mércores, 20 de febreiro de 2013

Bush torturaba a presuntos terroristas, Obama los mata


JORDI PÉREZ COLOMÉ
La guerra secreta de Obama es cada vez menos secreta. El lunes por la noche, la cadena NBC News publicó en exclusiva un informe secreto no clasificado del Departamento de Justicia americano: describía el marco legal que ampara al presidente para asesinar a ciudadanos americanos sin permiso de los tribunales.
La polémica por este nuevo informe es vieja. El Congreso, medios y activistas exigen desde hace años al gobierno que publique el marco legal en el que se basó para matar a los americanos Anwar al-Awlaki (en la foto), su hijo de 16 años, Abdulramán, y Samir Khan, que murió en el mismo ataque que al-Awlaki.
Los tres murieron en ataques de drones -aviones sin piloto- en Yemen. La exclusiva de NBC es solo un resumen de esos informes -hay más de uno. Cuando estén todas las razones legales sobre la mesa, es probable que la condiciones sean aún más laxas.
El informe publicado establece tres simples condiciones: primero, “un alto cargo informado” decide si el objetivo es un “peligro inminente” para Estados Unidos. Segundo, que no sea posible capturarle, y tercero, la misión debe llevarse a cabo según los principios de la guerra (necesidad, distinción, proporcionalidad y humanidad).
La traducción de esto es sencilla: cualquier alto cargo del gobierno puede decidir matar a quien sea con cuatro excusas. Es un recurso peligroso en manos de políticos volubles.
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En Estados Unidos dan con razón mucha importancia a las razones legales que pueden permitir el asesinato de norteamericanos por su gobierno. Pero menos a los asesinatos de cientos de presuntos terroristas extranjeros sin juicio. Este asunto seguirá de actualidad hasta el jueves: John Brennan, asesor contra el terrorismo del presidente, se someterá ese día a las preguntas del comité de inteligencia del Senado como nominado a nuevo director de la CIA.
La estrategia general de Obama contra el terrorismo difiere poco de la del presidente anterior, George W. Bush. Tras el 11 de septiembre, la administración Bush llevó a 136 detenidos a terceros países para que fueran torturados. Pasaron por Guantánamo 775 presos; en septiembre de 2012 quedaban 167.
Apenas llegó a la presidencia, Obama firmó una orden ejecutiva donde condenaba el uso de la tortura, prohibía el uso de “técnicas de interrogación reforzada” y ordenaba el cierre de las cárceles secretas, pero no ponía punto y final a la práctica de llevar a posibles presos de un país a otro. Si ha ocurrido, no se sabe cuánto o cómo.
Obama optó en cambio por perfeccionar otro método que también había iniciado Bush: el uso de drones para asesinar a cabecillas de Al Qaeda. Bush ordenó 50 ataques selectivos en sus ocho años, más que ningún otro presidente en la historia.
Obama lleva ya más de 350 (estas cifras no incluyen los ataques en zonas de guerra, como Afganistán, dirigidos por el ejército). De todos estos ataques, el 95 por ciento ha sido ejecutado por drones; el resto con comandos o con cazas tripulados o misiles.
En septiembre de 2001 Estados Unidos tenía 50 drones; en abril de 2012 tenía 7.500, aunque solo unos 325 armados, el resto son de espionaje. Más de uno de cada tres de los aviones del ejército del aire americano son drones.
En los más de 400 ataques con drones en Pakistán, sobre todo, Yemen y Somalia, han muerto más de 3 mil personas, según una media de recuentos de tres organizaciones independientes distintas (New America Foundation, Long War Journal y The Bureau of Investigative Journalism). De todos esos, solo más de 50 eran “objetivos de gran valor” de Al Qaeda y talibanes. Más de 400 eran civiles y el resto eran presuntos militantes de segundo nivel.
En diceiembre de 2011, Obama dijo que “22 de 30 líderes de Al Qaeda ya no están en el campo de batalla”; todos menos Osama bin Laden habían muerto en ataques con drones.
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El motivo por el que el presidente Obama usa los drones para la lucha contra el terrorismo es evidente: funcionan. Al Qaeda no ha logrado volver a atacar Estados Unidos desde el 2001, aunque varias veces ha estado cerca de lograrlo. Es un éxito.
Hoy los dirigentes de Al Qaeda están más preocupados en esconderse que en tramar ataques en Estados Unidos. La administración prepara una nueva base de drones en Níger para vigilar a Al Qaeda en el Magreb Islámico.
En este magnífico informe de 50 páginas de Micah Zenko, uno de los grandes especialistas en drones, del Council on Foreign Relations, se explica por qué los drones son tan valorados. Primero, pueden volar sobre sus objetivos en posible territorio enemigo durante más de 14 horas sin poner en riesgo la vida de pilotos.
Segundo, son de reacción inmediata. Sin drones, desde que se comprobaba la inteligencia que llegaba -sobre dónde había un objetivo (según cuenta Zenko, la CIA tiene por ejemplo a 3 mil pastunes espiando en Pakistán)-, se obtenía autorización del presidente, se programaban los misiles y llegaban al objetivo, pasaban horas. Ahora esas etapas se reducen al mínimo porque el drone ya está allí encima y su proyectil va más rápido que la velocidad del sonido. Nadie se escapa.
Los drones también tienen dos problemas, al menos los de esta generación. Primero, su eficacia aún depende de espías sobre el terreno que confirmen quién es el sospechoso. Segundo, los drones vuelan en entornos no hostiles. Si debieran enfrentarse a cazas pilotados o les dispararan desde tierra, no serían efectivos.
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Los drones han resuelto de momento la lucha contra el terrorismo de Al Qaeda. Pero ahora no van a desparecer. El gran problema de los drones es el futuro. Estados Unidos seguirá siendo la máxima potencia militar del mundo, pero en cuatro años el presidente dejará de ser Obama.
Sin una reforma de la legalidad y transparencia de su uso, la administración Obama puede dejar una mancha más negra que la de Bush. Los liberales están ahora tranquilos porque se fían de Obama para que mate solo a los terroristas:
El presidente tiene estos años para intentar limitar los excesos de un arma que parece demasiado ideal para ser real: mata a los malos sin riesgo para los buenos. ¿Quién evitará por ejemplo que una futura administración no use drones de ataque dentro del territorio de Estados Unidos?
Pero Obama no solo debe pensar en sus sucesores. Hay 76 países en el mundo que han adquirido un sistema completo de drones. No todos los van a usar para vigilar el tráfico y rodar películas.
De momento, los únicos países que tienen drones armados son Gran Bretaña -que los ha usado en Afganistán, según parece- e Israel. Pero China sabe que Estados Unidos no va a vender esta tecnología a cualquiera; tienen ahí un hueco en el mercado.
Los drones no son fáciles de controlar de lejos, en otros países: requieren bases, satélites y permiso de sobrevuelo. Pero hay más maneras de usarlos: dentro del país contra tibetanos o chechenos, por ejemplo, o en la frontera contra kurdos.
No hay ningún organismo internacional que regule su fabricación y uso. De momento, todo lo que se ve y sabe es cómo los usa la administración americana. Su uso futuro puede depender de los excesos de hoy.
Las razones de Obama para el uso de drones hoy están claras: esto es la guerra y hay que proteger a los americanos. Para eso, casi todo vale. Pero da un poder sin límites a su cargo. ¿Qué diría el mundo si ese poder lo tuvieran George W. Bush, Dick Cheney y Donald Rumsfeld? Las consecuencias pueden ser parecidas.

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