El final de la Guerra Civil provocó la huida de cientos de miles de
republicanos que trataban de escapar de la represión franquista. El grueso se
asentó en México y Francia y, en menor medida, en la URSS y Argelia
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 31/03/2014
Refuxiados republicanos desparasitándose e bañándose en Argeles Sur Mer, 12 febreiro 1939 |
Vencidos,
cansados y sin nada en sus manos. Cientos de miles de republicanos abandonaron
España entre 1936 y 1939 tratando de escapar de la represión del ejército y la
dictadura franquista. Casi 500.000 lo hicieron a pie atravesando los Pirineos
en febrero de 1939 para llegar a Francia. Otros huyeron en barcos fletados
por la República o en pequeñas embarcaciones con destino al
norte de África, a la propia Unión Soviética o a alguna República
iberoamericana. Habían perdido la Guerra Civil y también su libertad. En España
ya no había sitio para ellos.
"La RAE
eliminó en 1950 la palabra exilio. No existía el exilio y no existían los
exiliados en la política de la dictadura", explica aPúblico la experta
enEstudios Hispánicos de la Universidad William & Mary en
Virginia (Estados Unidos) Francie Cate-Arries. El falangista José Esteban
Vilaró explicó a la perfección cuáles eran las intenciones del régimen de
Franco respecto a los exiliados: "Los rojos republicanos vivirán solamente
en la infamia. Después, desaparecerán para siempre".
Cuenta
Virgilio Botella, exiliado español en México, que Eduardo Santos, expresidente
de Colombia, le dijo que el exilio de 1939 era el más trágico de la historia de
España. "Su exilio es el destierro de todo un pueblo, desde el analfabeto
hasta los hombres de mayor ciencia y cultura, desde el pobre de solemnidad
hasta banqueros y ricos notorios, desde el simple ciudadano hasta el jefe de
Estado, pasando por militares, nobles y sacerdotes", afirmó Santos.
El destierro
del pueblo republicano ha sido documentado y analizado por la catedrática
Alicia Alted en la obra La voz de los
vencidos (Aguilar). La historiadora da buena cuenta en
su obra del destino de los exiliados señalando que "se puede rastrear la
presencia" de españoles republicanos en países tan alejados
geográficamente como China, Indonesia, Indochina o Australia. "El grueso
se asentó en México y Francia, en menor medida en la Unión Soviética y
Argelia", señala Alted, que afirma la República Dominicana también acogió
a cerca de 4.000 refugiados.
Durante la
Guerra Civil también fueron evacuados alrededor de 33.000 niños, calcula Alted.
El país que acogió un mayor número de menores fue Francia, cerca de 20.000. A
Inglaterra fueron unos 4.000 niños. Bélgica recibió en torno a 5.000. A la URSS
llegaron 2.900 en cuatro expediciones. México albergó 463; Suiza, a unos 430, y
Dinamarca, un pequeño grupo de 100.
Campos de
concentración en Francia
En febrero
de 1939 casi 500.000 personas atravesaron la frontera francesa a través del
Departamento de Pirineos Orientales. "Muchos eran mujeres, niños,
ancianos, inválidos... sin responsabilidades políticas, ni militares, que se
habían visto impelidos a marchar empujados por le miedo físico o psicológico de
los últimos momentos de una guerra perdida", describe Alted.
Los
republicanos, sin embargo, no fueron acogidos en Francia como esperaban en un
país que consideraba 'el derecho de asilo' como seña de identidad. Una vez
atravesada la frontera, describe la catedrática, los exiliados eran agrupados
en campos de triage, donde se procedía a su distribución. Los niños,
mujeres, ancianos y enfermos eran conducidos en trenes hacia localidades del
centro o el oeste de Francia. A los hombres civiles y a los antiguos
combatientes del ejército republicano se los llevaba a los campos de
concentración o internamiento donde, además, hubo mujeres y niños.
A mediados
de febrero estaban internados 257.000 españoles; de ellos, 180.000 en los
campos de Argelès y Saint-Cyprien, 65.000 en los campos del
Vallespir y 30.000 en los de la Cerdaña. Alted recoge el testimonio de Juan
Martínez, quien estuvo en los campos de Argelès y Saint-Cyprien: "Cuando
llegué al dichoso campo quedé como atontado de asombro, aquello era un
hormiguero de hombres detrás de las alambradas tirados en la arena y muchos
guardias, moros y negros senegaleses con el dedo en la ametralladora en
posición frente al campo. Increíble pero verdad".
Además,
55.000 españoles estuvieron adscritos además a las Compañías de Trabajadores
Extranjeros, unidades militarizadas mandadas por oficiales del ejército
francés. En torno a 12.000 fueron enviados a la línea Maginot y al "Primer
Frente", y unos 30.000 a la zona comprendida entre la línea Maginot y el
río Loire. Los integrantes de estas Compañías trabajaban en obras públicas,
construcción o reparación de instalaciones militares, la industria bélica...
