La exposición 'Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad' analiza el
papel de la mujer desde la II República hasta la Transición prestando especial
atención a la doble represión que el régimen de Franco ejerció sobre ellas por
“rojas” y por “liberadas”.
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 13/01/2013 08:30 Actualizado: 13/01/2013 08:30
Rapadas al
cero para censurar su 'libertinaje' y purgadas con aceite de ricino para
depurar su “alma tóxica”, miles de mujeres fueron exhibidas por las calles y
plazas del país durante los años de guerra civil y posguerra. El castigo del
franquismo sobre las mujeres fue doble. Por “rojas” y por “liberadas”.
La dictadura exigió a las mujeres un exceso de virtud que encarnara un modelo
de decencia y castidad que limpiara la degradación moral republicana.
Es imposible
determinar el número de mujeres represaliadas a lo largo de la dictadura.
Historiadores como Fernando Obregón han documentado la muerte de 116 mujeres en
Cantabria desde 1937, cuando la provincia fue tomada por Franco. En Burgos, casi
500 mujeres murieron en la cárcel a manos de los franquistas y en la cárcel de
Ventas (Madrid) está documentada la presencia de más de 5.000 reclusas
republicanas, a pesar de que su capacidad sólo era para 450
personas.
Sus historias
fueron silenciadas durante años por la ideología oficial del régimen.
Sobre ellas recayó la responsabilidad de “regenerar la patria”.
Catalogadas como individuas de dudosa moral, su acceso a la ciudadanía fue
castigado ejemplarmente durante la dictadura a través de cárcel, violencia,
exilio, silencio o uniformidad.
“La forma de
castigar al hombre era el exterminio. Se fusilaba a gran parte de los hombres
de una población, por ejemplo. Con la mujer se buscaron castigos más
ejemplares. En lugar de ir a por todas, se castigaban a unas pocas de manera pública.
La exposición
pública del rapado o del ricino marcaba a las mujeres por vida. Un
método devastador y efectivo”, explica Raquel Osborne, doctora en Sociología
por la Universidad Complutense de Madrid.
Con el
objetivo de recuperar una parte fundamental de la memoria de España y de cubrir
la historia de género de las mujeres en el período del franquismo, el Ateneo de
Madrid acoge hasta el 10 de febrero la exposición Mujeres bajo sospecha.
Memoria y sexualidad (1930-1980). Una exposición realizada bajo el prisma
de la memoria y que recoge diferentes elementos como fotografías, vídeos,
cuadernos de escuela o vestidos que muestran la represión física y psicológica
de la mujer, muchas veces invisibilizada al hablar de la represión
fascista.
Mulleres da Sección Femenina de Bilbal de Penedés con Pilar Primo de Rivera |
“La
disciplina histórica, una disciplina bastante patriarcal, hecha por hombres y
durante mucho tiempo para hombres, tiene unos elementos de construcción metodológicas
que han invisibilizado todo el trabajo o la existencia de las mujeres. En
toda la resistencia antifranquista las mujeres tuvieron un amplio activismo de
base, pero ese activismo no implicaba hacer de espía en Francia o
exiliarse. Eran las hermanas, mujeres o parejas de los actores”, explica a Público
la investigadora María Rosón, comisaria de la exposición junto a Raquel
Osborne.
Pilar, la
hermana del ausente
La represión
de la mujer, no obstante, no se limita a la cruda posguerra. Sobre ellas se
pretendió cimentar el nuevo régimen nacional católico de Franco. Monjas y
falangistas de la sección Femenina trataron de domesticar a las mujeres para
ajustarlas al modelo de madres y esposas sacrificadas. Los tres ejes sobre los
que se cimentaron su educación resumen el papel que el régimen tenía planeado
para ellas: “formación del espíritu nacional, labores y gimnasia”.
“Las mujeres
pueden considerarse como los ejes de la dictadura de Franco. A pesar de ser una
dictadura paternalista recae un peso enorme en esa idea de mujer como madre,
mujer sana y buena esposa. La mujer debía ser una especie 'superwoman'
capaz de hacerlo todo: cuidar a los hijos, atender al marido, llevar la casa,
ser buena cristiana y conocer la doctrina franquista”, analiza la investigadora
María Rosón.
Para crear
esta mujer “dócil y casta” al servicio del varón y de la patria, la
Sección Femenina de Falange, dirigida por Pilar Primo de Rivera hasta su fin en
1977, recibió el encargo oficial de formar a las mujeres españolas en todos los
campos de actuación convirtiéndose en la única organización institucional dedicada
a las mujeres durante la dictadura.
“La Sección Femenina de Falange estuvo
dirigido todo el tiempo por Pilar Primo de Rivera, la conocida como la hermana
del ausente [José Antonio]. Los mandos de esta organización estaban copados por
una comunidad de mujeres independientes, solteras y sin hijos. Aquí
radica su principal contradición, de la que se hace eco la cultura visual
presentada y que tiene que ver con el mando, la acción y la masculinidad, muy
alejada de los valores tradicionales que promulgaban”, explica Raquel Osborne.
El cuerpo
femenino, un bien público
La liberación
y el acceso de la mujer a la ciudadanía que se vivió en el mundo occidental en
el período de entreguerras, en España tuvo su reflejo durante el período de la
II República. Es en este breve lapso de tiempo cuando la mujer consigue acceder
a derechos inalienables como la educación, el trabajo, el voto o el
divorcio.
La mujer
ideal del franquismo, según asevera la catedrática Osborne, se construye en
oposición a esta mujer moderna, ciudadana y republicana. “El pecado está
siempre presente en la mujer franquista. Su actitud debe regirse por la
moral católica más intransigente”, explica.
Fruto de
esta mentalidad, el cuerpo de la mujer se convierte, si es que no lo era ya, en
un objeto público del Estado. El régimen franquista trata de llegar a los
lugares más íntimos de la vida de las mujeres como la sexualidad, las
relaciones matrimoniales o hasta el corte de pelo. “El fascismo consigue
inmiscuirse en todos esos espacios de la privacidad de las personas”, añade María
Rosón, que asevera que sobre la mujer se instaló el triángulo represor de
pecado, enfermedad y femineidad.
Las
expresiones de esta mentalidad ultra del pensamiento católico llegan hasta la
actualidad, tal y como afirma Rosón. 37 años después de la muerte de Franco, el
Estado continúa intercediendo en la libertad sexual de la mujer y las decisiones
sobre su cuerpo.
“Hay
ciertas políticas en la actualidad que recuerdan a otros tiempos. La idea
del control sobre el cuerpo de la mujer está presente en temas como el aborto y
la ley del ministro Gallardón. No obstante, el control formal y moral sobre la
mujer sigue estando presente en nuestra sociedad y se percibe en lugares tan
comunes como las redes sociales”, analiza Rosón, quien considera que los
ejercicios de memoria histórica que plantea la exposición son fundamentales
para destapar “la represión” y “recuperar la memoria” de una parte del pasado
que fue silenciado.
“Para
ver que nuestro pasado está muy presente en la mentalidad del presente sólo
hace falta ver imágenes tan contundentes como a Cospedal con mantilla”,
sentencia Rosón.
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