Por: Manuel Ibáñez | 17 de septiembre
de 2013
“Cuando tenía 15 años me dirigía a un centro comercial que está un poco
alejado del centro de la ciudad. Eran como las seis de la tarde, y estaba
esperando en un paso de cebra para cruzar. Pasó enfrente de mí un camión, el
conductor estaba haciendo gestos obscenos con la boca mientras me miraba, yo
solo le levanté el dedo corazón y le llamé cerdo. A esto el camionero reaccionó
escupiéndome desde el camión. Me dio tanto asco y vergüenza que todavía no se
lo he contado a nadie.”
Caminar por la calle, estar sentada en el metro, sentarse en un bar
tranquila… Situaciones cotidianas que para muchas mujeres es una lacra incómoda
que carece de crimen y castigo. Y es que un momento confortable puede verse
tornado enseguida en algo desagradable para ellas al ser objeto de una
mirada lasciva, una mano masculina en una pierna femenina sin que haya habido
consentimiento alguno o escuchar una ‘mamarrachada’ fuera de tono mientras toma
un café. ¿No se puede hacer nada para denunciar eso? Ahora ya sí, gracias a la
iniciativa The Every Day Sexism Project.
Se trata de un espacio que (como dicen en su web) “existe para exponer y
catalogar las instancias de sexismo que vivimos día a día. Puede tratarse de
casos serios o menores, ofensivos e indignantes, o tan triviales y
naturalizados que ni siquiera nos sentimos capaces de protestar.”
Situaciones como estas son una constante en la vida de muchas mujeres.
Desde la página web de Sexismo
Cotidiano (su traducción en español) o incluso en su muro de Twitter, cualquiera puede denunciar cada
acto denigrante que haya sentido en su día a día. “Ser dueña de mi negocio y
tener que aguantar que cientos de gilipollas me pregunten dónde está el jefe” o
“Estoy cansada de ir por la calle y tener que aguantar que hombres que no
conoces de nada te miren con cara de babosos y te digan cosas obscenas” son
algunos de los cientos de ejemplos que mujeres de prácticamente todas las
edades expresan para mostrar su crítica y condenar situaciones
“machistas” (como no dudan en calificarlo) que las denigran como personas.
El machismo todavía es fuente de disgustos para aquellas que solo quieren
que ser tratadas como iguales. Pero echemos la vista atrás un momento, unos 40
ó 50 años (no son tantos aunque lo parezca). Estamos en medio de la denominada
popularmente como España cañí. Las minifaldas se ponen de moda y el cine
de comedia español comienza a mostrar a una mujer trabajadora que ya no solo es
madre y ama de casa. Pero ¿cómo describen a esas mujeres? Pues según el
recuerdo cinematográfico de films de, por ejemplo, Paco Martínez Soria (entreñable
personaje, no obstante) o Pajares y Esteso, eran principalmente jóvenes y
muy atractivas cuya importancia en esas películas era mostrar escote y dejar
que los protagonistas masculinos les tocasen y mirasen las piernas o los pechos
sonriendo, mientras ellas debían coquetear por el gesto. Un machismo de carnes
que pretendía ser una luz ante las sombras del franquismo y que marcó una
década cultural en nuestro país. Pero esos gestos que fueron cotidianos en el
ideario español ya no son admisibles ni tolerables.
Y aunque la ley no ampare casos “menores” (como dice la web The Every
Day Sexism) esta página si matiza: “Al compartir tu historia estás
mostrándole al mundo que el sexismo existe, que las mujeres lo vivimos todos
los días y que es un problema válido que podemos y debemos discutir”.
Porque cualquier historia que incomode a una mujer puede y debe ser contada
en este espacio: “No soporto que los hombres me miren. Sabemos de qué mirada
hablo. Esa que les da derecho a desnudarte, esa que parece que te tocaran. Ayer
tendía en mi casa y un hombre desde una ventana enfrente de la mía se paró de
trabajar para mirarme fijamente. Y sientes de repente que debiste ponerte una
bata o una camiseta más ancha y más gruesa. Aunque estemos a 30º a la sombra.
Para protegerte de esa asquerosa mirada que te hace sentir culpable y sucia sin
serlo”.
Lo destacable de Every Day Sexism, como dice la directora de la Fundación Mujeres, María Soleto, es poder
manifestar “una molestia cotidiana y una violencia de bajo tono”. Soleto
reconoce que tanto esta iniciativa, como muchas otras que han ido desarrollando
diversas organizaciones feministas a lo largo de los años, han logrado ayudar a
evolucionar a la sociedad. “El clásico piropo no se produce con la misma
virulencia que hace unos años, pero sigue ahí. Los gestos de este tipo hacen
daño al desarrollo normal de la mujer”, señala. Para María Jesús Girano,
presidenta de la Federación
Mujeres Jóvenes “es un proyecto interesante donde exponer una
realidad que es invisible para la sociedad y que esa sociedad cree que es
normal”.
Girano destaca que la importancia de esta iniciativa reside en la fuerza de
una voz colectiva y solidaria que ayuda, sobre todo, a las “menos fuertes”.
“Las mujeres que tienen la autoestima más baja sufren más y pasan miedo por si
al decir algo, ante un acoso claro en el trabajo, por ejemplo, son despedidas o
criticadas. Este movimiento permite que expresen su problema en voz alta. Y una
vez que se ha reconocido ya es más fácil luchar contra esa injusticia”, afirma.
Y es que la unión es la base de todo este tipo de
movimientos y la mejor forma de conseguir que una iniciativa se vuelva un hecho
es colectivizarla. Algo que Every Day Sexism tiene muy claro, porque del
mismo que las mujeres españolas pueden denunciar en Sexo cotidiano los
acosos que reciben, la iniciativa también está presente en otros 16 países
(Francia, Alemania, Holanda, Países Bajos, Portugal, Rusia, Inglaterra, Estados
Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, Austria, Argentina, Italia, Australia, Brasil,
Sudáfrica y Dinamarca), siempre desde su página web o Twitter. Es por ello que
este es un movimiento que se está globalizando para poder dar una voz común a
un problema para miles de mujeres en todo el mundo. Y es que, como dicen desde
la Federación de Mujeres Jóvenes, “cuando das un paso, todas van contigo”.
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