Por último, otros 6.000 españoles se enrolaron en los Batallones de Marcha de
Voluntarios Extranjeros.
Republicanos
en los campos nazis
La
catedrática Alted calcula que fueron a Alemania de manera forzada unos 40.000
republicanos españoles. Aunque no todos corrieron la misma suerte, hubo muchos
de ellos que terminaron en campos de concentración nazis. En el complejo de
Mauthasen, que incluía otros campos como Gusen, fueron internados algo más de
7.000 republicanos de los que morirían 5.000. En otros campos como Buchenwald,
Bergen-Belsen, Dachau, Auschwitz, Ravensbrück, Flossenburg, Nevengamme u
Oranienburg, estuvieron internados unos 1.000.
En este
último, el de Oranienburg, un campo situado cerca de Berlín y destinado a
albergar a personajes de algún relieve político o intelectual de los países
ocupados, estuvieron algo menos de un centenar de españoles, entre ellos, el
que fuera presidente del Gobierno de la República durante la Guerra, Francisco
Largo Caballero.
La
periodista Montserrat Llor
recogió en Vivos en el averno nazi las experiencias de
decenas de españoles que sobrevivieron a los campos de concentración nazis. Uno
de ellos es Marcelino Bilbao, fallecido recientemente, que vivió en primera
persona los experimentos científicos nazis.
"Terrible,
allí ya estaba. Había llegado al campo un terror de doctor. Entra en una
barraca, coge la maleta y se sienta. Prepara las inyecciones. Allí llegabas tú,
para que te inyectara, como castigo o como experimento a ver cuánto tiempo
resistías. Y aquel hombre, allí sentado, sin mirar a nadie, pinchaba. A algunos
les daban convulsiones; a otros se los llevaban a rastras. Ese día no fui yo,
pero sí algunos de mis compañeros de barraca. Los que vivían estaban rotos en
la cama, no podían moverse. Luego me tocó a mí, seis sábados consecutivos me
inyectaron [benceno] al lado del corazón. Nos cogieron a 30, sólo 7 logramos
sobrevivir a los pinchazos", relató Bilbao a Llor en su domicilio de
Châtellerault (Francia).
México.
El exilio intelectual
Entre 1939 y
1950 fueron a México entre 20.000 y 24.000
españoles, en función de las fuentes. Los primeros fueron un
grupo de 464 niños que desembarcaron en Veracruz el 7 de junio de 1939, la
mayoría de clase obrera y en menor medida de una burguesía baja. La mayoría
provenían de Barcelona y Madrid. "La mayoría de los refugiados que
llegaron a México eran casados e iban en compañía de sus familias y provenían
del sector terciario", explica Alted.
Durante los
meses de febrero a mayo de 1939 estuvieron yendo a México una serie de
responsabilidades que habían tenido un papel relevante en la Guerra, como
Indalecio Prieto, Juan Prieto o el general Miaja. En junio y julio llegaron a
México varias expediciones formadas por los barcos Sinaia, Mexique
e Ipanema.
Claudi
Esteva Fabregat, que iba en el Sinaia, recuerda: "Cuando
llegamos, para nosotros fue un día de felicidad suprema. Me acuerdo que había
una gran cantidad de jarochos [nombre con el que se conocía a los naturales de
Veracruz] esperándonos en el puerto, que había unas autoridades, pero
especialmente para nosotros fue importante el recibimiento sindical, fue un
recibimiento popular (...) Y nosotros no sabíamos prácticamente nada de
México".
Chile. El
último poema de Neruda
Entre abril
y julio de 1939, Neruda estuvo trabajando en el exilio de españoles a Chile. A
instancias de Neruda, el Gobierno de la República contrató el Winnipeg para
el traslado de unos 2.365 exiliados. La mañana del 4 de agosto de 1939
partió el barco y todo el pasaje portaba en su mano un folleto que les había
entregado Neruda: "Chileos
acoge". Llegaron a Valparaíso la noche del 3 de
septiembre.
El
desembarco se inició en la mañana del día 4 y, como recuerda Ovidio Oltra,
"los muelles (...) se encontraban repletos de multitud expectante, amiga,
formada por antiguos emigrantes españoles, algunos refugiados que acababan de
llegar y muchos chilenos (...), hombres y mujeres de toda condición, autoridades
municipales, nacionales, miembros del Senado y de la Cámara de los Diputados
(...) Valparaíso nos recibió de manera entusiasta y en un día de primavera, lo
que casi siempre es un augurio al llegar a un nuevo país.
