Un informe encargado por el Gobierno propone reparar la
memoria de los soldados ejecutados para dar ejemplo a las tropas
Se calcula que son varios centenares, cerca de un millar, los soldados
franceses que murieron fusilados por los suyos tras juicios sumarísimos entre
1914 y 1918. Muchos de ellos no eran cobardes, ni espías, ni desertores. Ahora,
a unos meses para el centenario del inicio de la I Guerra Mundial (1 de agosto
de 2014), Francia está pensando en reintegrar a la memoria nacional a aquellos
Bartlebys bélicos, algunos de ellos menores de edad, que acabaron pasados por
las armas aunque habían sido buenos soldados. Un informe elaborado por varios
historiadores dado a conocer este martes en París propone a los poderes
públicos honrar la muerte de los que se negaron a ser sacrificados en el campo
de batalla, que fueron fusilados para dar ejemplo a las tropas y que no
tuvieron derecho a figurar en las lápidas conmemorativas.
Entre los ejecutados, los hubo que se negaron a dejarse matar y desertaron
o desobedecieron órdenes; otros que se rebelaron y se amotinaron; algunos que
eran espías y otros muchos que, como uno de los personajes de 14, la
novela de Jean Echenoz recién publicada en España, simplemente tuvieron un
despiste o un momento de debilidad o desesperación y dejaron el frente durante
unas horas.
“Hemos descubierto en torno a 600 o 650 fusilados por desobedecer órdenes
y, sumando los delitos de derecho común y espionaje, la cifra total sería de
unos 740 soldados en total”, señalan los autores del informe, que trazan una
clara distinción entre los fusilados “para dar ejemplo” y los amotinados del
año 1917, que según la leyenda huyeron a tierra de nadie mientras balaban como
corderos para denunciar la torpeza o la crueldad de sus generales.
“La mayor parte de los fusilamientos ejemplarizantes ocurrieron en 1914 y
1915, y solo una treintena entre los 40.000 y 80.000 amotinados fueron pasados
por las armas”, estima el informe, que recuerda que las ejecuciones de los
primeros años de la guerra trataban de ejercer un efecto disuasorio sobre la
tropa: “Debían servir de ejemplo, lo cual no quiere decir que los soldados
fusilados fueran inocentes, sino que sus juicios intentaban evitar otras
desobediencias, y por eso la ejecución se realizaba ante sus compañeros”.
Los historiadores relatan varios casos especialmente sangrantes, como el de
cuatro soldados condenados a muerte y ejecutados en 1915 porque se negaron a
volver al ataque, agotados después de intentar “varios asaltos inútiles”.
La primera guerra
industrial de la historia fue una carnicería sin precedentes ni
paliativos: causó 19 millones de muertos y 21 millones de heridos, entre
civiles y militares. Francia perdió a 1,3 millones de soldados, un 27% de los
cuales tenían entre 18 y 27 años. La tropa era conocida como los poilus
–literalmente, los peludos; en argot, los machos-, por la nutrida presencia de
soldados valientes, agrestes y barbudos. Ese apelativo de origen napoleónico
apenas se usaría en la II Guerra Mundial.
Según los autores de la monografía, encargada por el Gobierno ante las
conmemoraciones del año que viene, “hay un amplio consenso social para estimar
que la mayoría —de los fusilados durante la contienda— no fueron cobardes, sino
buenos soldados, que hicieron su deber y no merecían la muerte”.
Los historiadores explican que los contemporáneos, “tanto de derechas como
de izquierdas, no tienen la intransigencia de antaño, son mucho más sensibles a
las condiciones aterradoras que enfrentaron los poilus, y entienden que
algunos pudieran rajarse sin por ello ser cobardes”.
El informe cita el discurso del exprimer ministro socialista Lionel Jospin,
que en 1998, en Craonne (al norte del país), pidió que los soldados “caídos en
una desesperación sin fondo, que se negaron a ser sacrificados”, fueran
integrados en la memoria nacional. Y recuerda también el homenaje de Nicolas
Sarkozy, un año más tarde en Verdun (al este), a los “fusilados para dar
ejemplo”.
La dificultad, ahora, estriba en cómo rehabilitar esa memoria. Los
historiadores proponen cuatro escenarios, pero descartan de antemano dos de
ellos: el de no hacer nada, y la rehabilitación general. “No podemos
honestamente declarar que Mata Hari, fusilada en ejecución de un consejo de
guerra, muriera por Francia”, señalan.
Una tercera vía, la rehabilitación caso por caso, sería una empresa
“demasiado difícil”, y “no tendría el menor sentido revisar los procesos cien
años después”.
Así que la propuesta sugerida a los poderes públicos es “hacer una
declaración solemne seguida de un proyecto pedagógico”. Esa declaración
afirmaría “de forma muy clara que muchos de los ejecutados, pero no todos, lo
fueron en condiciones precipitadas, incluso arbitrarias”. Y añadiría que esos
soldados, “en cierto modo, murieron por Francia”.
Para completar esa “rehabilitación moral, cívica y
ciudadana”, los historiadores proponen actuar “en el plano memorial y
simbólico, para reintegrar plenamente a los fusilados en la memoria nacional”.
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