La mexicana Julia Pastrana, fallecida en el siglo XIX,
fue exhibida viva y muerta por medio mundo
Más de 150 años después de su muerte, sus restos regresan
con honores a Sinaloa gracias a la pelea incansable de una artista
RAQUEL SECO
México DF 13 FEB 2013 - 18:19 CET
Julia Pastrana volvió
por fin a casa. Para darle la bienvenida, le regalaron treinta mil flores.
Gladiolos y alhelíes de color blanco a su llegada a México tras un viaje de
siglo y medio: vendida, exhibida por medio mundo, su cadáver aterrizó en el
sótano de la universidad de Oslo y acabó enterrado este martes con todos los
honores en su Sinaloa natal.
La llamaban “la mujer más fea del mundo”, “mujer mono”, “híbrido
maravilloso”. En realidad padecía hipertricosis lanuginosa e hiperplasia
gingival, algo que le hacía tener vello abundante en todo el cuerpo y una
mandíbula muy pronunciada. Poseía, además, voz de mezzosoprano,
habilidad para el baile, la guitarra y los idiomas –hablaba tres-.
Por todas esas razones, a los 20 años fue vendida a un feriante mexicano
con el que recorrió Canadá y Estados Unidos. Actuaba en ferias que la
anunciaban como el eslabón perdido entre el humano y el orangután. Se casó en
Nueva York con un hombre que simultáneamente se convirtió en su agente y
la paseó por Europa. Murió en 1860 en Rusia, poco después de dar a luz a un
hijo que heredó su condición y sobrevivió pocas horas. Su viudo siguió
exhibiendo los cadáveres embalsamados de ambos hasta el fin de sus días.
Los restos de Julia pasaron entonces a manos de feriantes noruegos, que
sufrieron un robo en el que el cuerpo del bebé quedó irreparablemente dañado.
El de ella lo recogió la Colección
Schreiner del Instituto de Ciencias Médicas Básicas de la Universidad de Oslo,
que lo ha custodiado hasta ahora. Durante años permaneció en un sótano del que
solo lo ha conseguido sacar una mujer realmente terca.
La responsable de traer a Julia de vuelta a México es Laura Anderson
Barbata. Tan implicada ha estado en este caso que a veces los interlocutores se
confunden y la llaman por el nombre de su protegida. No es historiadora
ni científica, sino una artista mexicana que se ha tomado la labor como una performance.
Pero tenía un objetivo claro: traer a Julia de vuelta a casa. “Es un ejercicio
colectivo de reconocimiento, de restauración de la dignidad humana”, explica.
El “proyecto multidisciplinario” aparece incluso en su sitio web. Si uno no
supiera que Julia lleva 150 años muerta, pensaría que Laura trata de rescatar a
una amiga del alma. Ha dedicado 10 años a conseguirlo.
Y, desde luego, Laura no emplea expresiones como “mujer mono”. La llama,
simplemente, Julia.
La artista no se enteró de la historia hasta 2003, cuando su propia hermana
montó una obra de teatro sobre Julia Pastrana. Aunque el caso apenas es
conocido en México, llegó a ser estudiado por Charles Darwin y la película
italiana La Donna Scimmia (1964), de Marco Ferreri, está inspirada en
él.
“Sentí que era mi deber como artista mexicana y persona que fuera retirada
[del sótano de la Universidad de Oslo] para volver a casa y ser enterrada en
México, un país que no la conocía”, explica la encargada de devolverle la
“dignidad” a Julia. Así comenzó un complejo tira y afloja de la artista con la
“gigante” Universidad de Oslo. Papeleos, apelaciones al Comité de Ética,
denuncias en los medios… El proceso ha durado una década entera, y se ha
agilizado tras recibir el apoyo del gobernador de Sinaloa, reconoce Laura. Fue
el Estado el que pagó la repatriación. Ella lanzó una iniciativa para donar
flores a Julia por internet. De ahí salieron los 31.400 alhelíes y gladiolos,
que el martes apenas cabían en la tumba.
Laura solo vio una vez el cuerpo de Julia: tuvo que reconocerla en Oslo
antes de que la transportasen a México.
El martes, un féretro blanco de zinc llegó a Sinaloa de
Leyva y, después de una misa de cuerpo presente, recibió sepultura. Fue
enterrado al doble de profundidad de lo habitual y cubierto de cemento para
evitar profanaciones. Ya no volverá a ser abierto.
Aunque tarde es justo que descanse en paz y dignamente
ResponderEliminarDios bendiga a la mujer que la repatrio.