Cerca de 10.000 españoles pasaron por
campos de concentración. Más de dos tercios murieron. El documental 'Memoria de
las cenizas' rescata el testimonio de cinco andaluces que vivieron el horror
nazi por luchar contra el fascismo en Europa
PATRICIA CAMPELO Madrid 24/10/2013 publico.es
El estado español no ha satisfecho aún
la deuda contraída con aquellos que hicieron frente al fascismo en España,
primero, y en Europa después. Cerca de 10.000 españoles pasaron por campos de
concentración nazi. Apenas un tercio logró sobrevivir. Todos los monumentos que
hoy rinden homenaje a las víctimas del fascismo en el campo austríaco de
Mauthausen fueron levantados a iniciativa de los gobiernos de las 17
nacionalidades de europeos recluidos allí. Todos, menos en el caso español.
Aquí fueron los propios supervivientes quienes reunieron el dinero a través de
una cuestación popular para edificar el homenaje. El mantenimiento del mismo
sigue recayendo en ellos y sus familias, sin ningún tipo de ayuda. Y la
primera visita institucional española que recibió este lugar no llegó hasta
2005, con el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.
Para rescatar esta memoria y transmitir
el testimonio directo de aquellos hombres deportados a campos de concentración
nazi, el antropólogo Ángel de Río presentó anoche en Madrid el documental
realizado junto con Eduardo Montero, Memoria de las cenizas
(Intermedia), en el que traza los relatos de cinco supervivientes andaluces del
campo de Mauthausen. "Su voz se apaga, y necesitan que los jóvenes
cojan ese testigo", explica Del Río sobre la vocación pedagógica de un
documental al que acompañan materiales didácticos para impartir en centros
educativos.
La chispa que prendió la idea de
rescatar del anonimato los intensos relatos de los supervivientes de un campo
nazi surgió en el viaje de un grupo de Andalucía a Austria en 2005, por el 60
aniversario de la liberación de Mauthausen. "Allí conocimos a algunos
deportados españoles con historias fascinantes y desconocidas", aclara Del
Río a Público. "Durante el trabajo, comunicamos a muchas personas
que sus familiares habían muerto en este campo, cuando éstos pensaban que, en
realidad, habían desaparecido en la Guerra", apunta sobre el velo de
silencio que aún cubre este tipo de historias. "A diferencias de otros
países, España no ha asumido como Estado que esto forma parte de su
patrimonio. Aquí el fascismo murió en la cama y, después, no se hizo
nada", añade.
Virgilio Peña, superviviente cordobés
de un campo nazi
Uno de los testimonios incluidos en el
trabajo Memoria de las cenizas es el de Virgilio Peña (Espejo,
1914). A sus 99 años mantiene un apasionado interés por la realidad política
que le rodea. Integrante de la resistencia francesa contra el fascismo -el
denominado maquis- pasó 20 meses en el campo nazi de Buchenwald, uno de
los más grandes en territorio alemán. Al otro lado del teléfono desde su
domicilio en Francia, donde reside desde que salió liberado en abril de 1945,
relata cómo le detuvo la policía francesa en Burdeos "en mi casa mientras
dormía, como quien coge a un pajarito mojado", lo interrogó con torturas
durante dos semanas y, después, lo entregó a las SS alemanas.
Antes de llegar a Alemania había pasado
tres meses en un campo francés de prisioneros al norte de París. "Allí nos
preparábamos para el campo de concentración que venía después", detalla a Público.
Uno de los episodios que recuerda con
mayor conmoción es el del viaje de cuatro días en tren hasta Buchenwald. "Era
un vagón para caballos; íbamos unas 100 personas. Yo no me soltaba de las
manillas de atar a los animales porque el que caía al suelo ya no se levantaba
más", relata. "Ahí hacíamos nuestras necesidades, y había gente que
moría asfixiada". "Es de lo más criminal por lo que he pasado; eso no
se puede olvidar", sentencia.
Una vez en el campo de concentración, Virgilio
cree que debe su supervivencia a la comida que le aportaba un alemán allí preso
-"le conocíamos como Willy", recuerda- que trabajaba limpiando las
casas de soldados de la SS, y aprovechaba esa ocupación para llevarse comida.
