venres, 30 de outubro de 2009

"Aquí empezó todo"


Solidaridad. El astillero de Gdansk, cuna del sindicato que minó la dictadura en Polonia, agoniza bajo el capitalismo

TRINIDAD DEIROS - Público - 30/10/2009

Titanes en el cielo de Gdansk, las gigantescas grúas verdes del antiguo astillero Lenin se yerguen no muy lejos de las tres cruces que recuerdan a los 80 obreros en huelga que murieron cuando el Ejército sacó los tanques a la calle en 1970.

Nación cautiva, como muchos polacos definen a su país bajo el totalitarismo, Polonia era un satélite principal de la URSS; sin embargo, su marcado nacionalismo de raíz católica casaba mal con la dictadura que pervirtió la utopía socialista. Yosif Stalin lo sabía cuando dijo que "imponer el socialismo a los polacos era como intentar ensillar a una vaca".

Gdansk y su astillero son uno. La ciudad termina donde empieza la industria que hasta hace poco daba de comer a muchos de su medio millón de moradores. Pero el astillero es sobre todo un motivo de orgullo patrio, proclamado en libros y folletos, cuyos títulos repiten, como un mantra, la frase: Aquí empezó todo. Todo es el final del dominio soviético sobre Europa del Este.

Para los polacos, el Muro de Berlín empezó a caer en este puerto báltico cuando el 31 de agosto de 1980, tras dos semanas de huelga en el astillero, a la que se unieron miles de trabajadores en todo el país, el Gobierno claudicó. Tuvo que aceptar las 21 reivindicaciones del comité de huelga, que incluían la libertad sindical.

Así nació el primer sindicato independiente del bloque soviético. Lo llamaron Solidaridad, y en sólo 500 días diez millones de polacos se unieron a sus filas bajo el liderazgo de Lech Walesa, un electricista del astillero que había sido despedido cuatro años antes.

Solidaridad aglutinó a toda la oposición a un sistema debilitado que cosechaba así los frutos de su corrupción rampante y del agotamiento del modelo económico estalinista. En las tiendas faltaba de todo, desde la carne y la fruta (las piezas más frescas se reservaban para los jerarcas del partido) al papel higiénico.

De nada sirvió la ilegalización del sindicato en 1981, ni la feroz represión de la ley marcial. Solidaridad sobrevivió en la clandestinidad, con el apoyo de Europa occidental, de EEUU y de la Iglesia Católica de Juan Pablo II, el Papa polaco, un icono para los obreros de su país. En abril de 1989, el sindicato volvió a ser legal y ese verano su brazo político arrasó en las primeras elecciones semidemocráticas en Polonia. Tadeusz Mazowiecki, compañero de Walesa, fue el primer ministro no comunista en Europa del Este desde 1945.

En la cuna de Solidaridad apenas si se adivina ya este pasado reciente en algún edificio de estética estalinista. La paradoja es que el astillero en el que empezó el fin de la dictadura apenas si sobrevive ahora bajo el capitalismo que sus obreros contribuyeron a instaurar.

"El comunismo quiso acabar con el astillero y no lo logró; ahora Bruselas le sigue el juego". En la verja del recinto un santuario cubierto de fotos de Juan Pablo II una pancarta da cuenta de la frustración de los 2.100 trabajadores que aún conservan su trabajo. La mayoría de los 12.000 empleos que había en las postrimerías del régimen comunista cayeron en el camino del libre mercado. Antes habían sufrido la desaparición del principal cliente de la industria naval polaca: la URSS. (...)

Ler máis

Ningún comentario:

Publicar un comentario