martes, 22 de decembro de 2009

Saqueo nazi a los judíos


Apropiación de obras de arte, de cuentas bancarias, de ropa... El expolio de los nazis no tuvo límites y así lo refleja este extracto de Los años del exterminio, segundo volumen de El Tercer Reich y los judíos, del historiador Saul Friedländer, que obtuvo en 2008 el Premio Pulitzer

SAUL FRIEDLÄNDER- El País- 20/12/2009

El informe inicial de [Richard] Korherr, de dieciséis páginas, que computaba el total de judíos asesinados a 31 de diciembre de 1942, fue remitido a Himmler el 23 de marzo de 1943: el número de judíos "evacuados" se estimó en 1.873.539. Según la petición de Himmler, se preparó una estimación resumida para Hitler actualizada al 31 de marzo de 1943. Tenía una longitud de seis páginas y media. En esta segunda versión se ordenó a Korherr que sustituyese las palabras "trato especial" (a los judíos) por "transporte de judíos desde las provincias de la zona oriental a la Rusia del Este: pasaron por los campos en el Gobierno General a través de los campos en el Warthegau". No sabemos cuál es el número total al que se podría aludir o que se deduce de la segunda versión, pero debían de ser cerca de 2,5 millones. Korherr tituló ese informe "La Solución Final al problema judío europeo". (...)

El informe de Korherr era un informe del progreso global [sobre el exterminio de los judíos] que, recordémoslo, Hitler había intentado obtener desde mediados del verano de 1942. ¿Fue pura casualidad que el líder nazi lo recibiera justo antes de su quincuagésimo cuarto cumpleaños, después de que Alemania hubiese sufrido sus peores derrotas militares? El documento fue devuelto al final a la oficina de [Adolf] Eichmann con una observación de Himmler: "El Führer ha tomado nota: destruidlo. H. H.".

Durante esos mismos días, [Alfred] Rosenberg entregó un informe general propio del botín judío, explícitamente para el cumpleaños de su líder: "Mi Führer -escribía el ministro el 16 de abril de 1943-, con el deseo de hacerle feliz para su cumpleaños, me permito remitirle un expediente con fotos de algunas de las pinturas de mayor valor sin propietario y en manos de los judíos, conseguidas por mi comando en los países ocupados occidentales. Este expediente sólo transmite una débil impresión del extraordinario valor y cantidad de los objetos de arte confiscados por mi agencia en Francia y puestos a buen recaudo en el Reich".

Rosenberg añadía un resumen escrito de todos los tesoros que su comando había confiscado en Occidente. Hasta el 7 de abril de 1943, las "centrales de recuperación" del Reich habían recibido un total de 2.775 cajas de objetos de arte y 92 vagones de carga; de todos esos objetos, 9.455 ya habían sido inventariados, mientras que "al menos" diez mil objetos más tenían que ser procesados aún.

Mientras el adulador regalo de cumpleaños de Rosenberg retrata al pensador más importante del nacionalsocialismo no sólo como un delincuente, sino también como una figura grotesca incluso para los parámetros nazis, el significado del otro regalo, el informe de Korherr, ya estuviese destinado al cumpleaños de Hitler o no, es muy distinto, desde varios puntos de vista. En primer lugar, la formulación de una frase de Korherr fue corregida siguiendo órdenes de Himmler, para evitar asociar al Führer con una expresión ampliamente usada como referencia para el asesinato de masas. Sin embargo, curiosamente, la nueva formulación "transporte a la Rusia del Este (...) paso a través de los campos" era tan fácilmente identificable con el asesinato de masas como el eufemismo anterior. Además, el historiador Gerald Fleming observa, de forma bastante convincente, que no había error posible acerca del significado de aquellas palabras, ya que otra parte del mismo documento aludía al "colapso de las masas judías desde las medidas de evacuación de 1942".

Fuera cual fuese el propósito de los ejercicios lingüísticos de Himmler, el informe de Korherr no es un simple estudio estadístico para guardar en un cajón en la historia de la Solución Final, en un departamento que se ocupaba del número de víctimas. Es eso en parte, por supuesto, pero es también mucho más. Himmler envió el informe de Hitler -o se lo enseñó- bien porque el líder nazi lo había pedido, bien porque el jefe de las SS sabía que a su Führer le encantaría verlo. (...)

A lo largo de los doce años que duró el Tercer Reich, el saqueo de las propiedades judías se convirtió en su esencia. Aquél era el aspecto de la campaña antijudía que se comprendía con mayor facilidad y al que más gente se entregaba, racionalizándolo, si era necesario, mediante los principios ideológicos más sencillos. Pero hasta el saqueo encontró inesperados problemas en cada fase, sobre todo durante los años del exterminio. A pesar de todo ello, las graves amenazas, el robo y la corrupción eludieron todos los controles hasta el final, aunque las agencias financieras del Reich y la burocracia de las SS intentaron tener bajo su control todas las operaciones, grandes y pequeñas.

En el aspecto local, en los mismos lugares de la muerte, el procedimiento era sencillo. Las víctimas, grupos de judíos de Vilna a los que iban a matar en Ponar, por ejemplo, le entregaban todo lo que tenían de valor al hombre del SD al mando de la operación; después de matarles, los miembros del comando examinaban de nuevo sus pertenencias y cualquier objeto de valor que quedara había que entregárselo al oficial de guardia, bajo pena de muerte. Las denuncias por esconder a judíos o por cualquier otro delito relacionado con ellos también eran recompensadas. Uno de esos golpes de suerte recayó en Frau Meyer, en Riga. Como había denunciado a un vecino por quedarse con una propiedad judía, se le permitió comprar una pulsera de oro a un precio irrisorio.

Por supuesto, las operaciones más importantes estaban centralizadas en la capital del Reich. En Berlín, el oro requisado -incluso las coronas dentales arrancadas de la boca de los cadáveres- normalmente se fundía en Degussa y a menudo se mezclaba con oro de otras procedencias, y se convertía en lingotes para el Reichsbank. También se fundían otros metales, excepto si el valor del artículo en sí era mayor que su valor como metal fundido. Según el historiador Michael MacQueen, los objetos más valiosos eran entregados a unos pocos joyeros de confianza del Ministerio de Finanzas o de las SS, y se intercambiaban en países ocupados o neutrales por diamantes industriales, esenciales para la industria de guerra alemana. Posteriormente se han ido reconstruyendo las actividades de uno de esos intermediarios, que trabajaba sobre todo con agentes suizos, y parece que las autoridades de Berna eran muy conscientes de las transacciones que se estaban realizando y del suministro constante de diamantes industriales al Reich, a pesar de las medidas económicas de guerra que habían impuesto los Aliados.

A partir de mediados de 1942, la mayoría de las pertenencias de las víctimas se apilaba en los centros de muerte más importantes de la "Aktion Reinhardt" y en Auschwitz-Birkenau cuando los exterminios llegaron a su punto culminante. A principios de agosto de 1942, las negociaciones entre la WVHA y todas las agencias centrales de finanzas y economía del Reich se concretaron en un acuerdo según el cual la oficina principal de Pohl centralizaría y desglosaría todo el botín. Himmler informó a los HSSPF de la decisión y nombró oficialmente a Pohl para su nueva función. (...)

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