Un libro relata
la vida de Enrique de Castro, el 'cura rojo', y su lucha dentro de la iglesia
de base por ayudar a los más desfavorecidos
eldiario.es Susana Hidalgo 11/05/2013
En 2007, la iglesia de San Carlos Borromeo, en el barrio de Entrevías
(Madrid) se hizo famosa a escala internacional por el desencuentro que
protagonizaron sus sacerdotes (Enrique de Castro, Javier Baeza y Pepe Díaz) con
la jerarquía eclesiástica que representaba el Arzobispado de Madrid con Antonio
María Rouco Varela a la cabeza. El arzobispado estuvo a punto de cerrar la
iglesia porque no le gustaba ni el tono transgresor de las liturgias, ni que
los tres sacerdotes no agacharan la cabeza ante la jerarquía ni que la comunión
se diese con rosquillas en vez de que con obleas. San Carlos Borromeo siempre
ha librado su particular batalla en contra de la Iglesia con mayúsculas y, por
otro lado, a favor de los marginados.
Ediciones Lectio, editorial especializada en temas sociales, lanza ahora el
libro Así en la
tierra. Enrique de Castro y la iglesia de los que no se callan,
escrito por el periodista Marçal Sarrats, con epílogo del propio Enrique y prólogo
de Luis García Montero. Esta editorial ya publicó un libro bastante polémico en
2011 sobre el pare Manel, otro cura de base de Barcelona, y en el que éste
declaraba que había “bendecido” uniones civiles homosexuales. Sus declaraciones
a punto estuvieron de costarle la excomunión.
Enrique de Castro tampoco se queda corto en desagradar a la jerarquía
eclesiástica. Para él, “la Iglesia Vaticana es antievangélica porque el
Vaticano es el mundo de la no fe. La mayoría de obispos cree en su poder pero
no tienen fe en el Evangelio, que es lo mismo que tener fe en el ser humano.
Para tener fe hay que ser un ser humano desnudo y por eso he dicho más de una
vez, refiriéndome a los obispos: Quedaros desnudos, en pelotas, fuera ropajes y
salid a la calle. Porque son incompatibles el poder y el dinero, con Dios”.
Como el pare Manel, De Castro no está en contra del uso del preservativo,
los matrimonios homosexuales o el derecho al aborto. “En la parroquia siempre
hemos recomendado el uso del preservativo. ¿Cómo no vas a hacerlo si hemos
estado siempre rodeados de enfermedad y muerte?”, señala el sacerdote. “Los
gays son personas iguales que las demás. Y punto. ¿Qué más añadir? ¿Cómo va a
ser el cristianismo incompatible con la homosexualidad? No existe ningún código
de moral en el Evangelio y mucho menos de moral sexual”, dice acerca de la
homosexualidad.
Temas polémicos aparte, si algo refleja el libro escrito por Sarrats es que
San Carlos Borromeo no es solamente la figura de Enrique de Castro. En torno al
desvencijado edificio de Entrevías se ha creado una microsociedad formada por
vecinos, inmigrantes, desahuciados, pobres, y todo aquel “al que han expulsado
del resto de sitios”, como explica Carmen Díaz, vecina de Vallecas. Carmen
forma parte del grupo Madres Unidas contra la Droga, que reúne a muchas de las
mujeres que en los años 70 y 80 perdieron a sus hijos por culpa de la droga.
Carmen, de 61 años, llegó hace 30 a la parroquia, “sin casa, muerta de hambre”.
Pero con el resto de mujeres descubrió que había mucho que hacer en Entrevías.
“Cuando se formó el grupo de madres, muchas no tenían ideas políticas, no
estaban acostumbradas a gritar porque estaban reprimidas por el franquismo”,
recuerda esta mujer.
A partir de esos años, San Carlos Borromeo y su
microsociedad han ido viviendo los grandes cambios que han sufrido los barrios
periféricos de las grandes ciudades, como Vallecas, y los problemas derivados
de la crisis. “Seguimos ayudando a toxicómanos, pero también a presos, a
pobres, a desahuciados, a madres que han perdido la custodia de sus hijos, nos
llega lo que no quiere nadie, hacemos lo que podemos”, concluye Carmen.
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