llegados pretendían
aplicar una visión estrecha y radical de la ley islámica o sharia que incluía,
entre otras medidas, la obligación de llevar velo o la prohibición de hablar
con un desconocido por la calle, fumar o conducir una motocicleta. Y en Kidal
se produjo la primera reacción. El 5 de junio de 2012, las mujeres se
echaron a la calle en claro desafío a los islamistas radicales. Y estos
respondieron a golpes. Nina Wallet Intalou lideró entonces, desde la
distancia, la respuesta a estos actos de violencia. “Lo que ha pasado hoy en
Kidal no había ocurrido nunca. Jamás habíamos visto a mujeres golpeadas como
hoy porque en la cultura tuareg esto no se puede hacer, incluso si una mujer es
golpeada por su marido, esto implica directamente el divorcio. Pero es peor
aún, porque estas mujeres se manifestaban hoy por su libertad y los hombres las
han golpeado como se golpea a los animales”, dijo entonces Intalou, quien además
encabezó la corriente dentro del MNLA para que su movimiento rompiera lazos de
manera definitiva con los salafistas.
No tuvo que pasar mucho tiempo. Por más que ambos grupos estuvieran
formados por tuaregs, la visión independentista y laica del MNLA no podía
convivir mucho tiempo con el yijadismo radical de Ansar Dine y sus socios AQMI
y Muyao. A finales de junio, Gao fue el escenario de violentos
enfrentamientos entre unos y otros que se saldaron con la derrota de los
rebeles tuaregs que se vieron obligados a dispersarse por el norte de Malí o a
huir hasta la vecina Burkina Faso. “Tenemos la voluntad y la capacidad para
atacar y defendernos, pero Ansar Dine y sus aliados tienen medios y armamento más
sofisticados. Se les ha unido mucha gente, egipcios, tunecinos, argelinos, chadianos,
nigerianos…”, explica Intalou.
Desde julio, tras la derrota militar del MNLA, la aplicación de la sharia
se ha hecho más patente: lapidación de una pareja en Aguelhoc por tener hijos
sin estar casados, amputación de manos y pies por robar, latigazos por fumar,
beber alcohol o adulterio y todo un entramado de prohibiciones (escuchar música,
jugar al fútbol, ver la televisión, tocar a alguien de distinto sexo, etc) de
las que las mujeres salen las peor paradas. “Están consiguiendo convertir el
Azawad en un infierno para la mujer. Eso es lo que la comunidad internacional
debe entender, que mientras no se produzca una reacción y expulsemos a todos
esos yijadistas de nuestra tierra, no habrá descanso, seguiremos en lucha.
Nunca nos sentaremos a negociar con esta gente, nunca”, añade.
La líder tuareg defiende que se produzca una intervención de la ONU para
expulsar a los terroristas de AQMI y Muyao. “No queremos que vuelva el Ejército
de Malí o una fuerza militar de la Cedeao porque van a disparar contra todo el
que tenga la piel blanca, va a ser una masacre. Que lo haga la ONU, nosotros
estaremos con ellos para expulsar a todos aquellos que quieren imponer una ley
y una religión extraña a nuestro país. Pero luego hay que arreglar el
problema tuareg, tiene que reconocerse nuestro derecho a la autodeterminación,
que Malí se convierta en una federación o que se nos dé una amplia autonomía.
Es lo justo”, explica.
Sin embargo, sobre los rebeldes tuaregs también recae la sospecha de
abusos y actos violentos contra la población civil, tal y como aseguran
recientes informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch. “No estamos
de acuerdo con esos informes, no se han producido investigaciones sobre el
terreno. No tenemos miedo de una investigación, no hemos llevado a cabo
violaciones ni ejecuciones. Para hacer esos estudios han preguntado a los
tuaregs que están en Bamako y casi todos están con Malí y contra nosotros, no
son imparciales. Los investigadores deben ir al terreno, a Kidal, a Gao y a
Tombuctú para preguntar”, se defiende.
Mientras el conflicto de Malí aguarda por una solución,
Nina Wallet Intalou no descansa ni un instante desde su exilio en Nuakchot.
Acaba de regresar de los campamentos de M’bera, al sur de Mauritania, donde
decenas de miles de refugiados del norte de Malí esperan también poder volver a
su país. “En M’bera la situación es terrible, la ayuda humanitaria llega con
cuentagotas y hay familias enteras expulsadas de sus hogares con lo mínimo”.
Sus opiniones son controvertidas y pertenece a un movimiento rebelde en el ojo
del huracán por haber desencadenado el conflicto que hoy sacude a Malí. Pero
Nina Wallet Intalou, que fue definida por un negociador maliense como “el
hombre fuerte” del MNLA, no cede ni un ápice en sus posiciones, las mismas
que ha defendido toda su vida. “No pararemos hasta que seamos libres en
nuestra propia tierra, tanto los hombres como las mujeres, y no
permitiremos que venga nadie a golpearnos, educarnos o decirnos cómo debemos
vivir”.
Ningún comentario:
Publicar un comentario