OLIVIA
CARBALLAR / 7 Abr 2014 publico.es
“Imaginaos
ciento cincuenta mil hombres, mujeres y niños que huyen en busca de refugio
hacia una ciudad situada a cerca de doscientos kilómetros de distancia. No hay
más que un camino. No hay más vía de escape. Y este camino, encajonado entre
los altos picos de la Sierra Nevada y el mar, cortado en sus mismos tajos, sube
y baja, desde el nivel del mar a las montañas, en declives de más de 30
metros”. Quien escribe este párrafo no se lo imaginó. Lo vivió. Lo fotografió.
Lo contó. Y ayudó a muchos de esos hombres, mujeres y niños a salvar sus vidas.
Es Norman Bethune, un médico canadiense que llegó desde Barcelona a Almería,
con un camión con sangre para practicar transfusiones, el 10 de febrero de
1937, en plena desbandá del pueblo malagueño.
“En Almería
supimos la noticia de la caída de Málaga y nos aconsejaron que no siguiésemos
nuestro camino”, cuenta Bethune en su relato El crimen del camino
Málaga-Almería, que acaba de ser reeditado por la Consejería de
Aministración Local y Relaciones Institucionales. Él y su ayudante, Hasen Sise,
continuaron a bordo de la UVI móvil de aquel momento. Un cambión ambulancia
pintada de gris, conducida por otro canadiense, con el siguiente letrero:
“Servicio permanente de transfusión de sangre”. “Llévate a este, mira este
niño. Este va herido. Niños con los bracitos y las piernas enredados en trapos
ensangrentados; niños sin zapatos, con los pies hinchados; niños que lloraban
desesperados de dolor, de hambre, de cansancio. Doscientos kilómetros de
miseria. Imaginaos lo que serían cuatro días de andar escondiéndose en el
puerto”. ¿A quién elegir? ¿A quién ayudar ante la multitud de padres clamando
ayuda? El doctor y sus ayudantes terminaron desmontando el interior de la
ambulancia y la usaron para trasladar a los más necesitados, sobre todo a los
niños.
El profesor
Majada, delante del televisor, horrorizado por las imágenes de la guerra de
Yugoslavia, se dijo: “Esto es lo mismo que lo que vi en aquellas fotografías”
El
Parlamento andaluz acoge estos días la exposición Norman
Bethune. La huella solidaria, organizada por el Centro Andaluz
de Fotografía (CAF). La muestra, que acoge las únicas fotografías que dan
testimonio de aquel horror, está acompañada por una publicación trilingüe
(español, inglés y francés) que contiene, junto a las imágenes, las narraciones
del propio Bethune y de cómo vivió la tragedia que sufrieron los civiles
malagueños, e incluso, testimonios de quienes entonces eran unos niños recopilados
por el comisario de la exposición y coordinador de la publicación, Jesús
Majada. “Yo me encontré con ese horror de casualidad. Me dedicaba a estudiar
cómo los extranjeros veían a los andaluces y tuve noticias sobre un médico que
había escrito un libro sobre el crimen del camino Málaga-Almería. Lo encontré
en una biblioteca de Cataluña“.
El profesor
Majada no tenía ni idea en ese momento de lo que habían vivido estas personas a
pesar de que llevaba treinta y tantos años viviendo en Málaga. Hasta que un
día, delante del televisor, horrorizado por las imágenes de la guerra de
Yugoslavia, se dijo: “Esto es lo mismo que lo que vi en aquellas fotografías”.
Nada decían los libros de esa historia tan cercana que, sin embargo, sí estaba
presente en muchas familias malagueñas. “Era una historia muy viva que estaba
silenciada”, añade Majadas. Entonces tampoco se hablaba de memoria histórica.
Ni cuando se expuso por primera vez esta muestra, hace diez años, que ha
recorrido ya una docena de ciudades españolas y ha pasado por Montreal y
México.
Durante
cinco días, sin apenas descansar ni dormir, este médico canadiense salvó vidas
y ayudó a muchas familias desfallecidas y hambrientas, “a costa de poner él
mismo en riesgo su propia existencia y la de sus heróicos ayudantes”, escribe
el director general de Memoria Democrática de Andalucía, Luis Naranjo, en el
prólogo del libro reeditado. Héroes, sin embargo, ignorados en España. “Hasta
hace muy poco el hospital principal de Málaga se llamaba Carlos Haya, el
aviador que bombardeó la ciudad”, recuerda Majada. “Bethune debe ser
recuperado como parte importante de la memoria democrática de este país, ya que
representó como pocos los valores de solidaridad, resistencia y lucha por la
libertad y la justicia que constituyen el mayor patrimonio histórico de las
clases trabajadoras”, añade Naranjo.
“Cuando se
habían alejado los aviones levanté del suelo los cadáveres de tres niños que
habían estado tres horas de pie en una cola esperando su ración de una taza de
leche condensada y un pedazo de pan”
“Deliberadamente arrojaron diez bombas en
el centro mismo de la ciudad, en la calle principal, donde, amontonados en el
pavimento, dormían exhaustos los refugiados. Cuando se habían alejado los
aviones levanté del suelo los cadáveres de tres niños que habían estado tres
horas de pie en una cola frente al Comité Provincial de Evacuación, esperando
su ración de una taza de leche condensada y un pedazo de pan, único alimento
disponible. La calle parecía un degolladero, con los muertos y los agonizantes,
alumbrado por las llamas de los edificios que ardían”, escribió Bethune. “¿Qué
crimen habían cometido estos hombres de la ciudad para ser asesinados de modo
tan sangriento?”, se preguntaba el médico. “Su único crimen había sido el de
votar por un Gobierno del pueblo”.
En
1938, Bethune viajó a China para unirse al Ejército Popular, donde ejerció como
cirujano de campaña. Las condiciones insalubres en las que operaba le
provocaron una septicemia que le causó la muerte el 12 de noviembre de 1939.
Este año justamente se cumple el 75 aniversario de su fallecimiento. En China
es una figura legendaria. En Canadá, un genio. En España, de momento, un
desconocido.