El documental ‘The act of killing’, de Joshua
Oppenheimer, entrevista a los asesinos de 500.000 indonesios en la masacre de
1965
¿Puede una película cambiar un país? El documental The act of killing
está conmocionando Indonesia
hasta el punto que su director, Joshua Oppenheimer (Texas, 1974), quiere creer
en ello. Después de rodar su filme, que ofrece los testimonios de los verdugos
que perpetraron la masacre de al menos medio millón de
supuestos comunistas de 1965 a 1966, el cineasta confía en que la
tremenda reacción que está teniendo la película tendrá su efecto. Para evitar
que el gobierno prohibiera su obra, Oppenheimer reunió a los principales medios
de comunicación indonesios en la Comisión Nacional de Derechos Humanos para una
proyección de la película. La reacción fue unánime. “Me dijeron que esto era un
antes y después para Indonesia. Que ya no podía ignorarse el genocidio tras un
filme así”.
La revista de referencia en la nación, Tempo, dedicó un especial de
75 páginas a la película y a los testimonios de los asesinos contratados por el
gobierno para las matanzas. Agotó tres ediciones. Y en este 2013, The act of
killing ha encontrado finalmente hueco en las salas. “De 60 sesiones en 13
ciudades en diciembre pasamos a 500 en 95 ciudades. Y la película se convertirá
en gratuita para todos los indonesios a partir del 30 de septiembre, fecha del
inicio de la masacre”. En España, donde recibió el
primer premio del jurado y el reconocimiento del público en Documenta Madrid
2013, se estrena el próximo viernes.
Pero antes de alcanzar esta catarsis, Oppenheimer vivió voluntariamente en
un infierno al obligarse a retratar de cerca a los gánsteres que se ensuciaron
las manos en las purgas comunistas. “Podía ser tan directo como para decir: ‘Has
formado parte de uno de los mayores genocidios en la humanidad, ¿qué te hace
sentir?’. Y no se trataba de darles la cuerda suficiente para que se colgaran
sino de entender quiénes son, el papel que juegan en la sociedad y cómo esta
reacciona a ese papel”. Los asesinos se encuentran tan desinhibidos que
describen sin problemas el método exacto para perpetrar la masacre. En una
secuencia de la versión extendida del filme, con una hora de metraje más, uno
de ellos dice que su mayor disfrute eran las violaciones.
En cambio, su lado más humano emerge constantemente, como cuando Anwar
Congo, gángster ya anciano, rompe a llorar al ver una escena en la que él
interpreta el papel de la víctima que va a ser liquidada por comunista: “Lo
entiendo, Joshua, lo entiendo. Entiendo el dolor de las víctimas”. Y el
director, que le filma en el salón de su casa, contesta: “No, no lo entiendes.
Tú sabías que esto era una actuación y ellos sabían que iban a morir”.
De los asesinos que Oppenheimer entrevistó, Anwar fue el elegido para
cargar sobre sus hombros el peso de la película. “Su dolor estaba más cerca de
la superficie”, revela el documentalista. “Para mí fue tan duro como para el
público ver la película. No sé filmar una historia sobre una persona sin
intimar con ella. Un ser humano es algo tan complejo que solo puede entenderse
si llegas a conocerle muy bien. Me obligué a verle como un hombre. Y lo hice
por una razón: es un ser humano. Todos lo son. El hecho de que no se demonice a
nadie, que se les muestre con el mismo amor por su humanidad ha causado que los
medios y la discusión social en Indonesia no se centre en señalar a los
culpables, sino en reconocer el pasado y mirar juntos hacia el futuro”.
Allí también apunta la mirada del cineasta, que ya se
encuentra preparando su próxima película, también en Indonesia y también
relacionada con el drama que se relata en El acto de matar. “Estoy
montando otra película sobre un grupo de supervivientes que descubrieron quién
mató a su hijo a través de mi investigación con los ejecutores. Y es algo muy
doloroso, porque reúno a las víctimas y al verdugo para que se vean cara a
cara”. A pesar de las pesadillas que le han durado años por The Act of
Killing, Oppenheimer no se ha cansado de hacer cine. Tal vez sea por lo que
piensa sobre el séptimo arte: “Creo que el cine ha sido parte de nuestra
alienación. Pero creo que también lo puede ser de nuestro despertar”.
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