Vijay Prashad sostiene en 'Las naciones oscuras' que la
verdadera tragedia del hundimiento del Tercer Mundo es que anuló la posibilidad
de una reconstrucción del mundo entero
Pensar con Vijay Prashad la historia poscolonial del siglo XX resulta
inquietante. Pero lo es más, si cabe, en estas últimas semanas en que los
acontecimientos parecen propicios a sentenciar, precipitadamente, el fracaso de
los más recientes proyectos emancipadores, desde los indignados mundiales a las
revueltas árabes. Porque Las naciones oscuras. Una historia del Tercer Mundo
muestra cómo la globalización económica y el nacionalismo cultural fueron
corroyendo las bases para la construcción ciudadana igualitaria y el desarrollo
económico autónomo reivindicados por los jóvenes Estados no alineados en la
Conferencia de Bandung de 1955. Prashad no tira la piedra y esconde la mano,
sino que apunta a unos responsables que nos suenan mucho: el Banco Mundial y el
Fondo Monetario Internacional, que idearon el desahucio que a partir de la
década de 1970 ejecutaron unas élites locales neocoloniales moduladas ex
professo. Liquidado el Tercer Mundo, desaparecido el Segundo, asistimos hoy
a la recomposición del Primero. Si bien no es la actualidad europea el asunto
de Las naciones oscuras.
Especialista en historia de Asia del Sur y estudios internacionales, Vijay
Prashad se ha consagrado a reescribir la historia global del siglo XX desde la
perspectiva de un cúmulo de viejos pueblos que osaron repensarse: Egipto,
India, Indonesia, Congo, etcétera. Pero no lo ha hecho a fuerza de singularizar
a cada sujeto subalterno, a la manera de los estudios poscoloniales, sino
integrando distintos márgenes geográficos y temporales para presentar un nuevo
sujeto constitutivo. En cierto modo sigue en ello a Howard Zinn, cuyo clásico A
People’s History of the United States resuena en el título mismo de Las
naciones oscuras (su subtítulo en inglés es A People’s History of the
Third World), si bien lo suyo son las historias grandes oscurecidas más que
las pequeñas por engrandecer.
“El Tercer Mundo no fue un lugar. Fue un proyecto”, es la declaración con que
comienza el libro. A la frase le falta un adjetivo: un proyecto truncado. Es la
constatación del fracaso del ideal tercermundista lo que articula la obra.
Prashad despliega su relato histórico valiéndose de ciudades-motivo que
encarnan aspectos centrales en la composición/descomposición del proyecto
tercermundista. Están las urbes de las grandes conferencias: el Belgrado de los
No Alineados (1961), El Cairo de las Mujeres Afroasiáticas (1961) o La Habana
de la Tricontinental (1966). Y al lado de ellas, las ciudades laboratorio de
los grandes asuntos en juego: el Buenos Aires de la industria nacional, el
Teherán de la independencia cultural o la Nueva Delhi final de los sueños
rotos.
Las aspiraciones de dignidad, independencia y justicia social, contradictorias
y retóricas en ocasiones, nutrieron el nacimiento del Tercer Mundo en las
décadas centrales del siglo XX, pero se encarnaron en una serie de líderes e
instituciones malogrados. El fracaso de Naser, Nehru, U Nu o Sukarno no se
debió tanto a una perversión de los ideales primeros, sino, según Prashad, al
eficiente funcionamiento de la maquinaria ideológica y económica del
capitalismo. El estudio del surgimiento y desarrollo de la OPEP, central en el
capítulo titulado Caracas, pero recurrente a lo largo de la obra, es de
lo más incisivo del libro. Y también aporta luz en este sentido el retrato del
enfrentamiento entre la UNCTAD y el GATT.
Hasta tal punto el Tercer Mundo fue un mundo que no pudo ser que la
expresión ya no se usa en sentido programático. Y eso que buena parte de los
lugares comunes del lenguaje político de hoy se gestaron en la fragorosa
dialéctica de aquel tiempo: cooperación al desarrollo, ayuda exterior,
coexistencia pacífica, productividad/crecimiento. Para Vijay Prashad, la
verdadera tragedia del hundimiento del Tercer Mundo consiste en que con él se
fue a pique la posibilidad de una reconstrucción del mundo entero.
Como es lógico, la derrota no fue absoluta, estuvo acompañada de logros. Lo
curioso es que Prashad tome por tales solamente los institucionales, como la
democratización de las Naciones Unidas frente a su predecesora, la Sociedad de
Naciones, o que el Movimiento de Países No Alineados lograse generalizar la
lógica del desarme nuclear. Esto obedece a que, desviándose de lo que predica
el subtítulo original, su análisis se centra en las élites y las instituciones,
sin que apenas quepa protagonismo para las transformaciones sociales y los
movimientos civiles, donde los cambios fueron muy significativos en términos de
demografía, alfabetización, participación política o igualdad de oportunidades.
Las naciones oscuras es un
libro excepcionalmente documentado. Era obligado, dada la ambición del
proyecto. Su documentación es tan buena que brilla, por ejemplo, en una materia
tan ardua como la iraní. A este respecto está muy bien traída su relectura de
la occidentosis (el Oriente crónicamente enfermo de Occidente) de Yalal
Al-e Ahmad, que resulta muy actual.
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