Kim Nguyen firma Rebelde (War Witch), retrato del horror de los niños
soldados y al mismo tiempo historia de amor y de supervivencia
BEGOÑA PINA Madrid 10/05/2013 publico.es
Premios en
Berlín, Tribeca, Sitges, Canadá... y unas críticas apabullantes -"la
película más impresionante del año", "extraordinaria",
"profundamente conmovedora", "imposible de olvidar",
"impactante y perturbadora"...- es el aval con el que aterriza en los
cines españoles Rebelde (War Witch), retrato del horror de los
niños soldado realizado con dureza, sin concesiones. No hay espacio en la
película para manipulaciones emocionales, pero tampoco lo hay para
secuencias de violencia explícita.
Protagonizada
por Rachel Mwanza, una niña abandonada que vivía en las calles de
Kinshasa y que, tras este trabajo, conquistó el Oso de Plata a la Mejor
Actriz en el Festival de Berlín, la película cuenta la historia de Komona,
una niña de doce años secuestrada por el ejército rebelde, obligada a combatir
como niña soldado. Al mismo tiempo, Kim Nguyen narra la historia de amor de la
chica con su amigo, ‘el Mago', un joven albino de quince años que quiere
casarse con ella. Representante de Canadá en la carrera por el Oscar, Rebelde
es un ejercicio de denuncia a una de las mayores barbaries de este mundo y un
grito de esperanza a la cuota de resistencia que sobrevive en el corazón de
todos los niños.
Su
historia es una mezcla de odio y amor, está la violencia y la guerra y la
historia de amor de los dos niños, ¿es posible el amor en un mundo así?
Absolutamente.
El amor es una de las cosas más importantes que busca la gente en tiempos de
guerra. Es una de las cosas más verdaderas acerca de la vida, lo he visto en
los lugares más duros del mundo. En mi opinión, el amor es hoy mucho más
difícil de conseguir en las sociedades cómodas, seguras, abrumadas por las
posibilidades de elección y llenas de deseos consumistas creados
artificialmente. Nuestro sistema económico de ‘usar y tirar' es mortal para las
relaciones.
¿Lo más
salvaje, lo peor del ser humano, es convertir en salvajes a los niños,
quitarles su inocencia?
Quizás. Pero
todos nosotros tenemos parte de responsabilidad en esa salvajada, somos parte
de esa barbarie. Lo somos a través de nuestras inversiones basadas estrictamente
en el beneficio, de nuestro silencio y de nuestra inacción, cuando ya hemos
sido conscientes de lo que ocurre.
En
90 minutos se ve la evolución de la niña a mujer, ¿la brutalidad impide a esos
niños vivir la infancia? ¿Son adultos antes de tiempo?
Por lo que
he visto, ellos son los seres humanos más complejos que hay sobre la faz de la
Tierra. Ellos son niños y son adultos, víctimas y criminales, desean amor y
desean un poder brutal. Son miedosos, temen, y son valientes, audaces.
¿Por qué
una niña y no un niño?
La mayoría
de las imágenes de niños soldados muestran a niños y el hecho es que
aproximadamente la mitad, el 50 por 100, son niñas. Sentí que teníamos que
acabar con las ilusiones y dar voz a una de las personas vivas más heroicas que
haya conocido la historia: una niña soldado que tiene la capacidad de
resistencia necesaria para sobrevivir.
La niña,
Rachel Mwanza, ganó el premio a Mejor Actriz en Berlín y Tribeca, era una niña
de la calle, ¿dónde la encontró? y ¿qué es de ella ahora?
Nuestro
casting se hizo en sesiones abiertas. Nuestros colegas congoleños fueron por
todo Kinshasa buscando nuevos talentos. Algunos niños que vivían en la
calle mostraron inmediatamente tener una autenticidad que estaba más allá de
cualquier prueba. Ellos tenían un aura especial, que no tenían niños más
afortunados, que vivían en sus casas con sus familias. Era como si no tuvieran
miedo a ser totalmente ellos en cada momento, sin limitaciones y como si su
permanente estar atentos, vigilantes, diera vida a sus silencios. Y Rachel
Mwanza era la mejor en esta estirpe poco común de actores. Ella vivía dentro y
fuera de las calles, había participado en un documental belga antes de que
nosotros descubriéramos su talento. Rachel es ahora parte de un programa de
reinserción de cuatro años, en Kinshasa, y vive con un tutor. Está aprendiendo
a leer y escribir y dentro de pocos años cumplirá 18. Ha realizado avances
increíbles en el último año, aunque se enfrenta aún a desafíos inmensos, pero
Rachel es una de las personas más fuertes que podrías encontrar en tu vida.
En la
película huye de lo lacrimógeno, no manipula emocionalmente, y también huye de
las carnicerías, ¿la realidad era demasiado dura o es que es mejor dejar
espacio a la imaginación?
Dejar a la
imaginación es siempre mejor en el cine. Hacer comprender al espectador a qué
nivel de violencia puede llegarse, pero mostrando lo menos posible era la
apuesta.
¿Lo que
dice finalmente su película es que existe un espacio de resistencia a todo esto
en el corazón de los niños?
Absolutamente.
Y esa resistencia está en todas partes en el Congo. Nosotros tenemos que darles
las herramientas para que esa sociedad encuentre su propia fe y su propio
camino.
En la
investigación habló con niños ex soldados en Burundi, ¿qué le sorprendió más? Y
¿qué le revolvió más?
Lo que más
me sorprendió fueron las actitudes verdaderamente infantiles de todos, a pesar
del horror. Lo que más me preocupó fue la mirada fija de esos niños que habían
sido soldados, es una mirada rota.
¿Por qué
decidió rodar en Kinshasa, República Democrática del Congo? Otros sitios, por
ejemplo, Kenia, hubieran sido más cómodos
Kinshasa
tenía la idiosincrasia que necesitaba la película. Estuvimos en lugares
increíblemente extraños, rarísimos, como una ‘ciudad prohibida' abandonada,
construida por Mobutu en los años ochenta para los dignatarios europeos. La
levantó con la ayuda de cerca de 200 arquitectos chinos a los que trajo y dejó
en medio de la selva.
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