La construcción de una gran colonia israelí en la zona
E-1, cerca de Jerusalén, desbarata la continuidad territorial de Cisjordania
ANA CARBAJOSA
Jerusalén 3 DIC 2012 - 20:05 CET
E-1 es a primera vista un páramo palestino con vistas al mar Muerto. Pero
en términos políticos es el culpable de que la
paciencia europea se haya quebrado; de que la tensión entre Israel y
los países europeos haya alcanzado máximos históricos por culpa del crecimiento
de los asentamientos. Porque E-1 no es un proyecto de colonia más. Es para
algunas cancillerías occidentales el último clavo en el ataúd de la solución de
los dos Estados, la que debe culminar en la creación de un Estado palestino que
viva al lado del israelí. Porque por su emplazamiento estratégico, si Israel
termina construyendo en E-1, Cisjordania se partiría prácticamente en dos. La
continuidad territorial de una futura Palestina quedaría de facto hecha
trizas.
Por eso
Washington ha hecho de E-1 durante años su línea roja. Y
por eso, Israel ha anunciado que ha comenzado los trabajos preliminares para
construir en esta zona justo ahora, a pesar de que los planes existen desde
hace décadas. Los israelíes han pronunciado conscientemente la palabra tabú,
“E-1”. Porque al margen de anunciar la construcción de 3.000 nuevas viviendas
en territorio ocupado, se trataba sobre todo de tocar una fibra muy sensible y de dejar claro
que el reconocimiento mundial de los palestinos ante la ONU el pasado jueves no
ha sido de su agrado.
A E-1 se llega por la carretera que une Jerusalén con Jericó. Un desvío da
paso a una larga cuesta, que termina en la cúspide de una de las clásicas
colinas empedradas cisjordanas. Una comisaría de policía israelí corona el
monte. Es el único edificio de una zona que, por lo demás, está lista para la
urbanización. La carretera de subida, de hasta tres carriles, está trufada con
glorietas que llevan a ninguna parte, pero de las que deben salir nuevas calles
el día que se empiece a construir. Hay farolas, electricidad y abastecimiento
de agua. Todo está listo desde hace años. Solo falta que la coyuntura política
permita empezar a enladrillar.
Junto a la comisaría, hay un pequeño mirador con un panel explicativo,
firmado por varios parlamentarios israelíes que estuvieron allí hace tres años
y que aseguran que “con la ayuda de Dios este lugar será construido”. Una cita
bíblica (Salmos 118) encabeza el manifiesto: “La piedra que desecharon los
constructores es ahora la piedra angular”.
Ante el panel, Aviv Tatrasky, investigador de campo de la organización
israelí Ir Amim, ofrece su diagnóstico. “Si esto se queda dentro de Israel,
supondrá el fin del Estado palestino”. Los datos que maneja esta organización,
que sigue de cerca la expansión de los asentamientos en torno a Jerusalén,
indican que la idea es construir 3.500 viviendas y 2.100 plazas hoteleras en
este monte pelado. Centros comerciales y una zona industrial completan la
lista. El área suma unos 12 kilómetros cuadrados, parte de ellos de propiedad
privada palestina. Al margen de cuestiones geoestratégicas, la urbanización
forzaría la expulsión de 11.000 beduinos que malviven en este enclave
semidesértico, aseguran en Ir Amim.
Desde el mirador de E-1 se divisa Jerusalén oriental, el mar Muerto y hasta
Jordania. Enfrente, como una mole, aparece Maale Adumim, uno de los mayores
asentamientos de Cisjordania, donde viven unos 40.000 israelíes y que sería el
núcleo de población encargado de acoger en sus límites municipales la polémica
expansión. La urbanización de E-1 es una de las grandes ambiciones del alcalde
de Maale Adumim, del gubernamental Likud, que aspira a convertir su
asentamiento en una gran ciudad a las puertas de Jerusalén.
Hoy Maale Adumin es un conjunto de chalés adosados y edificios de pisos
rodeados de zonas ajardinadas. Piscinas municipales, escuelas, autobuses de
línea y todo tipo de servicios dan una idea de hasta qué punto para muchos
israelíes este territorio forma parte de su país, a pesar de que el consenso
internacional y los mapas digan lo contrario.
Amir Chesin, vive en Maale Adumim desde hace casi 30 años, aunque dice que
no comulga con los planes colonizadores israelíes. Señala que en su ciudad los
vecinos están deseosos de crecer gracias a la urbanización del E-1. Añade que
la población de Maale Adumim se está derechizando hasta un punto que él mismo
está pensando en mudarse.
Para el negociador palestino Saeb Erekat, Maale Adumim y sus alrededores
“tienen como función poner la lápida a la solución de dos Estados”. “Destruye
cualquier horizonte de paz”, añade. Sus afirmaciones las comparten no pocos
diplomáticos occidentales, porque aunque la construcción de E-1 no corta en
sentido estricto la conexión entre el norte y el sur de Cisjordania, sí reduce la
continuidad territorial de un futuro Estado de forma drástica.
Fuentes del Ejecutivo israelí explican que la idea de construir en E-1 no
es nada nuevo. Que es un proyecto que se remonta a los años noventa, a la época
del entonces primer ministro Isaac Rabin, y que la idea sigue siendo la misma
de entonces. “Israel quiere que cuando se decida el estatus final de los
territorios, Maale Adumim quede conectada con E-1 y con Jerusalén. Forma parte
de nuestros intereses”. Desde que la idea naciera hace 20 años, los
asentamientos en Cisjordania y en Jerusalén Este no han dejado de crecer, hasta
formar un cordón alrededor de la Ciudad Santa.
El Gobierno israelí ha decidido también acelerar el plan de construir 1.700
viviendas en la colonia de Ramat Shlomo, en Jerusalén Este, según el diario Haaretz,
en respuesta a la votación de la ONU. El comité de planeamiento y edificación
de la ciudad estudiará en dos semanas el controvertido plan, que fue anunciado
en marzo de 2010 en plena visita oficial a Israel del vicepresidente de Estados
Unidos, Joe Biden.
Ramat Shlomo es un barrio habitado por judíos
ultraortodoxos en el sector oriental de Jerusalén, de mayoría árabe y que fue
anexionado por Israel en 1967. El proyecto que ahora se pretende relanzar quedó
paralizado tras provocar una grave crisis diplomática entre EEUU e Israel. La Casa Blanca
condenó entonces el plan de ampliar Ramat Shlomo por socavar el proceso de paz.
Los palestinos,
por su parte, cancelaron las conversaciones indirectas con Israel tras el
anuncio.
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