Felipe Matarranz, alias "Lobo", con 98 años, es probablemente el
último superviviente de la batalla del Mazuco (Asturias), que actualmente está
considerada como una de las más cruentas de la Guerra Civil
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 22/09/2013 publico.es
El ejército
franquista calculó que Asturias caería en apenas siete días. Así lo hizo saber
Queipo de Llano en una intervención radiofónica. Razones no le faltaban para el
optimismo. La República estaba centrada en la reestructuración de su Ejército
de maniobra para atacar Teruel y sus fuerzas aéreas estaban prácticamente
destruidas. Para colmo, la Legión Cóndor nazi trabajaba a pleno rendimiento
para abrir paso a las tropas franquistas. Sin embargo, la batalla se alargó
durante 51 días. La resistencia republicana fue tal que diversos historiadores
llegaron a calificar la batalla del Mazuco, enmarcada dentro de la ofensiva del
ejército franquista por Asturias, como la batalla de las Termópilas.
Fiel
conocedor de aquella batalla, que produjo un número de muertos imposible de
reconocer, es Felipe Matarranz, alias "Lobo", quien probablemente es
el último soldado superviviente de aquellas. A sus 98 años, Felipe recuerda la
dureza de la batalla, el olor de la muerte y el cielo, "lleno de
bombarderos nazis". "Pasamos mucho rato mirando hacia arriba
esperando a que dejaran de bombardear para poder salir a batallar",
explica a Público Felipe Matarranz, que señala que cada día vivían
"una lluvia de bombas nazis". "Llegaban tres aviones para
bombardear por minuto", añade.
La ofensiva
franquista por hacerse con el control total del norte de España comenzó el 1 de
septiembre de 1937 y duraría hasta el 21 octubre del 1937 cuando las tropas del
ejército autodenominado nacional llegaron a Gijón. La guerra que debía duras
apenas una semana se había prolongado 51 días. "El ejército
franquista llegó a utilizar 145 batallones para ganar esta batalla frente a los
75 que utilizó para conquistar Bilbao. Este dato por sí mismo explica la dureza
de la batalla en Asturias", explica a este diario el historiador
especializado en la guerra del norte Luis Aurelio González.
Felipe
Matarranz conoce a la perfección la dureza de la que habla Luis Aurelio. Llegó
a ser herido tres veces durante la Guerra Civil, dos durante la ofensiva de
Asturias. "Estaba luchando en Oviedo cuando recibí un tiro en la pierna. El
dolor era fuerte pero no podía parar de disparar. Me até un pañuelo sobre
la herida y seguí luchando. Ahora tengo una cicatriz de siete centímetros para
no olvidar la batalla", recuerda Felipe, que señala que las fuerzas
republicanas siempre lucharon en inferioridad numérica y armamentística.
"Morir
de pie"
La batalla
por Asturias tenía una importancia fundamental para el desarrollo final de la
guerra. En disputa estaban las minas, la industria siderúrgica y las fábricas
de armas. Sin embargo, fue una batalla desigual. El historiador Luis Aurelio
Rodríguez explica que la República nunca tuvo oportunidad de avanzar en el
frente. "Fue una guerra de resistencia. El ejército republicano
resistía y retrocedía, pero nunca avanzaba", explica el historiador que
añade que la población asturiana resistió el avance del fascismo en
"condiciones dantescas". "No había ni comida".
Los 15 días
que duró la batalla en el Mazuco siguieron una misma lógica de guerra. A
primera hora de la mañana llegaba un avión de la legión cóndor. Reconocía el
terreno, realizaba fotografías y volvía sobre la base de Llanes. Los mandos
militares franquistas, tras ver las fotografías, diseñaban la secuencia del
ataque. "Primero el bombardeo de la artillería pesada. Después el
bombardeo de la aviación, después los cazas alemanes que ametrallaban en
posición noria, es decir, de tres en tres y mientras se producían estos
bombardeos, la infantería avanzaba hasta situarse a 70 metros del objetivo. Ahí
empezaba la lucha con la bomba en la mano", explica.
En estas
circunstancias, ya sólo resistir era una auténtica odisea, añade Rodríguez. A
la superioridad numérica del ejército franquista había que sumar la inestimable
ayuda de la Legión Cóndor y de la artillería aportada por la Alemania nazi.
"Asturias luchó completamente sola. No recibió ningún tipo de refuerzo
humano, ni armamento, ni munición. Sólo en la última semana de la batalla llegó
un barco con armamento y en su mayoría fue a caer en manos del ejército de
Franco", asegura.
La soledad
del ejército republicano la sintió Matarranz en el frente. "Veíamos a
gente abandonar al frente, heridos o muertos, y llegaban menos refuerzos.
Estábamos tristes, sentíamos el abandono, pero más vale morir que vivir de
rodillas", emplaza el guerrillero, que tras la guerra pasó doce años en la
cárcel y fue condenado a muerte en dos ocasiones.
Sin
embargo, su espíritu luchador antifranquista no se apagó y tras abandonar la
prisión se enroló en las filas de la resistencia como enlace de los maquis.
Tras ser descubierto, volvió a ser encarcelado. "Aquella fue una guerra
de obreros contra obreros. Yo no vi a ningún capitalista en el frente. La
derrota de la República nos hizo a todos más esclavos", sentencia.
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