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luns, 6 de decembro de 2010

Simón Bolívar de carne y hueso

 El escritor William Ospina se adentra en la contradictoria personalidad del libertador

VERÓNICA CALDERÓN  -  Madrid

EL PAÍS  -  Cultura - 27-11-2010

Antes que libertador de América Latina, Simón Bolívar (Caracas, 1783 - Santa Marta, 1830) fue un hombre enamorado. Su primera y única esposa fue la española María Teresa del Toro y Alayza, y su temprana muerte, ocho meses después de su boda en una iglesia madrileña en 1802, le marcó para siempre. "Si ella hubiera vivido, Bolívar quizá habría sido un hacendado más en Caracas, dedicado a su riqueza y a su vida familiar", aventura el poeta, ensayista y novelista colombiano William Ospina (Padua, 1954). Su libro En busca de Bolívar (La otra orilla), busca descifrar al "hombre fascinante y contradictorio" detrás del caudillo sudamericano.
Ospina, autor de Ursúa y El país de la canela, describe su última obra como "un retrato cubista" de Bolívar. "Deseaba abordar su biografía desde el punto de vista del arte", explica. El libro repasa, en capítulos breves, distintos episodios de la vida del militar y se propone descubrir al hombre contradictorio escondido tras la leyenda. "En el momento en que muere se convierte en un mito", opina Ospina. "Sus enemigos le preferían de mito que como un rival. Bolívar como símbolo les permitía utilizarlo para sus propósitos". La búsqueda del hombre tras el mito llevó a Ospina hasta Perú de Lacroix, un general francés que había combatido en el ejército de Napoleón y que, años después, peleó al lado de Bolívar.
Su Diario de Bucaramanga descubre a un Bolívar que es "la convergencia de muchas personas al mismo tiempo" -relata Ospina-, capaz de perder los estribos cuando era derrotado a las cartas e "incapaz de conformarse con pequeñas victorias". "El poder lo ha convertido en un modelo de política o de arte militar, o simplemente en un modelo para una estatua. Antes tenemos que ver su naturaleza humana. Era un amante de la naturaleza, un bailarín, un hombre que disfrutaba al viajar, es sorprendente. Un personaje que sigue muy vivo en América Latina", asegura. Huérfano a los nueve años y viudo a los 19, Bolívar se convenció de que "todo lo que amaba era tocado por la muerte y que no había nacido para ser feliz", explica el también ganador del Premio Rómulo Gallegos 2009. "Se convenció de que su propósito era liberar las fuerzas que construyeran el nuevo sueño de su América. Habría querido hacer más", afirma convencido.
En el libro llama la atención la metamorfosis del joven de familia acomodada en las colonias en América en fundador de una nueva cultura, que se identificó "con los símbolos y mitos del Nuevo Mundo". "Sin Bolívar y los demás libertadores de América Latina no habría existido un Pablo Neruda o un Diego Rivera. Ellos dieron ese primer paso", comenta el escritor. Aún cuando las metas eran ambiciosas. "Su desafío era fundar repúblicas. No se trataba de luchar por la independencia de España para hacer un cambio de dueños", observa. "Los grandes terratenientes, los dueños de esclavos, no estaban de acuerdo con sus ideales". Ospina defiende que el enaltecimiento e idealización de Bolívar opaca sus ideas y su proyecto para América Latina. Incluso sostiene que el multicitado "sueño de Bolívar" es más que una utopía. "La unión continental no se abrió camino porque sus generales prefirieron que cada quien tuviera una república a su medida", explica. Dos siglos después, no obstante, el argumento a favor de una fusión "es más realizable", asegura. No es de extrañar que un personaje que despierta tantas pasiones como Bolívar inspire una selección variopinta de biografías. Ospina menciona, además del trabajo de Perú Lacroix, biógrafos tan distintos como el colombiano Indalecio Liévano Aguirre o el español Salvador de Madariaga, autor de un retrato crítico sobre el caudillo que le ganó acusaciones de "colonialista" en su momento. El escritor también señala al alemán Gerhard Mansur y al británico John Lynch, que "no ocultan sus defectos ni se apasionan por sus virtudes". Bolívar se mantiene como el caudillo por antonomasia de América Latina. Su espada fue robada por la guerrilla colombiana en 1974 y hasta estuvo en las manos del narcotraficante Pablo Escobar antes de su devolución en 1991. Sus restos fueron exhumados en julio por el presidente venezolano Hugo Chávez.
Ospina explica que "los pueblos de América Latina, al ser jóvenes, necesitan crear su propia versión de sí mismos. Todos necesitamos vivir en un relato. Estos personajes, como Bolívar, asumen un papel casi místico". "Es natural que haya líderes que se proclamen como su único portavoz", añade. Bolívar, asegura, es más útil como un ideólogo que como una figura elevada a los altares. "Es importante dialogar con él. Es un error utilizar su imagen cuando se trata de un personaje tan contradictorio. Todos los estadistas, ya no solamente los latinoamericanos, sino del mundo, deberían dialogar con él". ¿Y qué fue lo que más sorprendió al escritor colombiano de un personaje tan repetido en su historia? "Su capacidad para soñar con metas cada vez más ambiciosas", responde.