Entre el
pasaje se encontraba Isidro Martín, viudo de 41 años,. Atrás dejaba una vida
entera dedicada a los zapatos y a sus tres hijos que quedaban en Portillo
(Toledo). "Mi padre marchó con la pena de que sus hijos pudieran acusarlo
de abandonarlos. Desde que llegó no hizo otra cosa que trabajar para traer a
sus hijos", recuerda Matilde Martín, hija del nuevo matrimonio que Isidro
mantendría en Chile, en conversación telefónica con Público.
URSS. Los
niños de la guerra
El exilio en
la URSS, describe Alted, presenta básicamente cuatro características que lo
singularizan frente al exilio republicano en otros países de Europa y América.
El rasgo más diferenciador es que el colectivo de españoles numéricamente más
importante que se encontraba en ese país al finalizar la Guerra Civil era el de
los casi 3.000 niños que
fueron evacuados en varias expediciones entre 1937 y 1938. Junto
a ellos había otros colectivos que también fueron durante la Guerra: el de los
maestros y el personal auxiliar que había acompañado a los niños; el de los
alumnos pilotos que iban a estudiar a las escuelas soviéticas de aviación; y el
de los tripulantes de los barcos españoles que se encontraban en ese país o
navegando hacia él cuando terminó la contienda.
La primera
expedición oficial de niños partió de Valencia rumbo a Yalta el 17 de marzo de
1937. Había 72 niños, la mayoría de Madrid. La segunda expedición se empezó a
organizar en mayo de 1937 ante la implacable ofensiva de las fuerzas de Franco
en Vizcaya. En la madrugada del 13 de junio, cinco días antes de que cayera
Bilbao, salieron del puerto de Santurce alrededor de 4.500 niños en el
barco Habana, rumbo a Burdeos. Aquí, 1.495 niños, en gran parte
vascos, fueron embarcados en el buque Sontay con dirección a
Leningrado, donde tuvieron una entusiasta recogida. La tercera expedición
partió el 24 de septiembre de 1937 desde el puerto de El Musel (Gijón). En un
carguero francés iban 1.100 niños casi todos asturianos, santanderinos y
vascos.
El carguero
iba hacia Burdeos, pero fue interceptado por el buque Cervera, a las órdenes de
Franco, y tuvo que desviar su rumbo hacia Saint Nazaire. Aquí algunos niños
fueron desembarcados y los restantes trasladados al buque soviético Kooperatsia que
zarpó con dirección a Londres, donde una parte de los pequeños embarcaron en
el Félix Dzerzhinki hacia la URSS. La última expedición fue a
finales de 1938 y estuvo integrada 300 niños de Catalunya, Aragón y la costa
mediterránea.
Uno de los
niños a bordo de esos barcos fue Francisco
Mansilla, quien actualmente es el presidente delCentro Español de Moscú. "Me
trasladaron a Gandia cuando el asedio de Madrid en el otoño del 36. Allí, un
señor ruso preguntó quién quería ir a la Unión Soviética y yo levanté la mano.
Mi padre me dice que me iba al paraíso del del proletariado. Lo que él no sabía
era que me iba al infierno del proletariado", explica Francisco a Público.
Norte de
África. Los últimos expatriados
El número
total de exiliados que desembarcaron en las costas norteafricanas fue de unos
12.000, la mayor parte, unos 7.000, lo hicieron en el puerto de Orán, según
informes del Gobierno de Argelia. Casi todos ellos permanecieron aquí hasta la
liberación de esta zona por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial, a
excepción de algo más de la mitad de los que desembarcaron en Túnez
(protectorado francés desde 1881) y del cerca de un centenar de militantes y
dirigentes comunistas que, en mayo de 1939, marcharon desde Argelia a la URSS.
Al igual que
sucedió en Francia, tampoco en los territorios franceses del norte de África se
había previsto nada para acoger a la posible oleada de los últimos momentos de
la Guerra. Por ello, hubo que improvisar centros
deinternamiento, algunos en la ciudad, pero otros en los muelles donde
desembarcaban. "Entre los refugiados que llegaron a Argelia, la proporción
de población civil era elevada, muchos de ellos constituían familias
enteras", escribe Alted.
El campo de
concentración más importante fue el de Morand, que llegó a tener algo más de
3.000 internados. Se encontraba en una zona muy inhóspita, donde soplaba con
fuerza el siroco y se alcanzaban temperaturas superiores a los cincuenta grados
en verano.
Conrado
Lizcano, que ha escrito sobre su experiencia en estos campos, coincidió en él
con el poeta Pedro Salinas. Lo describe así: "Era un hombre delgado,
tímido y afable que no sustentaba ninguna ideología concreta, pero que se
sentía identificado de corazón con la causa del pueblo español y las mejores
inquietudes culturales y artísticas del mundo moderno (...) Un buen día lo vi
llegar jubiloso con el petate en la mano. Había logrado la ¡liberación! A
través de una embajada iberoamericana que lo había reclamado".
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