"Hicimos una gran amistad", rememora.
Hoy en día, Virgilio lamenta que su
propio país se haya olvidado de los deportados españoles en campos de
exterminio nazi. "Francia nos ha reconocido el tiempo en Buchenwald,
Alemania también y tenemos una pensión de los dos países. De los gobiernos
españoles, nada de nada, no tenemos nada que agradecerles", denuncia. "Es
como si no existiéramos", deplora sobre la indolencia de las
instituciones españolas.
Últimos testimonios de supervivientes
españoles en campos nazis
El documental de Del Río y Montero toma
como referencia al colectivo de andaluces deportados en campos nazis. La
cifra alcanza los 1.500. Y el hilo argumental se desarrolla entre los casos
de Mauthausen -el lugar de exterminio que congregó al mayor número de
españoles- y los relatos de familiares de otros deportados.
Los protagonistas principales,
supervivientes de Mauthausen, rebasan los 90 años. Uno de ellos, Alfonso
Cañete, falleció la semana pasada. Y Juan Camacho lo hizo unos meses antes.
Camacho, que vivía en Uruguay y durante
un viaje a España contactó con la Amical de Mauthausen -el colectivo que agrupa
a deportados y familiares desde 1962-, regresó al campo austríaco de
concentración hace apenas algunos años. "Pero no quisiera volver",
dejó plasmado a cámara en el documental. Hasta el final de sus días sintió la
lucha contra el fascismo. "Seguimos siendo antifascistas, hasta la
muerte", concluyó. Uno de los trágicos sucesos que recordaba en la cinta
era la costumbre de los miembros de las SS de tirar piedras a los presos desde
lo alto de la cantera de Mauthausen, donde trabajan como esclavos. "Si
te daban en la cabeza, te mataban". Con los ojos humedecidos confiesa
que no lograron degradarlo como persona. "Seguí manteniendo la dignidad
humana".
Cañete, por su parte, contó a cámara
que lo habitual allí era "salir por la chimenea" de los hornos
crematorios. "Siempre salía humo". Apoyado en una mesa sobre la que
muestra unas piedras, confesó que en aquel lugar "el hombre se atrofia, y
llega un día que ya no piensas". Cuando salió del campo, su sensación era
la de haber permanecido allí "80 años".
El padre de José Marfil fue el primer
español que murió en Mauthausen. "Le hicieron un minuto de silencio, y
las SS se quedaron sorprendidas", recuerda para Memoria de las
cenizas. Otro capítulo de este andaluz da cuenta del carácter fuerte y
altivo de los españoles en los campos nazis. Uno de los soldados provocó que le
atacara un perro. Mientras José Marfil soportaba al can enganchado por la
cintura miraba fijamente al SS alemán. Momentos después, quedó liberado.
"Había que hacer que no sentías nada; estabas en el infierno".
Por su parte, Eduardo Scott muestra a
cámara la chaqueta del uniforme a rayas que llevó durante cuatro años y medio. Aún
se lee el número 5151. El oficial de las SS que se la entregó le insistió
en que se lo aprendiera. "Este es tu nombre ahora, ya no tienes
otro".
El campo de Mauthausen quedó liberado
el 11 de abril de 1945. Al salir, los deportados allí firmaron un documento en
el que se comprometían al "deber ético de recordar" en homenaje a los
miles compañeros que perdieron la vida.
En 1988, las viudas de los diez vecinos
de Zujaira (Granada) que murieron en el campo austriaco recaudaron dinero para
levantar un homenaje. En Almería, otro monumento se erigió en memoria de los
140 vecinos deportados en aquel campo de exterminio. También, por iniciativa de
las familias y los supervivientes. "Ciudadanos europeos dejan flores en el
monumento español en Mauthausen, y los deportados españoles han sido
homenajeados por varios países, pero no por las instituciones españolas",
recuerda Concha Díaz Berzosa, de la Amical. En Austria, los estudiantes
"deben ir al menos una vez a visitar algún campo de concentración",
añade Del Río.
En España,
la realidad es bien diferente. "Parece que les da vergüenza",
intuye Virgilio Peña.
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