La fotoperiodista Jo Metson Scott publica un libro con
fotos y testimonios de soldados de los EE UU y el Reino Unido arrepentidos de
haber ido a la guerra.
Algunos desertaron y tuvieron que enfrentarse a castigos.
Otros hacen campaña en pro del pacifismo y contra la política militar de sus
países.
"Mi hermano me repudió públicamente en
Facebook", dice uno. "Las medalllas no pueden justificar el
sufrimiento y los crímenes", añade otra.
ÁNXEL GROVE. 22.03.2013 – 20minutos.es
La fotoperiodista británica Jo Metson Scott
acaba de editar un libro que debería ser enviado como regalo de Pascua —época
que, según la teología cristiana, celebra la posibilidad de caminar hacia una
nueva forma de vida— a los promotores, ejecutores y cómplices de la Guerra de Irak,
una matanza (189.000 víctimas, según cálculos conservadores) montada sobre
motivos falsos que se inició hace diez años. The Grey Line
(La línea gris) compendia, con fotos y textos, la visión del conflicto
de varias decenas de soldados arrepentidos.
El joven de la foto que preside esta pieza se llama
Ryan Endicott. Entró en los marines de los EE UU en 2004, cuando tenía 20 años.
En 2005 lo destinaron a Irak, donde combatió durante siete meses. En 2008 se
largó el Ejército (con honores). Para intentar purgar la culpa que no le
daba tregua y las pesadillas que no le permitían cerrar los ojos, se tatuó
en la espalda dos manos ensangrentadas y una frase: "Perdonadme, he
pecado".
"Las atrocidades en las que participé"
Desde 2009, Endicott es miembro de Iraq Veterans Against
the War (Veteranos de Irak contra la guerra), la organización de
exsoldados que difunde la falsedad y airea las verdaderas motivaciones detrás
de la invasión. La militancia le ha costado cara: "Tras contar las
atrocidades en las que participé y de las que fui testigo, mi hermano me
repudió publicamente en Facebook. Dejó comentarios diciendo que yo era una
marioneta, que me estabann utilizando. Dijo que no me consideraba su
hermano, que yo ni siquiera era un hombre".
El caso del exmarine con la culpa tatuada en la
espalda es sólo uno de los que ha documentado Metson Scott durante los últimos
cinco años. Su libro, que ha editado con toda la intención en el décimo
aniversario del comienzo de la guerra, recopila fotos y experiencias de
soldados de los EE UU y el Reino Unido a los que utilizaron como carne de cañón
y ariete.
La fotoperiodista cruzó varias veces el Atlántico
para encontrar y entrevistar a veteranos que "públicamente hayan repudiado
la guerra, asumiendo los costes de su postura". Encontró "un
creciente movimiento de jóvenes hombres y mujeres que eligieron pelear por su
país pero empezaron a cuestionar las órdenes que recibían" mientras en
todo el mundo "se ponía en duda la legalidad y moralidad" de
la invasión y posterior ocupación de Irak.
Diarios, cartas, emails...
Las fotos adquieren carácter de objetos de redención
personal con el material complementario que la autora recogió para The Grey Line:
testimonios escritos a mano por los exsoldados, diarios personales, emails,
correspondencia enviada desde el frente a la familia y los amigos por estos
objetores de conciencia o desertores que tuvieron que hacer frente a castigos
penales por abandonar sus unidades o al más que frecuente rechazo y ataque por
quienes les consideran antipatriotas.
Garrett Reppenhagen, que se alistó en 2001 y estuvo
en Irak durante un año en 2003, cuenta como participó en la matanza de tres
civiles, un matrimonio y su hijo, y al llegar al acuartelamiento se planteó un
"dilema moral" que no le abandonaba la conciencia: "Era un
soldado y llevaba armas encima pero todo el rato deseaba tirarlas al suelo e
irme a tomar té y hablar con los maravillosos iraquíes (...) Así que empecé
a escribir un blog contra la guerra todas las noches".
Cuando sus actividades fueron rastreadas por la
Inteligencia militar, Reppenhagen fue investigado y acusado de poner en
peligro las operaciones bélicas. Una vez fuera de la disciplina castrense, fue
el fundador de Iraq
Veterans Against the War.
"Me habían enseñado a no pensar como un
humano"
"Cuando regresé de Irak tuve que drogarme:
pastillas contra la ansiedad, la depresión, analgésicos, ansiolíticos... Bebía
mucho. Ahora me causa mucha vergüenza recordar aquellos dos años y medio",
cuenta Jon Turner, ex marine que peló en Irak en 2005 y 2006. "En Irak vi
mucha mierda y no dejaba de pensar como un militar. Todo cambió cuando me
empecé a poner en el lugar de los iraquíes. Creo que me habían enseñado a
no pensar como un ser humano".
También Josh Steiber, que se alistó a los 18 años y
estuvo en Iark 14 meses a partir de 2007, sostiene que la insensibilidad hacia
el dolor ajeno era imposible de soportar. "Cada día éramos más duros y
salvajes con los civiles (...) Ellos empezaron a atacarnos como respuesta
(...) Un día me sorprendí pensando que debía matar a todos los civiles que
pudiese, al azar", escribe.
Miedo a los compañeros
Tony Langouranis, que fue destinado a Irak en 2004
como interrogador porque sabía árabe, temió por su integridad por las posibles
represalias de sus compañeros. "Quemaban a los detenidos con mecheros,
los molían a patadas (...) Quise denunciar lo que pasaba y los mandos no
aceptaban mis denuncias. Tenía tanto miedo que no me atrevía ni a ir al
comedor".
Una soldado que sólo quiso dar su
nombre de pila, Maggie, cuenta que tiró a la basura todas sus condecoraciones
de guerra: "Las medallas y banderas no pueden justificar el sufrimiento y
los crímense: no quiero esta basura".
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