martes, 3 de novembro de 2009

Anacletos de Franco


Una historia del MI5 pone en evidencia a chapuceros espías españoles en la II Guerra Mundial
WALTER OPPENHEIMER- El País- 01/11/2009

Un novillero autodidacta y filonazi que comía pescado con las manos en el hotel Savoy y tenía aterrorizada a la Embajada franquista en el Londres de 1941; un falso periodista que aspiraba a ser espía y acabó de bufón y playboy; un empleado pasando al MI5 los códigos cifrados de la Embajada... Ése es el retrato que los servicios secretos británicos tenían de los espías que Franco mandó a Londres para que captaran información para la Alemania de Hitler, según el libro The Defence of The Realm (La defensa del reino), una historia autorizada del MI5, escrita por el profesor Christopher Andrew.

A lo largo de más de mil páginas y después de acceder a más de 400.000 documentos, este historiador y ex decano de la Facultad de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Cambridge explica la historia del servicio secreto británico, más conocido como MI5, desde su fundación hace ahora 100 años.

En los tiempos de la II Guerra Mundial, la Embajada española tenía a priori un especial interés para los británicos porque la cercanía entre la España de Franco y la Alemania de Hitler la convertía en una de las "bases alternativas" para el espionaje alemán. "La mejor base potencial era la Embajada en Londres de la España fascista, donde algunos diplomáticos pro nazis protegidos por la inmunidad diplomática tenían la intención de espiar para Alemania en asociación con otros españoles en Londres", escribe Andrew.

Lo que quizá no esperaban los británicos era la chapucera organización de la propia Embajada y de sus espías. "El hecho de que el espionaje español a favor de los intereses alemanes no alcanzara gran importancia se debió sobre todo a la facilidad con que los servicios de seguridad penetraron en la Embajada. El servicio descubrió que se enfrentaba a un rival casi siempre de bajo nivel y que la seguridad de la Embajada era gratificantemente débil".

"Es extraordinario el hecho de que en unos pocos meses, entre septiembre de 1941 y mediados de febrero de 1942, obtuvimos no sólo una idea general, sino un cuadro muy preciso de la red de espionaje en este país", opinaba B1g, como se conocía al servicio encargado desde 1941 de controlar las actividades de la inteligencia alemana.
"Por suerte para nosotros, las medidas de seguridad en la Embajada eran nulas", añade. El mejor agente del MI5 en la Embajada española era "un empleado que nos pasaba cintas cifradas, versiones descifradas de telegramas cifrados, borradores de los informes del embajador, cartas privadas, notas sobre cenas y visitantes y, en general, chismorreos sobre los miembros de la Embajada". (...)

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