mércores, 22 de setembro de 2010

Un monumento enciclopédico a la historia de América Latina



SOLEDAD GALLEDO-DÍAZ - Buenos Aires
EL PAÍS - Cultura - 15-09-2010

Volver a escribir la historia contemporánea de América Latina y de los países europeos que se relacionan con ella, hacerlo de acuerdo con nuevos métodos de estudio, las nuevas escuelas latinoamericanas de historiografía, y presentar todo ello en una colección que tendrá 95 volúmenes y en la que intervendrán más de 400 especialistas de 25 países, es el proyecto editorial presentado ayer en Buenos Aires, en el contexto del I Congreso Iberoamericano de Educación. Al acto asistió la infanta Elena de Borbón.

El profesor Carlos Malamud, que integra el comité editorial de la colección, explicó la importancia de que cada tomo se elabore con el mismo criterio en cuanto a división por periodos cronológicos y por el seguimiento de un esquema común que permita comparar los diferentes procesos históricos. Los libros están escritos con espíritu de "alta divulgación", en el sentido que el contenido sea de fácil acceso y lectura para cualquier persona interesada en la historia y no solo para especialistas, resaltó por su parte el historiador argentino Jorge Gelman, que coordinó los seis tomos dedicados a su país. La colección, elaborada por la editorial Taurus, parte de la ruptura del modelo colonial y la invasión napoleónica de la península Ibérica y se abre con tres volúmenes simultáneos que estudian la "crisis imperial e independencia" (1808-1830), desde Argentina, Chile y España.

mércores, 1 de setembro de 2010

Las invenciones de los nombres de las naciones latinoamericanas




JOSÉ CARLOS CHIARAMONTE / CARLOS MARICHAL / AIMER GRANADOS

ELPAIS.com - Internacional - 09-08-2010

Con el bicentenario (1810-2010) se recuerda y celebra la independencia de las naciones de Hispanoamérica. El complejo y, en muchos casos, desgarrador proceso de separación de la monarquía española implicó no solo guerras y revoluciones políticas, sino también un esfuerzo por renombrar cada uno de los nacientes países independientes. En la siguiente serie de artículos preparados especialmente para EL PAÍS, destacados historiadores analizan los orígenes coloniales o republicanos de los nombres de las naciones latinoamericanas, tarea que ha sido materia de algunos trabajos aislados, pero rara vez analizado en colectivo y de manera contrastada.

