Cerca de la mitad de los fallecidos eran niños menores de
cinco años
La catastrófica situación política del país agravó la
crisis alimentaria
AGENCIAS
Nairobi 2 MAY 2013 - 12:42 CET
Cerca de 258.000 somalíes —la mitad niños menores de cinco años— murieron
de hambre entre octubre de 2010 y abril de 2012 a causa de una grave crisis
alimentaria que se tradujo en seis meses de hambruna, según un informe de
Naciones Unidas publicado este jueves.
Las primeras estimaciones científicas estiman que falleció en el centro y
el sur de Somalia
el 4,6% de la población total del país —cifrada en algo más de 10 millones de
personas— y el 10% de los niños de menos de cinco años.
En las regiones de Baja Shabelle y Mogadiscio, las más afectadas por la
crisis alimentaria, el porcentaje de niños que perdieron la vida asciende al
18% y el 17%, respectivamente.
El estudio, realizado por la FAO —la agencia de la
ONU para la alimentación y la agricultura— y la Red de Alerta
Temprana contra la Hambruna (Fews Net) financiada por Estados Unidos
arroja otro dato cruento: “Entre mayo y agosto e 2011” la crisis alimentaria
causó “alrededor de 30.000 muertos al mes”.
El balance es superior incluso al de la hambruna que asoló el país en 1992,
que se presume que provocó la muerte de 220.000 personas en 12 meses. Sin
embargo, aquel episodio se considera más grave porque falleció un mayor
porcentaje de la población.
La hambruna, provocada por la grave sequía que sufrió el cuerno de África
—el año anterior fue el más seco en 60 años—, ha afectado a cerca de cuatro
millones de somalíes. La crisis alimentaria se vio agravada por la catastrófica
situación del país, sumido en el caos
y la guerra civil desde la caída del presidente Siad Barre en 1991.
La reciente derrota
militar de los islamistas shebab —el ala más radical y heredera
del último Gobierno que llegó a estabilizar parte de Somalia varios meses en
2006, depuesto por facciones rivales y tropas etíopes con apoyo de Estados
Unidos— y la elección en
septiembre de nuevas autoridades hacen aumentar las esperanzas de
estabilización y de dotar a Somalia de un verdadero gobierno central, algo de
lo que carece desde hace 22 años.
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