Una investigación pormenoriza la persecución de la
Inquisición a una relación homosexual femenina
Es el primer caso de este tipo del que hay noticia
documental
Un drama digno de un filme o de una novela repleta de crueldad, un amor
pasional, verdadero y la larga sombra de la Inquisición. Un título que llama a
la ficción, pero que está crudamente anclado en la historia. Las Cañitas,
libro del historiador estadounidense Federico Garza Carvajal (Laredo, Texas, 1959),
recoge un largo proceso por lesbianismo a principios del siglo XVII entre
Valladolid y Salamanca; el peregrinaje y calvario de dos mujeres que se amaron
contra todo lo imaginable, que lucharon por estar juntas y se defendieron como
pudieron en una época oscura y hostil.
En junio de 1603, Inés de Santa Cruz, una mujer que fue
“monja-beata-priora”, y su compañera Catalina Ledesma, resultaron detenidas y
juzgadas en Salamanca por “bujarronas” [todos los entrecomillados proceden de
la rigurosa transcripción de documentos históricos]. Según el frágil y
amarillento legajo de hace más de 400 años, “trataba la una a la otra con un
artificio de caña en forma de natura de hombre”. A su manera, Inés y Catalina
se inventaron (y fabricaron) una especie de consolador, objeto tan antiguo que
la arqueología data algunos con más de 25.000 años. En los tiempos de Las
Cañitas, eran muy populares y de diversa factura. La descripción de las
relaciones íntimas de las dos mujeres llega a detalles como estos al referirse
a Inés: “Con sus manos la abría la natura a la dicha Catalina hasta que
derramaba las simientes de su cuerpo en la natura de la otra por lo cual las
llamaban Las Cañitas y esto es público y notorio entre las personas que las
conocen”. El escribiente no se cortó en detalles: “Había mucho escándalo y
murmuraciones en el barrio”. Aquel había sido el punto más sórdido y doloroso
de la historia, pero en realidad, la lucha de Inés y Catalina venía de lejos.
Como señala Garza Carvajal, “a efectos judiciales no era la primera vez que
Catalina e Inés estuvieron detenidas por tener relaciones lésbicas”. Y hay un
proceso anterior en Valladolid en 1601 a las mismas mujeres que también ha sido
sacado ahora a la luz, como dos siniestros capítulos del mismo drama.
Federico Garza Carvajal (que procede de una familia de judíos sefardíes)
encontró en Simancas un tesoro inexplorado: “Hacía tiempo había empezado a
investigar sobre la sodomía masculina a partir de que me doctoré en Ámsterdam
en 2000. Tardé dos años en la lectura y transcripción del proceso, y primero
escribí mi libro en inglés, e hice después un segundo libro en español que se
edita primero. A fines del verano saldrá la edición inglesa”. En Simancas está
en su caldo de cultivo ideal: “En los archivos españoles hay mucho que buscar,
y aunque vivo a caballo entre París y Valladolid, no quiero alejarme de
Simancas. También he investigado en archivos de Sevilla, Burgos, Madrid y
Toledo. Mi vida está en los archivos y doy gracias a Isabel Aguirre [jefa de la
Sala del Lector del Archivo de
Simancas], que me ha ayudado mucho. Recuerdo que en 1992 el
historiador español Rafael Carranco, que actualmente es catedrático en
Montpellier, me orientó hacia Simancas”. Hasta en la Capilla de las Reliquias
del Archivo de Valladolid hurgó el investigador en busca de faltantes a su
potente relato.
No es posible asegurar que este documento de 142 páginas sea único, pero lo
cierto es que, hasta hoy, es la única pieza documental que ha salido a la luz
de la historiografía moderna. Sin embargo, como reconoce el propio Garza
Carvajal, sí hay un relativamente abundante material en archivos tanto
españoles como del resto de Europa de procesos por sodomía masculina: “Creo que
es un material de archivo único. Algunos estudiosos han escrito sobre
lesbianismo en el siglo XVII, pero fundamentalmente a base de materiales
literarios”.
La cuidada edición, que se puede calificar de paleográfica, recoge los tres
procesos —dos en Valladolid y uno en Salamanca— que se incoaron contra Inés y
Catalina entre los años 1603 y 1606. Desde entonces, el mote de Las Cañitas
rozó el mito y se sumergió en la oscuridad. Garza Carvajal rebusca en las
biografías de las dos mujeres y las sitúa en el tiempo exacto, las tormentosas
circunstancias y vicisitudes que culminaron, después de múltiples apelaciones,
con la drástica separación de las dos amantes, que insistieron en
reencontrarse. Catalina Ledesma e Inés Santa Cruz fueron azotadas y condenadas
al destierro. Años más tarde llegó un perdón real.
Entre las dos mujeres, todos los contrastes de personajes novelescos: una
de solvente cuna, la otra de baja extracción. Inés de Santa Cruz, relata Garza
Carvajal, tenía incluso influencias familiares en la Real Cancillería de Valladolid,
mientras Catalina Ledesma era analfabeta y ejercía como sirvienta, además de
estar casada.
El libro, de próxima aparición, es un objeto artesanal
muy cuidado con mucho material facsimilar, las tapas en piel grabada y los
troqueles que evocan a los antiguos legajos, con un diseño ideado por Daniel
Gómez Bonet.
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