En algunos casos, los límites territoriales de las nuevas naciones, al menos en la primera década de la postindependencia, no estuvieron claros. Un ejemplo de esta situación lo proporciona la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de las cuales prontamente se segregaron las repúblicas independientes de Argentina, Paraguay y Uruguay; o el caso del surgimiento en 1823 de la breve República Federal de Centro América que luego dio paso a la formación de los Estados nacionales de Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala. Enteramente diversos fueron los procesos de independencia de otros países de esta vasta región, como se podrá observar en la lectura de los respectivos trabajos incluidos en este volumen. También- ¡y cómo no!- se ofrece en esta serie un estudio de la singular historia del nombre de Haití, la primera nación que obtuvo su independencia en Latinoamérica; y otro sobre Brasil, país que no tuvo que experimentar guerras sangrientas para alcanzar su independencia y encontró un camino singular para separarse de Portugal.

luns, 21 de xuño de 2010

Buenos Aires quiere borrar los símbolos españoles de su bandera


"No tiene sentido mantener un símbolo del poder colonial, que no representa en absoluto a los habitantes de la ciudad", defienden parlamentarios de centroizquiertda

Natalia Kidd (EFE) 16/06/2010

Cuando en 1580 el conquistador español Juan de Garay eligió como escudo de armas para Buenos Aires un águila negra y la corona de Castilla y León, ignoraba que aquel blasón se convertiría cuatro siglos después en la bandera de la ciudad, una imagen que ahora proponen borrar por "monárquica".

Dos legisladores de centroizquierda han presentado sendos proyectos para que el pabellón porteño que flamea en las oficinas públicas de la ciudad sea reemplazado por otro con una simbología "más acorde" a la identidad y los valores de Buenos Aires, según explicaron los parlamentarios.

"No tiene sentido mantener un símbolo del poder colonial, que no representa en absoluto a los habitantes de la ciudad", señaló el legislador Adrián Camps, de Proyecto Sur, quien impulsa la derogación de la ordenanza que en 1995 creó la bandera de la ciudad.

En aquel momento, no sin disidencias, se aprobó un diseño de pabellón en base al escudo de armas que el 20 de octubre de 1580 creó Garay, quien el 11 de junio de ese mismo año había protagonizado la segunda fundación de Buenos Aires.

El blasón está compuesto, tal y como se describe en la ordenanza de 1995, por un águila negra con una corona sobre su cabeza que representa el reino de Castilla y León, "cuatro hijos por debajo", que simbolizan las cuatro ciudades que Garay debía fundar, entre ellas Buenos Aires, y una "cruz colorada sangrienta que sale de su mano derecha", la Cruz de Calatrava.

"Ensalzar la fe católica"

El propio Garay explicó que eligió esos elementos para el escudo por "haber venido a este puerto con el fin y propósito firme de ensalzar la fe católica y servir a la corona real de Castilla y León, dar ser y aumentar los pueblos de esta generación".

Por esos avatares de la historia, todo testimonio gráfico de aquel escudo se perdió hasta que en 1910 un especialista en heráldica reconstruyó la imagen en base al propio testimonio de Garay.

"La bandera actual es un símbolo de la conquista, anacrónico, con un escudo que viene de la Edad Media española y ni siquiera refleja la colonización del Río de la Plata", sostuvo la legisladora María Elena Naddeo, de la fuerza política Diálogo por Buenos Aires.

La legisladora y profesora de historia, quien presentó un proyecto para que, por medio de un concurso, alumnos de las escuelas de la ciudad propongan un nuevo diseño de bandera, apuntó a la cruz sangrante como uno de los elementos más lejanos "a las aspiraciones, los principios y los valores" de la capital argentina.

Esta cruz pertenecía a la orden religiosa y militar de Calatrava, cuyo origen se remonta al siglo XII, para la defensa de la Villa de Calatrava frente a los ataques de los "infieles" musulmanes.

En una traslación al contexto del Río de la Plata del siglo XVI, la cruz y el resto de los elementos del escudo de Garay se tornan un símbolo "de guerra, de ocupación territorial y de lucha contra los pueblos indígenas", elementos que "por lo tanto no representan lo que hoy es Buenos Aires", consideró Naddeo.

