mércores, 2 de marzo de 2011

Tiniebla, risa y denuncia: OPS


Un libro 'rescata' a uno de los heterónimos del humorista satírico Andrés Rábago
BORJA HERMOSO - Madrid - 19/02/2011
Siendo como es este un país en el que muchos dicen mucho pero no expresan nada y en el que pocos dicen poco pero expresan tanto, la irrupción diaria de esos seres esteparios y ácidos en nuestras mañanas de legaña y café con leche confirma que, pese a todo, hay esperanza: la esperanza de que alguien, algo, nos saque del abominable abatimiento de los nuevos tiempos, nos zarandee, nos cuente, nos implique y nos robe una sonrisa.
Ese alguien y ese algo son, respectivamente, El Roto y sus viñetas de hiel. El Roto tiene la mala costumbre, cada día en su chiste/manifiesto en las páginas de opinión de EL PAÍS, de empeñarse en querer demostrar que con la mala baba se puede hacer humor. Y el caso es que se puede. Que se lo digan a Andrés Rábago, alias El Roto, alias OPS... ¿alias OPS? Vamos a ello.
Allá por los tiempos del tardofranquismo, primero, y de la santa Transición, después, un tal OPS decidió rugir en silencio, desde las páginas del extraordinario pasquín satírico Hermano lobo (se subtitulaba Semanario de humor dentro de lo que cabe), sus cuatro verdades sobre la desolación y desorientación de un país. También La codorniz supo de sus andanadas, pobladas de personajes solitarios y sangrientos, de campos vacíos, de seres mutilados, de sorna sin fin, un guateque surrealista atravesado por la triste impronta de la España negra, la pintura de gente como Gutiérrez Solana, Grosz, Chirico, Daumier y Goya, la soledad, la poesía, el absurdo, el sadismo, la violencia, el miedo y cierta acracia incapaz de bajar los brazos, aunque se le pusiera delante el censor de turno y hasta un proceso, en 1971, por mearse en el glorioso ejército nacional.
Víctima del cambio de era, OPS, uno de los heterónimos del ciudadano y pintor Andrés Rábago, murió en los ochenta víctima de su propio padre. Así que, de no ser por la monumental antología La edad del silencio (recién editada por Mondadori y Círculo de Lectores y prologada por Felipe Hernández-Cava), estaríamos hablando de arqueología del humor satírico. De hecho, lo estamos haciendo: "OPS dejó de interesarme cuando la sociedad española cambió... de repente había otros vehículos de expresión adecuados y ya no había receptor para OPS, el lector español se hizo más vago, quiso que le contaran todo más claro y más rápido, y a mí me pareció que OPS era ya algo del pasado, y yo siempre he tenido vocación de estar en el presente", explica Andrés Rábago en su estudio de Madrid.
Para su creador aquella forma de hacer humor contra la dictadura era "un producto de mayo del 68", algo capaz de "entresacar toda la miseria, el absurdo, la violencia y la suciedad de una época tan oscura como aquella y que tanto había durado ya". Pero sobre todo era, para el propio autor, un exorcismo personal: "Era una especie de psicoanálisis consistente en mirar los fantasmas propios... que eran también los fantasmas de la sociedad".
La edad del silencio no es un título de capricho, y su sentido es doble: el silencio del esparadrapo franquista, por un lado, y el silencio como puro deseo ante el exceso de ruido que caracteriza a la sociedad española de entonces y de ahora: "Hay un exceso de barullo, además creado de forma consciente, y creo que necesitamos el silencio para poder escucharnos", sostiene el padre de OPS, por encima de cuyos personajes nunca sobrevolaron bocadillos de texto, porque para qué.
Tampoco tuvo nunca Andrés Rábago en su vertiente OPS (habla de su heterónimo en tercera persona) demasiada conciencia de ser un grano en salva sea la parte -"siempre hubo en mi trabajo cierta ingenuidad"- ni siquiera le interesó mucho el poder como material de acoso y derribo: "Más que combatir al poderoso, se trataba y se trata de reforzar los mecanismos de defensa y de pensamiento de quien ha de combatirlo". Ahí radica el profundo sentido moral que, en su opinión, encierra el oficio de la sátira política: acompañar a la gente en su aislamiento ante la impunidad pedagógica de las estructuras de poder. Acompañarnos a todos, pobres diablos, en la triste cruzada de la hora del desayuno. OPS y El Roto, la misma lucha, salvando las distancias.

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