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Resulta arduo separar el mito de la realidad en la historia de la leyenda del arte psicótico de Martín Ramírez, jornalero mexicano sin estudios, fallecido en 1960 a los 75 años tras pasar las últimas tres décadas de su vida en el hospital estatal De Witt, en Auburn (California), bajo diagnóstico -probablemente equivocado- de tuberculosis, trastorno maniaco depresivo, esquizofrenia catatónica y sordomudez. La exposición que con el título Marcos de reclusión le dedica desde esta semana el Museo Reina Sofía es una invitación a deslizarse por la espiral de 60 de sus dibujos abismales, intrigantes y poderosos en pos de su misterio y, al mismo tiempo, a esclarecer algunos de los malentendidos que rodean a este artista y al resto de los que las enciclopedias colocan en la categoría de arte marginal o primitivo, art brut o pintura de enfermos mentales.
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