"El escudo de 1580 refleja la realidad de un funcionario del imperio español de esa época y la ideología dominante que existía entonces, pero en 1995 esa simbología no representaba en absoluto la identidad de Buenos Aires", coincidió Camps.

En este contexto, el gobernante partido conservador Propuesta Republicana propuso modificar el actual pabellón para incorporarle una cinta celeste y blanca -los colores patrios argentinos- en conmemoración del bicentenario de la revolución que marcó el inicio del proceso hacia la independencia argentina, pero no planteó cambios respecto del escudo de armas en la bandera.

Los tres proyectos comenzarán a ser analizados en las próximas semanas en las comisiones de Asuntos Constitucionales y Cultura de la Legislatura porteña, un debate con final abierto.

La presidenta de la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, Leticia Maronese, quien investigó el proceso de creación de la polémica bandera, añade como "dato increíble" que, luego de la ordenanza de 1995, la insignia "no se usó por muchos años".

Según la experta, apareció de nuevo hacia el año 2000, coincidiendo con el "avance de cierto progresismo político en la ciudad".

martes, 2 de febreiro de 2010

¡Viva el rey! ¡Abajo el imperio!


¿Libertadores épicos o estereotipados? - Una oleada de libros indaga en el proceso de las independencias latinoamericanas en su bicentenario

JOSÉ MIGUEL LARRAYA - El País - 02/02/2010

"La desaparición del imperio español, si se parece a algo, es al fin del imperio soviético en 1989", afirma Manuel Lucena Giraldo, autor de Naciones rebeldes (Taurus). "Se deshizo desde el centro a la periferia". Doctor en Historia, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y profesor visitante en Harvard, Lucena Giraldo es uno de los muchos especialistas que fijan en estos tiempos su interés en el proceso libertador de Latinoamérica. La ocasión editorial lo merece.

La revolución cumple 200 años. Concretamente, el 19 de abril, aniversario de la creación de la Junta Suprema de Caracas, fecha señalada por la mayoría de los historiadores como el arranque de un proceso que culminaría 14 años después en el campo de batalla de Ayacucho, Perú, y que puso fin a la presencia de la monarquía española en el continente americano. Naciones rebeldes es una de las aportaciones más lúcidas de cuantas inundan las librerías. Una lista que incluye un clásico de la literatura histórica británica, Los libertadores, de Robert Harvey (RBA).

El libro de Harvey se centra en las biografías de siete personajes que tuvieron papeles importantes en las luchas por la independencia: Simón Bolívar, que soñó con una América unida; el precursor, conspirador y revolucionario Francisco de Miranda; el héroe argentino José San Martín; el prócer chileno Bernardo O'Higgins; el emperador mexicano Agustín de Iturbide; el rey de Brasil Pedro I; y Thomas Cochrane, almirante, aventurero y héroe en Chile y Brasil. Son más de 500 páginas de prosa brillante y amena.

Una estructura que recuerda a la obra del cubano Rafael Rojas Repúblicas de aire (Taurus), que se alzó con el I Premio de Ensayo Isabel Polanco con un inspirado retrato de los primeros republicanos del continente. Una mirada más en profundidad sobre el proceso es lo que ofrece Las independencias de América (Catarata), de Manuel Chust e Ivana Frasquet. O el libro de Lucena Giraldo, que se refiere al derrumbe del Antiguo Régimen por la invasión napoleónica y al surgimiento del liberalismo que nació en las Cortes de Cádiz y se extendió por buena parte de América.

Manuel Chust, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Jaume I de Castellón, abunda en esa corriente de la historiografía que ha abierto un debate sobre la supuesta inevitabilidad de las independencias, que valora los aportes de la historia económica y social y procura el "desmonte del culto a los héroes".

