Reclutado como soldado en la Guerra de Argelia en 1959,
empezó a documentar guerras como una defensa personal ante las atrocidades que
presenciaba.
Documentó la Guerra del Vietnam, la de los Seis Días, la
de Biafra, los conflictos de Irlanda del Norte y la 'revolución' de Mayo del
68...
Una muestra redescubre la corta e intensa carrera de
Caron, que desapareció en Camboya a los 30 años cuando trabajaba como
fotoperiodista.
Estuvo en la Guerra del Vietnam,
la Guerra de los Seis Días, Biafra,
los conflictos de Irlanda del Norte, Mayo del 68, la Primavera de Praga... El compromiso personal del fotógrafo
francés Gilles Caron (1939-1970) por documentar con su
cámara los conflictos que azotaban a la humanidad llegó a costarle la vida
en Camboya.
Comenzó su corta e intensa carrera por una necesidad
interior de hacer testigos a los demás de los horrores que presenció en la Guerra de Argelia. El reportero gráfico, que
en 1959 fue reclutado como paracaidista, quedó marcado por los actos
brutales a civiles y se aferró al fotoperiodismo como la única manera en
que podía contribuir a dar a conocer el sufrimiento de quienes son golpeados
por la guerra y despertar la empatía más allá de los bandos y de la
distancia.
La impotencia de ser un espectador
Gilles Caron, le conflit intérieur (Gilles Caron, el conflicto interior), hasta el
12 de mayo en el Musée de L'Élysée de Lausanne en Lausana
(Suiza), es una emotiva muestra de la obra de uno de los primeros autores en
sufrir el conflicto moral del fotógrafo de guerra, que pronto se siente
insatifecho con la visión heróica de su misión y reflexiona sobre la
impotencia de ser espectador de las atrocidades.
En los primeros años de carrera —en la Guerra de los
Seis Días y en Vietnam— se centró en las figuras inactivas, en soldados y
prisioneros absortos en sus pensamientos, escribiendo o soñando despiertos.
Durante la guerra de Biafra, se sintió conmovido por las condiciones de vida de
la población y en particular por el estado de desnutrición de los niños. En
Mayo del 68 y en Irlanda del Norte dirigió su objetivo a los manifestantes,
personajes simbólicos que encarnaban la guerrilla urbana y protagonizaban
luchas callejeras que Caron supo transformar en coreografías con un
prodigioso sentido de la composición.
Cine, música y moda
Aunque nunca dejó de ser un reportero de guerra, no
se le escaparon los acontecimientos culturales y artísticos de la década de
los sesenta. Interesado en la Nouvelle
Vague y en la escena musical del momento, documentó
ocasionalmente los rodajes de Godard
y Truffaut e incluso trabajó como fotógrafo de
moda. Esas incursiones, que podrían parecer ajenas al resto de su producción,
influyeron inesperadamente en el lenguaje formal de las instantáneas que tomó
en los enfrentamientos en el Ulster y en el Barrio Latino de París.
Al término de los años sesenta se sentía frustrado
e inseguro. Le perseguía la sensación de incapacidad, de no poder ser más
que un capturador de imágenes mientras las personas seguían siendo absorbidas
por los acontecimientos que les rodeaban. En sus últimas fotos (a partir de sus
experiencias en Biafra y Chad) gira de manera inesperada hacia la figura del
fotoperiodista y retrata a sus compañeros de profesión: las fotos entregan un
mensaje agrio al espectador, que puede comprobar que el trabajo del
reportero de guerra no es tan heroico como lo imaginan muchos.
En abril de 1970, viajó a Camboya
junto con dos docenas de periodistas y cooperantes tras el golpe de estado del
general Lon Nol y la destitución del Príncipe Norodom
Sihanouk. Caron y otros dos reporteros franceses (Guy Hannoteaux y
Michel Visot) desaparecieron para siempre en una carretera entre Camboya y
Vietnam controlada por los Jemeres
Rojos. Tenía 30 años.
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