Un documental recupera la historia de los años de
apertura del psiquiátrico
MARÍA PAMPÍN
Santiago de Compostela 9 JUL 2012 - 21:59 CET
"El manicomio es la fábrica de Conxo". Primero como ayuntamiento
y después un barrio periférico de la capital gallega, Conxo se construyó en
torno a un antiguo monasterio que el cardenal Payá convirtió en el manicomio
que recluía a los "alienados" y los separaba de la sociedad. Así fue
desde su inauguración en 1885 hasta sus años de apertura y reforma, al final
del franquismo. Una cámara captó en formato de Súper 8 uno de los últimos
actos, en 1976, del intento de renovación. Después, llegaron los despidos del
personal y la contrarreforma. Pero en los jardines de Conxo ya había sonado el
"Estoy contigo en Rockland" que le repitió en el hipnótico Aullido
Allen Ginsberg al escritor Carl Solomon. Los dos autores se conocieron en ese
hospital psiquiátrico de Nueva York y 20 años después de que Ginsberg firmase
su más célebre poema, una interna, Ánxeles, lo parafraseaba en gallego mientras
otros pacientes pintaban o bailaban en el patio. "La policía acabó desalojando
a bailarines, escritores y pintores. Fueron los últimos movimientos de la
reforma de Conxo", explica la voz en off que guía el documental Fóra,
que en hora y media recorre la vida dentro de los muros de Conxo y sus reflejos
en el barrio.
El primero manicomino, después sanatorio y, finalmente, hospital
psiquiátrico se deshizo de la mano eclesiástica en 1969 y, tan solo dos años
después, recalaron en Santiago médicos procedentes de Oviedo y un nuevo gerente
que activarían, con el personal que ya trabajaba en el centro, la reforma. En
sus pilares estaban el aumento de la cantidad y la calidad de la comida —un
lamento recurrente de los usuarios, que incluso llamaron Carne Negra a una
revista del centro por la imagen que evocaba aquello que les caía en el plato,
una carne "de origen incierto, pero sin duda, lejano en el tiempo"—,
las salas mixtas, los cursos formativos y una política que, en contra de la
reclusión y la medicación, promovía las altas de los enfermos. Al tiempo que
"humanizaban y liberalizaban", los médicos mantenían una batalla
laboral que culminó en los despidos de buena parte del personal médico en 1975.
"La reforma fue muy de prisa, al poco de los despidos muere Franco y
comiezan la Transición. La reforma de Conxo fue importantísima para el futuro
de la asistencia en algunas comunidades, no en Galicia, en Asturias y Andalucía
y en la ley de Sanidad del 1986, que el capítulo de psiquiatría está escrito
por gente que estuvo en Conxo. Pero los beneficios de la reforma no se quedan
en Conxo. La experiencia acumulada se capitaliza y se lleva fuera de
Galicia", recuerda el jefe clínico durante la reforma, Emilio González, en
el documental.
"La oralidad", sin embargo, "el relato oral de la reforma
está sin hacer", insiste González y en la inexistencia de un análisis
histórico y político coinciden también los autores del documental, Xan Gómez y
Pablo Cayuela. "Las fuentes están muy implicadas, de primera mano. No hubo
análisis, pausa", indica Cayuela. Ellos recogieron la documentación que
guardaron los protagonistas, la que escribieron o la que dejaron grabada para
dar forma a Fóra. Explican que fue Conxo el centro que reprodujo
"el mismo proceso que se dio en hospitales de Francia o Italia en la
década anterior". La cámara de la fotógrafa Anna Turbau retrató a las
mujeres que, en 1977, vivieron la contrarreforma en el centro. Estaban sentadas
en los pasillos o paseando, con la miraba perdida, y jugando con alguna muñeca.
Los internos nunca constaron como trabajadores del
centro, pero siempre cumplieron con una labor, en las horas de laborterapia,
que iba más allá que la de ser paciente: la de mano de obra barata. "Era
un sistema que en principio podría parecer positivo pero que encubría una
explototerapia", explica Gómez. "Dentro de la sección de recuperación
del enfermo para el trabajo encontramos muy poca gente haciendo trabajos
mínimamente creativos, siendo el trabajo de la mayoría de una monotonía total y
sin atisbos de participación, como si fueran máquinas", comienza la
narración de la periodista Tareixa Navaza en un reportaje que emitió el centro
de TVE en Galicia en los años ochenta y que recupera el documental, "el
trabajo que desarrollan es para unas empresas que aprovechan esta mano de obra
barata, obteniendo unos beneficios sustanciales y pagándole unas módicas
cantidades semanales que, por si fuera poco, les son administradas a los
internados con criterios más bien partidistas". Además, de las pensiones
de los enfermos, de unas 5.000 pesetas al mes, la gerencia del hospital se
quedaba con dos tercios. Hace casi tres décadas, el vicepresidente de la
Asociación de enfermos de Conxo contaba ante las cámaras de TVE que la
situación "comparada con otros centros de exterminio de España es
pasable". Él, que distingue entre los locos "que somos todos" y
los locos reconocidos, considera que los que tienen más poder "más locos
están". "La prueba es que los que le están haciendo daño al mundo son
los más poderosos, no somos los pobres locos reconocidos, si no los locos por
reconocer", dice antes de igualar, en el contexto que creó Conxo,
enfermedad y pobreza.
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