Y culto a esas heroicidades es lo que inspira Los libertadores, de Harvey, autor de un buen número de biografías y ensayos de historia militar y política. Su espléndida narración de la lucha por la independencia desde 1810 a 1830 tiene como protagonista indiscutible a Simón Bolívar. Su audacia militar, pese a su falta de experiencia previa, su visión estratégica y su brillante pluma quedan bien reflejadas en el libro. Tres personajes le acompañan en esta gran aventura: Francisco de Miranda, venezolano como él, militar español, agente inglés, revolucionario en Francia, y el gran animador de la lucha por la independencia. El argentino José de San Martín, oficial español que combatió a los franceses en Bailén y que después creó el ejército de los Andes, clave en la independencia de Argentina, Chile y Perú. Y Bernardo O'Higgins, hijo de un militar irlandés que sirvió al servicio de la Corona española, fue virrey de Perú y padre de la patria en Chile.

En ese cuadro de audaces conspiradores, siempre auspiciados discreta o explícitamente por la Corona británica, no podía faltar un marino como Thomas Cochrane, capitán de navío, tan valiente como turbio en su peripecia vital, cuya leyenda sólo es superada, en esa época, por la de Horatio Nelson. Los dos restantes libertadores son de un perfil diferente: Pedro de Braganza, rey de Brasil, el más "insólito", el único que pertenecía a una familia real, y el general Agustín de Iturbide, que proclamó la independencia sin disparar un tiro, relegado hoy en la memoria mexicana en favor del cura Hidalgo, que el 16 de septiembre de 1810 enarboló un estandarte con la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, patrona de México, en el que se leía: "Viva la religión. Viva nuestra madre santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno". Fue llamado el Grito de Dolores, que se celebra como el inicio de la independencia.

Pero el problema de los relatos épicos es la tendencia a establecer estereotipos. Manuel Lucena Giraldo, en Naciones rebeldes, que figuró entre los libros de historia del año en el The Times Literary Supplement, señala que los relatos dedicados a edificar una mitología nacional son una versión de las élites blanca y criolla. "Los peninsulares, malos, rencorosos y avariciosos, agravian a los americanos, buenos y virtuosos", sería el estereotipo más convencional, versión de la leyenda negra española.

En su ensayo destaca que el optimismo que animó el cambio político frente a la crisis del imperio español tiene actualidad. "Si se intentan superar los sólidos lugares comunes que cimientan el excepcionalismo latinoamericano, centrado en la idea del fracaso permanente frente al éxito de Estados Unidos, Europa y demás primeros mundos, el mensaje del bicentenario radica en que existe un nuevo futuro posible, porque así ocurrió en el pasado".

Los procesos revolucionarios de esa época, según Manuel Chust, van a afectar a las monarquías absolutistas y las van a abocar a su disolución. Por ello, Lucena Giraldo no comparte la opinión de una política venezolana de que España no tiene nada que decir en el bicentenario: "Los españoles tienen algo que decir porque de ese imperio venimos 22 repúblicas latinoamericanas y una monarquía parlamentaria europea, que es España".

Mapa para dos siglos de historia

- Los libertadores, de Robert Harvey (RBA).

- Las independencias en América, de M. Chust e I. Frasquet (Catarata).

- Las repúblicas de aire, de Rafael Rojas (Taurus).

- Naciones rebeldes, de M. Lucena Giraldo (Taurus).

venres, 29 de xaneiro de 2010

La Galicia que derrotó a Inglaterra


Buenos Aires celebra los 200 años de historia del Tercio de Gallegos

JOSÉ LUIS ESTÉVEZ - El País - 27/01/2010

A comienzos del siglo XIX, milicianos criollos y españoles impidieron que Buenos Aires fuese tomada por uno de los ejércitos más poderosos del mundo en ese momento: el de la Inglaterra que acabó sometiendo al mismísimo Napoleón. El llamado Tercio de Gallegos, creado en 1806, fue uno de los grandes protagonistas de esa batalla que tuvo importantes consecuencias para la futura independencia de Argentina, cuyo bicentenario comienza a celebrarse este año al otro lado del Atlántico.

