Francia recupera la memoria de los 800 títulos y dos millones de ejemplares
de publicaciones antinazis editadas durante la Ocupación alemana del país en
los años de Hitler y la Segunda Guerra Mundial
ANDRÉS PÉREZ Corresponsal en París 20/12/2011
Los
oficiales nazis estaban muy satisfechos esos días de finales de 1942. Contentos
porque, por el París ocupado, se veía circulando a mucho civil francés con un
libro bajo el brazo, el Manual del legionario destinado a la formación de
los reclutas de la legión. Tanto fervor parecía demostrar que muchos
franceses iban a enrolarse como voluntarios al lado de la División Azul
española y otros, en el Frente Ruso. Lo que no sabían esos jerarcas nazis es
que bajo las tapas del Manual se ocultaba exactamente lo contrario: uno
de los periódicos de la Resistencia Interior francesa, que llamaba al sabotaje
contra el ocupante y al asesinato de sus soldados, periódicos que llegaron a
tener, ciertos meses, más de dos millones de ejemplares clandestinos en
circulación.
Varios
institutos de estudios y editoriales francesas levantan estos días el velo
sobre uno de los secretos mejor guardados de la fuerza de la sociedad civil del
país: durante la ocupación nazi, en la clandestinidad, una extensa red de
editores, impresores, grafistas y maquetistas estuvieron imprimiendo y
distribuyendo prensa y libros. La prensa clandestina, que empezó como actos
aislados, acabó convirtiéndose en una red perfectamente estructurada que,
precisamente por su prematura capacidad de camuflaje y supervivencia, sirvió
luego de embrión a los grupos armados, cuando las armas empezaron a llegar
masivamente. La edición de libros, por su parte, hasta llegó a vivir una edad
de oro: como había poco o ningún dinero en los bolsillos, editores e impresores
publicaban y hacían circular libros gratuitamente.
Hace unos
días, el Instituto de Historia Social de la Confederación General del Trabajo
(CGT) y de su sección Obreros del Libro reunió en una conferencia en París a
varios historiadores especializados y a un grupo de ancianos que fueron, de
adolescentes, personas claves de aquella red. La editorial pública La
Documentation Française acaba de sacar a la venta Editores e impresores en
la Resistencia, con detalles hasta ahora inéditos.
Por último,
la Asociación de Estudios de la Resistencia Interior (AERI) prepara, para enero
próximo, el lanzamiento de un Museo Virtual en internet que retratará la
memoria de la sublevación del Penal de Eysses, en el sur de Francia, donde los
españoles y su propia prensa clandestina fueron clave para uno de los golpes
más duros asestados a la credibilidad del ocupante nazi. El museo ha contado
con financiación de programas públicos españoles de memoria histórica.
Hacia el
final de la Ocupación nazi, en 1944, había en Francia ciertos meses hasta 800
títulos de periódicos resistentes en circulación, con dos millones de
ejemplares. Más periódicos clandestinos en los hogares, bajo el brazo, en torno
al bocadillo y bajo el mostrador, que periódicos publicados y distribuidos
legalmente tras pasar por el aro de la censura del Ocupante, en zona norte, o del
régimen colaboracionista de Vichy, en zona sur.
Se llamaban Défense
de la France el número uno, con 450.000 ejemplares al final de la
Ocupación, France d'abord, L'Humanité, Le Livre Populaire,
Le Franc-Tireur o Libération, los más conocidos. O incluso se
llamaba Carnet del Partit, editado por los resistentes que pertenecían
al PSUC y que podían editar su propio periódico en catalán, de la misma manera
que los hubo en castellano, yiddish, armenio, italiano e incluso uno en alemán
para los más de mil germanos enrolados en la Resistencia.
Pero antes
de llegar a esos dos millones de ejemplares en circulación, cuando ya las redes
estaban muy estructuradas y eran capaces de robar toneladas enteras de rollos
de papel en los locales de la Imprenta Nacional, ante las barbas de los nazis,
hubo que pasar por la primera etapa.
La
artesanal. La resistencia fue primero un acto individual, que desencadenó de
por sí las primeras redes. Lo explicó en la conferencia de París Charlotte
Nadel, entonces muy joven y que en su día fue persona clave de Défense de la
France. "Cuando tenía 12 años, en 1924, mi maestro de escuela nos
explicó una tarde qué quería decir resistir. Lo hizo en referencia a guerras
anteriores, cuando el pueblo francés, especialmente el de París, tuvo que
defenderse de agresiones imperiales de la realeza y la aristocracia. Fue esa
clase de aquella tarde lo que me permitió luego, nada más iniciada la ocupación
nazi de Francia, comprender rápidamente que tenía que resistir".
Jean-Marc
Delabre, que durante la Ocupación fue un aparentemente ingenuo bachiller
parisino, como los había por miles, aseguró: "Yo estaba encargado de
distribuir periódicos. Los dabas, a veces por paquetes, pero no a cualquiera.
Yo solía escoger a tal o tal compañero de clase porque se iba a ir de viaje a
tal provincia. También distribuí por correo, utilizando unos sellos falsificados
con el rostro de Petain".
Acciones
estelares
De esos
inicios de la edición e impresión clandestina, hay un testimonio que ya no se
podrá recoger, pero del que queda su magnífica obra. El hombre se llamaba Jean
Texcier, y fue el primero en escribir, editar, imprimir y distribuir una obra
clandestina de resistencia, hecha casi a mano. Se llamaba Consejos al
ocupado, empezó a circular dos semanas después de que llegaran los primeros
batallones nazis a París, y estaba llena tanto de sentido del humor como de
sentido común: "O bien no conoces su lengua, o bien la has olvidado. Si
uno de ellos te dirige la palabra en alemán, haz gestos de impotencia y, sin
rencor, prosigue tu camino".
Obviamente,
la Kommandantour replicó sin sentido del humor. Su bando publicado (con todas
las de la ley) decía: "Cualquiera que haya distribuido o confeccionado
publicaciones podrá ser condenado a trabajos forzados o a la pena de
muerte".Ahí arrancó todo. Luego los resistentes empezaron a robar tinta,
plomo y rollos de papel en sus lugares de trabajo de la prensa oficial, donde
también birlaban horas de trabajo. Las rotativas y linotipias de la Resistencia
estaban ocultas en garajes, pisos acolchados, e incluso varios sótanos de la
Sorbona, y podían ser mudadas en un abrir y cerrar de ojos.
La
organización se permitió incluso operaciones estelares. El 31 de diciembre de
1943, en la ciudad de Oyonnax, los resistentes lograron editar, imprimir y
distribuir en kioscos un periódico que imitaba el oficial y censurado Le
Nouvelliste.
Sólo
que el contenido era resistente. Ni los kiosqueros filonazis (todavía quedaba
alguno) pudieron parar su distribución. "El periódico fue el mejor método
de reclutamiento de resistentes. Demostraba que la gente que lo leía, y más aún
la gente que lo hacía, estaban dispuestos a cambiar el destino", zanja
Laurence Thibault, historiadora de la AERI.
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