Una manifestación ayer en la excolonia británica denuncia
el intento de lavar el cerebro de los niños con propaganda en favor del Partido
Comunista Chino
Decenas de miles de personas salieron ayer a las calles en Hong Kong para
protestar contra la introducción de clases de patriotismo en el programa
escolar, que, según sus críticos, son un intento de lavar el cerebro de los
niños con propaganda para que apoyen al Partido Comunista Chino. Unas 90.000
personas, según los organizadores, 32.000, según la policía, entre ellas muchas
familias con bebés en carritos, estudiantes y profesores, desafiaron al calor y
la humedad al son de canciones con frases como “Queremos la verdad, no lavados
de cerebro”. Fue una nueva muestra del creciente descontento que existe en la
excolonia británica con el Gobierno central de Pekín, tras la mayor
manifestación que ha vivido Hong Kong en casi una década, el pasado
1 de julio, con motivo del 15 aniversario de la devolución del territorio por
Reino Unido. En ella, tomaron parte 400.000 personas; 63.0000, según la policía.
La polémica ha estallado después de que haya trascendido el contenido del
libro que será utilizado en las clases para los niños a partir de seis años. El
texto, denominado El Modelo Chino, alaba las virtudes del régimen de
partido único, celebra los logros del Partido Comunista y describe el sistema
político de Estados Unidos como un sistema que “ha creado turbulencia social” y
ha dañado el sustento de la gente. No hace mención, sin embargo, a la violenta
represión de las manifestaciones a favor de la democracia en la plaza pequinesa
de Tiananmen, en 1989, que finalizaron con la matanza de varios cientos a
varios miles de personas.
Las autoridades locales niegan que estén introduciendo propaganda de estilo
chino y defienden que la asignatura -que no será objeto de examen- es
importante para cultivar el sentimiento de orgullo nacional y pertenencia a
China. Comenzará a ser introducida en los colegios en septiembre próximo; a
partir de 2015 será obligatoria en la enseñanza primaria, y al año siguiente,
en la secundaria. El plan contempla 50 horas anuales de formación centrada en
“edificar la armonía, la identidad y la unidad nacionales entre los
individuos”. Pero sus impulsores aseguran, en respuesta a la protesta de ayer,
que crearán “un comité con amplia representación” para supervisar el programa
tras su puesta en marcha.
El plan para introducir educación nacional ha estado en la agenda durante
años, pero ha recibido un nuevo impulso con el nuevo jefe ejecutivo de la
excolonia, Leung Chun-ying,
quien tomó posesión del cargo el 1 de julio. Leung, un millonario consultor
inmobiliario, es un hombre próximo a Pekín.
Los hongkoneses se muestran orgullosos de su educación de herencia
británica y de sus libertades, aunque no tienen democracia plena. La Ley Básica
-la miniconstitución de Hong Kong- garantiza a los habitantes del territorio
derechos civiles de los cuales carece la China continental, bajo el modelo
denominado “un país, dos sistemas”, adoptado para la devolución en 1997. Pero,
a pesar de contar con un sistema político propio y mayores libertades, críticos
y defensores de la democracia en Hong Kong acusan a Pekín de manejar la
política y los medios de comunicación. El Gobierno central ha prometido que el
territorio podrá elegir libremente a su propio líder en 2017 y a todos sus
diputados en 2020, pero aún no hay hoja de ruta para lograrlo.
El ascenso de
China ha impulsado la economía de Hong Kong, pero las tensiones entre sus siete
millones de habitantes y la China continental están creciendo. Los hongkoneses
critican la llegada de los nuevos ricos chinos, que han disparado los precios
de la vivienda y los locales comerciales y han creado problemas de falta de
camas en las maternidades de los hospitales o desabastecimiento de leche en
polvo infantil, que muchos chinos compran en Hong Kong porque no se fían de la
calidad de la leche que se vende en la China continental.
Una encuesta de la Universidad de Hong Kong hecha pública
en junio muestra que el 37% de los ciudadanos desconfía de Pekín, mientras otro
estudio de la misma Universidad de principios de julio afirma que el número de
hongkoneses que se considera en primer lugar ciudadano de China ha caído al
13%. Esto es lo que pretende frenar Pekín.
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