El filme documental 'Marina Abramović: la artista está presente' retrata y
explica a una de las artistas más radicales de los últimos decenios
BEGOÑA PIÑA Madrid 04/02/2013
"El público
es como un perro, puede sentir el miedo", dice Marina Abramović, la
abuela del arte de la performance, cuando explica el flujo de
sensaciones que se produjo durante la pieza estrella de la retrospectiva que le
dedicó el MOMA de Nueva York. Aquella exposición, Marina Abramović: la
artista está presente, además de confirmar definitivamente la performance
como arte, sirvió a a Matthew Akers de excusa para seguir a la artista
con la cámara y mostrar y explicar su obra desde el cine. La película, una
ópera prima con el mismo título que la muestra y ganadora del Premio del
Público al Mejor Documental en Berlín, llega a los cines el 8 de febrero.
En una sala
del MOMA hay dos sillas y una mesa. Marina Abramović se sienta allí durante
siete horas y media cada día, no bebe, no se mueve apenas. Recibe al público,
que se coloca frente a ella. Se miran. Durante dos meses y medio este rito se
repitió en el MOMA de Nueva York, la artista estuvo más de 700 horas
sentada, la gente hacía colas toda la noche para poder ponerse ante ella,
algunos repetían la experiencia... Matthew Akers grabó la acción con la cámara
y con ella cerró el retrato que hace de la artista y en el que, de paso,
muestra el vínculo que el mundo de hoy tiene con el arte.
"Cuarenta
años pensando que estoy loca"
Marina
Abramović: la artista está presente, un filme para incondicionales de la artista, pero
también para aficionados y para descreídos, es un trabajo que, en opinión del
experto en arte Miguel Fernández-Cid, "se convertirá en una
película de culto en el mundo del arte. Es una película que hace lo más
difícil, acercarse a alguien tan visceral de un modo casi poético".
"Han
estado cuarenta años pensando que estoy loca y ahora llegan todos estos
reconocimientos", dice Abramović en un momento de la película, en la que
ella se revela como una de las artistas más radicales de los últimos decenios,
una mujer que ha sometido su cuerpo a experiencias extremas, que se ha
enfrentado a límites de resistencia física, que ha provocado constantemente,
que ha cuestionado los límites del orden social y que, finalmente, ha
conseguido reconocimiento. "Lleva muchos años que te tomen en serio".
"El
encargo de una retrospectiva en el MOMA, uno de los pocos museos del mundo que
marcan tendencias, fue un reto para Marina Abramović", explica
Fernández-Cid, que colaboró con la artista en los años en que dirigió el Centro
Galego de Arte Contemporánea (CGAC). "Ella, habituada más a espacios
alternativos, fue consciente de que era su gran oportunidad, pero también de
que iba a ser ¡una exposición de la performance en el santuario de los
objetos artísticos, en el MOMA!".
Así, la
artista eligió cinco performance históricas y dejó que fueran sus
alumnos los que las reinterpretaran -"para ella, una performance es
una acción efímera, no se puede repetir, solo reinterpretar"-. Además,
añadió la acción con las sillas y la mesa. Todo ello se cuenta en la película
de Matthew Akers, donde también se muestra a la artista con sus alumnos,
en su casa, reencontrándose con su gran amor, Ulay (Uwe Laysiepen), con quien
compartió acciones y vida, tratando con su galerista, su asistente... y con el
público.
Corriente
de energía
Niños y
ancianos pasan por delante de la artista yugoslava en la acción del MOMA. Ante
ella se sientan también personajes que pretenden brillar más que la propia
Abramović. A unos se les ve con horas de performance a sus espaldas,
otros llegan completamente vírgenes a la experiencia, unos lloran, otros
sonríen... De ella emana una corriente de energía que permite aguantar el
desafío. Y del conjunto, observado a través de la cámara de Akers, se advierte
el arte en el trabajo de Marina Abramović, pero también la desconfianza e
incomprensión de una parte del público, o la empatía, la atracción y
fascinación que sienten otras personas.
"Quiero
que la performance sea una forma de arte respetada, desde que nací se
considera alternativa", explica la artista, que caminó durante meses desde
un extremo a otro de la muralla china para encontrarse con Ulay, que
peregrinó hacia ella desde el lado opuesto. El momento del encuentro fue
también el de la ruptura de la pareja. Una separación que se produjo con calma,
como algunas de sus acciones artísticas, donde Abramović busca "crear una
especie de quietud en medio del infierno".
Marina Abramović: la artista está presente revela a la creadora con 66
años, preocupada por "el reto de una artista que se ve ya madura, pero en
activo", a una mujer valiente, porque se enfrenta constantemente "a
la posibilidad del fracaso", y que necesita al público para seguir
creciendo en sus acciones. Pero la película es también un recorrido hacia la
esencia de la performance y una reivindicación de ésta como arte.
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