Horacio Vázquez, descendiente de gallegos, es el artífice de la resurrección de este regimiento en el que ejerce actualmente como comandante. El Tercio ahora tiene funciones protocolarias y ha comenzado a ser muy valorado en el país austral por su importancia histórica. El trabajo de investigación llevado a cabo por Vázquez ha permitido reconstruir la historia del Tercio, que tuvo una efímera existencia entre 1806 y 1810 y renació en 1995 como guardia de honor de la Escuela de Náutica Manuel Belgrano, ubicada en la zona portuaria de Buenos Aires.

Esta escuela es el embrión que facilitó el nacimiento del Tercio. Belgrano creó esta institución en 1799 para formar oficiales de la Marina Mercante. En 1806 se produce el primer intento de conquista de Buenos Aires por parte de los ingleses que desembarcaron y llegaron a conquistar la ciudad. Tropas milicianas, vecinos, gauchos y combatientes de distintas partes del Virreinato del Río de la Plata lograron reconquistarla. Ante la previsión de que pudiera producirse un nuevo ataque inglés, comenzaron a organizarse una serie de cuerpos de voluntarios integrados por personas de todos los estamentos de la época: españoles, criollos, indios, labradores, funcionarios, militares, sacerdotes... Entre ellos se crea el Tercio de Gallegos, el segundo en cuanto a número de integrantes con un total de 600, sólo por detrás del llamado Regimiento de Patricios, compuesto por ciudadanos de Buenos Aires.

Según explica Horacio Vázquez, una de las características peculiares de estos regimientos era su organización democrática, con la elección de los mandos a cargo de los propios miembros de la milicia. El Tercio se formó con ocho compañías de fusileros de línea y una de granaderos, que eligieron como comandante al ingeniero pontevedrés Pedro Cerviño, entonces director de la Escuela de Náutica y que más tarde también tendría un papel destacado en los inicios de la Revolución de Mayo, proceso que acabaría culminando con la independencia de Argentina.

Finalmente, a finales de junio de 1807, los ingleses desembarcaron en las proximidades de Buenos Aires, pero esta vez lo hicieron con una fuerza de unos 14.000 soldados. Para dar una idea de lo que esto representaba hay que tener en cuenta que Buenos Aires apenas contaba entonces con 40.000 habitantes. Tras unos primeros días de combate en los que parecía que los ingleses iban a conseguir su objetivo de conquistar la ciudad, el contraataque llevado a cabo por los milicianos les permitió repeler la invasión. El 5 de julio el general Crawford entregó su espada al capitán Bernardo Pampillo, perteneciente al 7º Regimiento del Tercio de Gallegos, en el convento de Santo Domingo.

Tras este episodio glorioso el Tercio siguió existiendo algún tiempo más. Según explica Horacio Vázquez, la disolución se produjo por diferencias internas entre los que apoyaban a la Corona española y los que apostaban por la independencia de la metrópoli. Entre estos últimos se encontraba Bernardino Rivadavia, que luchó contra los ingleses dentro del Tercio y que acabó siendo el primer presidente de Argentina en 1826, aunque apenas logró ejercer el cargo durante un año.

La labor desarrollada por Horacio Vázquez en los últimos años ha permitido recuperar la historia del Tercio y situarla en el contexto de la época. Desde 2005 se celebra una jornada anual en la que participan también los ingleses que viven en la ciudad y se recrean los combates que tuvieron lugar hace 200 años. A lo largo de 2010 los uniformes del Tercio se verán en los desfiles del 25 de mayo que conmemoran la independencia argentina y, además, se publicará un libro sobre la figura de Pedro Cerviño y una novela basada en las historias de los soldados del Tercio.

