El CSIC publica el archivo del cardenal Isidro Gomá, jefe
de la Iglesia en 1936
DIANA MANDIÁ
Santiago de Compostela 5 JUL 2012 - 21:31 CET
El día del levantamiento fascista de 1936, el entonces arzobispo de
Santiago, Tomás Muniz, se comunicó por carta con la persona que orquestaría el
reconocimiento del régimen de Franco por parte de la Iglesia de Roma. “Estoy
aterrado con los últimos sucesos, que no ocurren sino en países de civilización
rudimentaria. ¿No habrá algún Estado que se decida a someternos a tutela, como
nosotros lo hicimos en otro tiempo con los indios?”, le contaba a Isidro Gomá,
cardenal catalán, metódico, terco en el deseo de conservar las cartas que
recibía de obispos, sacerdotes de pueblo o representantes de Falange o del
Banco Central de Crédito, así como copias de cada informe salido de su máquina
de escribir portátil durante los años de la Guerra Civil.
El archivo personal de Gomá, una colección de más de 5.000 documentos
por los que desfilan personalidades de la jerarquía católica y del mundo
militar, acaba de ser publicado en 13 volúmenes por el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas después de 25 años de trabajo de los historiadores
José Andrés-Gallego y Antón M. Pazos —investigador del CSIC en Galicia—, que
escrutaron el hermético catálogo, propiedad del Arzobispado de Toledo, desde
1987. La correspondencia de Gomá, interlocutor entre Roma y el estado aún en
guerra, refleja no solo el compromiso de la Iglesia con el bando sublevado y el
objetivo de reprimir cualquier movimiento contrario a la victoria de Franco —
hay listas de maestros republicanos y catedráticos supuestamente masones— sino
también el temor de la curia a ser desplazada por la influencia de los nazis en
la contienda.
“El archivo Gomá es que el que mejor
explica el compromiso de la Iglesia con el estado franquista. Un cardenal
catalán orienta en sentido católico el régimen para evitar que caiga en manos
del nazismo. Gomá quiere un estado católico, no libre ni democrático,
católico”, explica Andrés-Gallego, encargado de seleccionar los documentos
publicados. No están todos, porque los autores apartaron aquellos de carácter
anecdótico que no aportaban gran cosa al estudio del conflicto (el cardenal
guardó incluso misivas sobre obras en iglesias). Pero los que se ganaron la
edición dicen mucho de quien los archivó. “En Orense (Galicia) se ha decretado
la sustitución de los maestros dirigentes de la Asociación Trabajadores de la
Enseñanza, de carácter marxista, y la suspensión de su sueldo por tres meses a
los afiliados a dicha asociación”, recoge en un informe acerca del
levantamiento “cívico-militar” —así calificaba al golpe de estado que acabó con
la república democrática— en el que interpreta la “génesis del alzamiento”.
A los investigadores, que dicen que nunca tuvieron la intención de
dedicarle “casi toda la vida” al nutrido archivo, les llama la atención una
carta remitida a Gomá desde Ourense, firmada por un sacerdote llamado Tomás
Barreira, expedientado después por atreverse al reproche. El cura se decía
dolido y prometía quejarse “sin rodeos ni eufemismos protocolarios”: “Se ha
silenciado el nombre de Galicia al enumerar las regiones españolas que
intervienen en el actual movimiento salvador de España”, escribe en la carta
cuidadosamente conservada por Gomá. En la nota, el sacerdote Barreira cuenta
con orgullo que los conventos gallegos fueron los únicos que atendieron la
llamada de Sancho IV cuando este pidió ayuda económica a los reinos “para hacer
la guerra al moro”.
Pragmático y sobrio en el trato —por carta, al menos, solo bromeaba con el
Arzobispo de Santiago—, Gomá redactó la carta colectiva de 1937 que posicionó a
la curia española a favor del golpe. El cardenal escribió parte de las misivas
de los primeros días de la guerra en el balneario navarro de Belascoain, un
destino bastante más amable que su diócesis de Toledo, territorio republicano.
Calificaba de “mala persona” a Ramón Serrano Suñer, ministro y cuñado del
dictador, veía en José Calvo Sotelo “el más caracterizado y valeroso de los
derechistas” y entendía que las huelgas “se producen por los más mínimos
detalles”. No hacía muchas concesiones a los republicanos, porque según le
explicó por carta al cardenal Pacelli —secretario de Estado del Vaticano— “el
relato de los excesos cometidos” serían “una mancha en la historia de España”.
“Con todo, es digno de notarse el hecho de que la mayor parte de estos llamados
comunistas reciben los Santos Sacramentos antes de ser pasados por las armas”,
recoge unos de sus informes.
La apertura del Archivo Gomá vía publicación de sus
fondos abre a los historiadores la puerta de una colección casi desconocida, a
la que pocos investigadores accedieron desde los años ochenta. “Ahora se está
usando en todos los trabajos sobre la Guerra Civil”, se congratula Pazos. En
pocos meses, las cartas de Gomá estarán disponibles también en formato
electrónico.
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