El afgano Atiq Rahimi da la palabra a una mujer oprimida en 'La piedra de
la paciencia', una adaptación de su propia novela (Premio Goncourt)
protagonizada por la actriz iraní Golshifteh Farahani
BEGOÑA PIÑA Madrid 07/09/2013 publico.es
Una mujer
musulmana en Afganistán cuida de su marido que ha quedado en coma al recibir
una bala en el cuello. Su obligación es rezar, pero ella, angustiada por
la guerra y la miseria, comienza a hablar al hombre, le dice lo que jamás se la
permitió decir ni pensar, le cuenta sus sufrimientos, sus frustraciones, la
soledad... y los deseos, el mal sexo que tuvo con él, el que le gustaría tener
y... Convierte a ese marido en estado vegetativo en syngué sabour, una
piedra mágica que, según la mitología persa, protege de la tristeza, el
sufrimiento, el dolor y la miseria. Esta es la liberadora historia de La
piedra de la paciencia, la nueva película del director afgano Atiq
Rahimi, autor también del libro, con el que ganó el Premio Goncourt (en
España está editado por Siruela).
Jean-Claude
Carriére, guionista de las películas francesas de Buñuel, ha escrito esta
adaptación al cine, protagonizada por Golshifteh Farahani, la primera
actriz iraní que ha trabajado en una superproducción de Hollywood, donde llegó
después de ciertas películas arriesgadas, algunas prohibidas en su país. Ella
es aquí el rostro de la liberación y la voz de la provocación. Lo que dice con
las palabras que pronuncia -la película está rodada en farsi- no es tan
subversivo como el hecho de decirlo, es la libertad de expresarse, el gozo de
sentirse libre. "La palabra -asiente el director- se convierte en un
fenómeno existencial".
¿Qué
esperaba del trabajo con Jean-Claude Carriére?
Fue
Jean-Claude Carrière quien me animó a hacer esta película. El es mi maestro. Ya
había tenido la experiencia con la película anterior, Tierra y cenizas,
y sabía lo duro que era una adaptación. Me hacía falta tomar distancia con
relación al libro y a mis personajes. La mirada de Jean-Claude me dio esta
distancia que buscaba.
Vio en el
hospital a un hombre que había asesinado a una escritora y luego había
intentado suicidarse. Por lo visto, entonces usted pensó qué haría si fuera una
mujer...
En 2005, me
enteré de la muerte de Nadia Anjuman, una poetisa afgana. Era muy joven, 25
años, y acababa justo de tener un niño, su marido la había pegado hasta
matarla. Indignado, escribí una carta abierta que se publicó en Francia y luego
fui a Afganistán para encontrarme con la familia de la víctima. Se negaron a
verme. En la cárcel, el marido se había inyectado gasolina en las venas y
estaba en coma en el hospital. Entonces pensé que si yo fuera una mujer me
quedaría a la cabecera de la cama, junto a este hombre, para contarle todo lo
que una mujer, su mujer, había sufrido, todo lo que una mujer puede soportar y
sufrir.
La
película es especialmente subversiva, no tanto por lo que la mujer cuenta, como
por el hecho de contarlo. Esa mujer descubre el gozo de la libertad de palabra,
de la libertad de expresión. ¿Es la gran reivindicación que quería hacer con
esta historia?
En una
sociedad como la de Afganistán, donde las mujeres y los hombres no pueden
expresarse libremente, no pueden comunicar sus pensamientos, ni sus
sentimientos, la palabra se convierte en un fenómeno existencial. ¡Y para que
la mujer pueda expresarse, hace falta que el hombre esté paralizado, en coma!
Aquí las palabras no están exactamente para dar información a los espectadores.
Hasta la cámara se mueve con arreglo a lo que la mujer dice y raramente de acuerdo
a sus acciones. Es el homenaje que rindo a la imagen y a la palabra de una
mujer oprimida.
Ya se ha
ocupado antes de la guerra, la violencia y la situación de la mujer en países
como el suyo, Afganistán. Escribir sobre mujeres siendo un hombre ¿no le resulta
complicado?
Un hombre es
una mujer como todas las demás, ¿no? El trabajo de un novelista es justamente
ese, captar los pensamientos, los sentimientos de los otros; conceder la
palabra a los o a las que no la tienen.
¿Qué
aportó la actriz Golshifteh Farahani a la historia?
Al comienzo
del rodaje le dije: "El trabajo de un autor, de un guionista, de un
realizador consiste en poner a su personaje en la mierda, y el del actor o la
actriz es el de sacarlo de esa mierda". Gracias a los sentimientos de
Golshifteh Farahani, a su belleza, gracias a su coraje, gracias a su arte, sacó
muy bien al personaje de la mierda.
¿Después
de una novela y una película como éstas, puede volver a Afganistán?
Hice la
película, asumo las consecuencias. Por el momento todo está bien. La película
se ha visto tanto en Afganistán como en Irán.
En cuanto
al elemento subversivo, ¿tiene intención agitadora con la película?
Jean-Claude
Carrière cuenta que Buñuel le decía: "Un guionista tan pronto como se
despierta debe matar a su padre, besar a su madre y traicionar a su patria, si
no, es inútil". Una buena lección. No hice esta película por provocación,
sino por vocación. Creo que la vocación del arte nos empuja a volver a debatir
nuestras costumbres, nuestras sociedades, nuestras tradiciones. Si como artista
no logro despertar a los espíritus adormecidos, por lo menos me gustaría
perturbar su sueño pesado.
La
película sirve como herramienta liberadora y también de denuncia. Por supuesto,
el público en algunos momentos siente miedo por el personaje, ¿eran éstas sus
intenciones?
En efecto,
la película funciona como un thriller. Y por supuesto, al enterarse de lo que
es la piedra de paciencia, el espectador empieza a temer el estallido de
este hombre al que se presenta como esta piedra mágica.
Además de
la situación de la mujer, La piedra de la paciencia denuncia la
hipocresía religiosa y la de los hombres. ¿La hipocresía es uno de los males de
este siglo XXI?
La
hipocresía ha estado y estará, desgraciadamente, muy presente en las sociedades
tradicionalistas en las que los hombres y las mujeres viven una contradicción
permanente. El abismo que se crea entre lo que uno es y lo que aparenta ser
empuja a la gente hacia la hipocresía. Es el caso de nuestro siglo XXI, pero
también de los siglos precedentes. Es la censura la que provoca la
contradicción y la contradicción, la hipocresía.
Al hablar
de La piedra de la paciencia se ha referido usted a Alemania, año
cero, sin duda una de las más grandes películas sobre la guerra. ¿Ha habido
más referencias en su trabajo?
Sí. Hablo de
Alemania, año cero, no sólo porque la historia pase justo después de la
guerra, sino también por el aspecto cinematográfico. Cómo rodar las ruinas, el
desamparo de una familia, el hombre encerrado en una pequeña habitación, etc.
Además de esta obra maestra, está también el capítulo The Hand, de Eros,
de Wong Kar-Wai. Esa relación entre una prostituta y un joven sastre es
conmovedora. Me inspiré en ello para la relación entre la mujer y el soldado.
Incluso hay un plano a cámara lenta, acompañado por una música que rinde
homenaje a este gran cineasta. Y luego, hay por supuesto influencia de Gritos
y susurros, de Ingmar Bergman.
¿Conoce
usted la novela Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes?
Conocí
ese libro en España cuando mi libro se publicó en español. Estuve buscando una
traducción del libro en francés, pero fue imposible, se había agotado hacía
tiempo. Se reeditó en 2010.
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