El hallazgo de los restos ilumina el decisivo combate que ganaron los
griegos a los cartagineses hace 2.500 años
JACINTO ANTÓN - Barcelona -
30/01/2011
Fue una de las batallas más tremendas y decisivas libradas por los
antiguos griegos, y en ella también se jugó la suerte de la civilización
occidental como la conocemos. Todo el mundo ha oído hablar de Salamina y, sin
embargo, ¿quién recuerda Himera? Esa batalla tuvo lugar, según Heródoto (Libro
VII), el mismo día que la de Salamina, durante la última semana de septiembre
del 480 antes de Cristo, si bien en tierra y muy lejos hacia el oeste. Si junto
a la isla de Salamina, cerca de Atenas, los griegos derrotaron a los persas y
conjugaron el peligro de caer bajo el yugo del poderoso imperio oriental,
hundiendo la incontable flota de Jerjes, frente a Himera, en la costa norte de
Sicilia, cerca de Palermo, una coalición de colonos griegos -mandados por Terón,
tirano de Agrigento, y Gelón, rey de Siracusa- venció a otros peligrosísimos
enemigos, otros "bárbaros", estos occidentales, los cartagineses,
salvaguardando uno de los territorios helenos más importantes.
La coincidencia de los ataques, el persa y el cartaginés, hizo pensar a
los griegos en un pacto de sus dos grandes enemigos para hacerles la pinza
desde el este y el oeste. Las fuentes de la antigüedad -comparan Himera con
Platea- hablan de una batalla grandiosa, que ahora confirma la arqueología, y
que acabó con el enorme ejército cartaginés completamente derrotado y el
suicidio de su comandante, Amilcar (un Magónida, nada que ver con los Bárcidas),
que se habría lanzado a las llamas de una pira sacrificial, a lo Dido, evitando
la captura.
El combate tuvo algo de guerra de Troya, pero al revés: los griegos
asediados, que al principio llevaban la peor parte, hasta el punto de que
tapiaron las puertas de la ciudad y asaltaron con un ardid -haciéndose pasar
por caballería enemiga- el campamento en la playa de los atacantes cartagineses
incendiando sus naves varadas. La contienda prosiguió en la llanura entre la
playa y la ciudad, donde el campo de batalla ha sido ahora localizado.
De la ferocidad de la lucha -"fue grande la carnicería",
escribe Diodoro Sículo- nos da fe el descubrimiento de los enterramientos de
los guerreros griegos caídos en la batalla. Los arqueólogos han hallado incluso
varias sepulturas colectivas, verdaderas fosas comunes, con los soldados
alineados en una última y espectral revista y todos con heridas escalofriantes,
en las que se escucha el eco metálico de la guerra antigua con toda su
ferocidad. Desde el punto de vista científico pueden representar la mayor
fuente de información sobre cómo luchaban y morían los griegos.
"Hemos excavado siete fosas comunes de la batalla con un centenar de
cadáveres, pero hay muchísimas sepulturas individuales más de guerreros y 26
tumbas de caballos, muy raras en el mundo griego y que deben tener que ver con
ese papel protagonista de la caballería en la batalla, para recordarlo",
explica el director científico de las excavaciones, el arqueólogo Stefano
Vassallo. El estudioso, que ha participado en un curso del Instituto Catalán de
Arqueología Clásica (ICAC), recuerda que la necrópolis de Himera es una de las
más grandes de Italia y en ella han excavado ¡9.000 tumbas! de diferentes épocas
durante los trabajos preventivos de la construcción de la línea ferroviaria
Palermo-Mesina, iniciados en 2008 y recién concluidos.
Vassallo señala que los guerreros griegos de las fosas comunes yacen
todos en posición dorsal, son hombres de edades entre los 25 y los 30 años y
presentan traumatismos violentos debidos a heridas de armas de tajo o lanza.
Muchos conservan trozos del arma que les causó la muerte: puntas de flecha o de
lanza que penetraron tan profundamente que no se pudieron extraer del cuerpo.
El arqueólogo no cree que la coincidencia con Salamina sea literal (para
Diodoro Sículo, Himera se libró el mismo día que la batalla de las Termópilas),
pero tampoco que Heródoto se lo inventara. "No es un mito, hubo sin duda
sincronía entre ambas campañas".
Himera tiene un epílogo amargo. Si bien
los griegos pararon definitivamente a los persas en las guerras médicas, los
cartagineses volvieron 70 años después y la revancha fue completa. En la
segunda batalla de Himera (409 antes de Cristo), el nieto de Amílcar, Aníbal
(otro, no el terror de los romanos), venció a los griegos y arrasó la ciudad.
Himera no volvió a ser ocupada. "Fue una vendetta tremenda",
asegura Vassallo. También de esta notable batalla se han excavado otras dos
fosas comunes, una con 59 cadáveres. Vassallo cree que otra fosa con centenares
de esqueletos muy desordenados podría albergar los restos de las víctimas de la
masacre de civiles ordenada por Aníbal tras la toma de la ciudad para apaciguar
el fantasma de su abuelo.
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