mércores, 28 de agosto de 2013

“Roosevelt se lamentó de no dejar que la República comprase armas”


Aurora Bosch obtiene el premio de los historiadores de EE UU por ‘Miedo a la democracia’
El libro ahonda en el papel de Washington en la Guerra Civil española
Franklin Delano Roosevelt profesaba simpatía por la Segunda República española. Su mujer Eleonor siempre lo decía. No obstante, el presidente estadounidense hizo oídos sordos a la petición del Gobierno democrático de poder comprar armas en el mercado americano para combatir a los franquistas. Y no hizo la vista gorda, como en la coetánea guerra civil china, para relajar la neutralidad de EE UU y suministrar ayuda al Ejército republicano. Sabía poco de España, estaba centrado en salvar los obstáculos internos a su política intervencionista del New Deal para paliar la tremenda crisis del 29 y respaldaba la estrategia de sus aliados, Reino Unido y Francia, para contener el conflcito español. Pero, ¿qué hubiera pasado si esa simpatía de los Roosevelt se hubiese traducido en algún tipo de intervencionismo?
La historiadora Aurora Bosch arquea las cejas, casi imperceptiblemente. Ella no hace ficción, no ha escrito La conjura contra América, en la que Philip Roth imagina las consecuencias de la pérdida de las elecciones en 1940 por parte de Roosevelt frente al aviador filonazi Charles Lindberg, en una novela cuya excelente contextualización fue distinguida incluso por los historiadores. Esta catedrática de Historia Contemporánea de la Universitat de València ha escrito Miedo a la democracia. Estados Unidos ante la Segunda República y la guerra civil española (editorial Crítica) y acaba de ser premiada por la Organización de Historiadores Americanos por ser la autora del mejor libro de historia estadounidense publicado en lengua extranjera.
 “No sabemos qué hubiera pasado, claro, pero lo que pedía el Gobierno español al estadounidense era relativamente poco: que le permitieran comprar armas en su mercado. La República tenía el oro del Banco de España, tenía más capital que el bando franquista que, sin embargo, se vio beneficiado por créditos y abastecimientos abundantes y regulares desde el principio. Pero Roosevelt tomó en 1937 la iniciativa de ahondar en el congreso el embargo legal y solo tuvo un voto en contra. Tenía muchas presiones e intereses electorales. Temía que su electorado se dividiera, porque buena parte de los católicos, la clase obrera de sus votantes, no le respaldaría si apoyaba al régimen republicano. Las noticias de la masacre contra el clero en España llegaban de forma escandalosa y la jerarquía y el lobby católico no querían que interviniera. Además, el presidente se jugaba el apoyo a sus reformas del New Deal, la mayoría de la ciudadanía defendía el pacifismo y la neutralidad y Francia e Inglaterra insistían en la no intervención”, explica Bosch.
A todo ello se unía “el temor entre las democracias liberales asentadas de que la extensión de la democracia y de la política de masas pudiera exceder el ámbito liberal por las tendencias revolucionarias, pues en medio de la crisis de los años treinta el debate político incluía el fascismo y el comunismo, además de la democracia y la dictadura”. De ahí el título de su libro Miedo a la democracia, que el jurado del premio Willi Paul Adams 2013 valoró por ser un “rico retrato de las complejas interacciones de los hechos que dieron forma a la política americana respecto a España durante ese periodo”.
 “Hay historiadores que”, prosigue Bosch, “sin embargo, inciden en que Roosevelt había ganado las elecciones en 1936 con una mayoría abrumadora y, por tanto, podía haber hecho algo, transigir como con China. Tenía poco margen de actuación, pero lo tenía. Y no lo empleó”. Dos años después, tras el Pacto de Múnich y la batalla del Ebro, Roosevelt empieza a comprender el alcance de su error. Y en 1939, “transmite a su gabinete que la ley de neutralidad ha hecho lo contrario de lo que pretendía: beneficiar a los agresores”, relata la autora, que ha investigado en múltiples fuentes estadounidenses.
“El presidente se arrepintió y se lamentó de no haber permitido comprar armas a la República y así lo reconoció en enero y febrero de 1939, cuando sostiene que se podía haber establecido sin ningún riesgo la fórmula de cash and carry, es decir, paga y llévatelo en tus propios barcos, como vendieron unos pocos meses después a Inglaterra y Francia, con una opinión pública mayoritariamente favorable. De este modo se evitaban los problemas que tuvieron en la I Guerra Mundial, cuando transportaban sus armas en sus barcos”.
Autora también de Historia de los Estados Unidos, 1776-1945 (Crítica), entre otros libros, la catedrática valenciana de 59 años forma parte del pequeño grupo de historiadores españoles especializados en Estados Unidos (en Latinoamérica hay toda una escuela), formando Silvia Hilton o Carmen de la Guardia la vanguardia primigenia. La cercanía de los archivos y la rica historia de España facilitan el estudio autóctono.
Además, en la historiografía, sobre todo de orientación izquierdista, también se detectó un cierto prejuicio antiamericano, arraigado en buena parte de la ciudadanía española. “La guerra de Cuba está ahí, en la memoria, pero en los años veinte se disuelve el conflicto por los flujos e intercambios... Creo que el origen del antiamericanismo en España se remonta en realidad a la visita de Eisenhower en 1959, apoyando al régimen franquista y salvándole la cara internacional. También hizo mella en la sensibilidad española el intervencionismo de EE UU en los países latinoamericanos, defendiendo sus intereses por encima de la democracia”, opina Bosch.
“El antiamericanismo en general viene de la política exterior de Estados Unidos, y es hasta cierto punto comprensible”, añade. “Pero tampoco podemos olvidar de que el Plan Marshall fue fundamental para la reconstrucción europea, ni que cuando Europa no sabía qué hacer con el conflicto en la ex Yugoslavia, se optó por llamar a EE UU. En fin, hay que verlo todo”.

Ningún comentario:

Publicar un comentario