Entre los tesoros que se han conseguido recuperar está la bandera original del Tercio, que estaba casi destruida y que ahora puede verse, junto a otros objetos de la época, en el museo de la Escuela de Náutica. Los muchos lazos que unen a Galicia y Argentina están más presentes que nunca en la historia del mítico Tercio de Gallegos.

sábado, 28 de novembro de 2009

El legado de la libertad


John Lynch, biógrafo de Simón Bolívar y de José de San Martín, reivindica la figura de los dos grandes héroes de la independencia. "Ejercieron un liderazgo desinteresado, sin esperanzas de obtener privilegios, ambos fueron modélicos"

FERNANDO GUALDONI- El País- 28/11/2009

Una legión de ordenanzas, desde la ciudad de Panamá hasta Tierra del Fuego, se afana en sacarle brillo a los miles de retratos de Simón Bolívar y José Francisco de San Martín que presiden las aulas, cuarteles y ministerios desde hace casi dos siglos. Son los rostros mitificados de los dos máximos libertadores de América del Sur que suelen compartir pared con Jesucristo crucificado. Son los héroes intocables. Aunque el legado de ambos se ha utilizado como al gobernante de turno le viniera mejor, sus vidas han estado por encima de todo, como si hubiesen sido sobrehumanos.

Ningún latinoamericano gusta de asumir que ambos libertadores acabaron su obra apesadumbrados. Los dos empezaron su lucha como auténticos republicanos y la terminaron coqueteando con la monarquía. Bolívar llegó incluso a redactar una Constitución vitalicia y con derecho a elegir sucesor. San Martín abandonó su Argentina natal y murió en el exilio en Francia, mientras que su par venezolano falleció enfermo en Colombia, poco después de que su sueño de una América unida se hubiera roto para siempre.

"San Martín y Bolívar pueden describirse como herederos del absolutismo ilustrado, ambos creían que la mejor forma de servir a la independencia era a través de gobiernos fuertes que impusieran el cambio social contra los intereses de los terratenientes", explica el prestigioso hispanoamericanista John Lynch. Para este profesor, "criticar a ambos por haber acabado sus vidas siendo absolutistas conservadores en vez de demócratas liberales es sacar las cosas de quicio. Ninguno de los dos podía satisfacer todos los intereses y no eran tan idealistas como para llevar a sus países hacia la destrucción en una vaga búsqueda de la igualdad. Tuvieron dudas legítimas sobre cuál era el nivel de libertad apropiado y hasta dónde los diferentes grupos opuestos podían actuar sin poner en peligro la propia existencia de los nuevos Estados. Respecto al ejercicio de un liderazgo desinteresado, sin esperanzas de obtener privilegios, ambos libertadores fueron modélicos".

El profesor Lynch, de 82 años, declinó la oferta de hacer una entrevista en Londres por problemas de salud y prefirió hablar sobre las independencias hispanoamericanas desde su ordenador. A través del ciberespacio, el director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres -hoy Instituto de las Américas- desde 1974 a 1987 reflexiona sobre los acontecimientos de hace 200 años y cómo éstos aún marcan la vida de los hispanoamericanos. Es un ir y venir de preguntas que podría prolongarse infinitamente.

Lynch conoce la vida de los libertadores como pocos. En 2006 publicó la biografía de Bolívar y hace sólo unos meses la de San Martín (Yapeyú, 1778-Francia, 1850), las dos en la editorial Crítica. No sólo relata sus vidas, sino que contextualiza minuciosamente sus decisiones. Desde la grandeza hasta las intrigas y la rivalidad que pudo haber entre los dos... Todo está en esos textos. En las biografías aprovecha para poner en primer plano y con lujo de detalles la sociedad hispanoamericana de la primera mitad del siglo XIX. Son el complemento de otros dos textos clave de Lynch para entender la construcción de los nuevos Estados: Las revoluciones hispanoamericanas, 1808- 1826 (Ariel, 1989) y Caudillos en Hispanoamérica, 1800-1850 (Mapfre, 1993). (...)

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