Recobradas cientos de imágenes sin autor de la vida
cotidiana en el conflicto
JOSÉ ÁNGEL
MONTAÑÉS 28 MAR 2013 -
00:00 CET
Comisario político dirixíndose a soldados que axudan na seitura |
Era un lote ciertamente intrigante el ofrecido por Soler y Llach en
Barcelona en julio de 2010: un archivo con 1.400 negativos, la mayoría imágenes
de la Guerra Civil realizadas por un fotógrafo anónimo. Habían sido recuperadas
en el sur de Francia. Desfiles de milicianos republicanos en diferentes
localidades del frente de Aragón, campos de instrucción del Ejército Popular,
pase de revista de las tropas, vida cotidiana de los soldados... Comiendo,
descansando en las trincheras o interrogando a prisioneros, efectos de las
bombas, fuego cruzado en el río Segre, tanques en acción... Las imágenes
inéditas ofrecían también un inigualable pasaporte a la vida cotidiana en
Barcelona: competiciones deportivas o grupos de bañistas en Sitges,
Castelldefels o Badalona, instantáneas de las elecciones de 1931 y de los
hechos de la Revolución de Octubre de 1934. Todo ello identificado y conservado
en tres pequeñas cajas, una de madera y dos de latón.
El lote, que partía con un precio de 25.000 euros, quedó sin postor. No se
volvió a saber más de las fotografías. Hasta ayer. La Comisión de la Dignidad,
asociación que ha litigado por el regreso a Cataluña de los llamados papeles
de Salamanca, explicó que los había adquirido hace 15 días por 7.500 euros,
en una subasta por Internet.
La historia pareció entonces repetirse. Según Josep Cruanyes, portavoz de
la entidad, los negativos pertenecieron a un fotógrafo que estuvo movilizado en
la 30ª División del ejército popular que había integrado la columna
Macià-Companys. Se los llevó en su exilio a Francia, como hizo Agustí
Centelles, el fotógrafo más famoso de la contienda española. A diferencia de
Centelles, este autor desconocido no los volvió a recuperar jamás. “Los hemos
comprado a un intermediario de Barcelona, pero los ha vendido un militar
retirado de Perpiñán, de unos 80 años, hijo de otro militar exiliado que estuvo
en campos de refugiados franceses”, explicó Cruanyes. Defendió que las
fotografías son “más ricas que las de los corresponsales de guerra que
visitaban el frente de forma esporádica”.
Se ha podido comprobar que el fotógrafo trabajó con dos cámaras, una Leica
y otra con negativos de 3x4 centímetros. “Eso denota que era un profesional”.
En los negativos, muchos de ellos conservados ya recortados y otros como parte
de su rollo original, se pueden leer los nombres de localidades como Grañén y
Berdegal, en Huesca, barranco de Badaüll, en Llimiana, Montgai, Baldomà,
Linyola o Sanahuja, en Lleida, o Martín del Río, en Teruel, y otros escenarios
del frente de Aragón y del Segre. También los de mandos como Víctor Torres,
comisario de la 146ª Brigada Mixta, el comisario de división Jaume Girbau o el teniente
coronel Felipe Galán, jefe del XI Cuerpo del Ejército.
La Generalitat no las quiso por considerar que su calidad no era comparable
con la de otros fotoperiodistas. La compra se ha realizado con aportaciones de
53 personas. Entre todos han reunido 10.000 euros, el dinero necesario para su
compra y estudio, tarea que realizará la asociación Fotoconnexió, asesorada por
técnicos del Arxiu Nacional de Catalunya (ANC). El resto será para exponerlas y
editar un libro. En 2014, el fondo se entregará al ANC.
Cruanyes se aventura a lanzar un nombre: el del fotógrafo
Andreu Puig Farran, fallecido en 1982. “La historia de este fotógrafo coincide
con la de estas imágenes, ya que Puig estuvo en el frente y acabó en el exilio
llevándose su archivo... que no recuperó jamás”. Ahora comienza el estudio del
fondo y es pronto para conclusiones. En varias de las fotografías aparece una
mujer. En uno de los negativos se puede leer su nombre: Maria Fabregat. En
otra, esta joven, de amplia sonrisa, aparece junto a un sargento republicano,
el mismo que aparece en otra imagen, apoyado en el quicio de una puerta. Quizá,
solo quizá, el militar es el autor de todas estas misteriosas fotografías.
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