Sin financiación, sin
presencia en el espacio público, sin interés para el Gobierno, los represaliados
en la Guerra Civil y el Franquismo continúan enterrados y el Valle de los Caídos
honra únicamente a los vencedores
Elena Cabrera 13/04/2013 – eldiario.es
Presos republicanos traballando no Valle de los Caídos |
A finales de este mes de
marzo fue desenterrado un lapicero. No era muy largo, por lo que a simple vista
podía deducirse que su dueño había escrito mucho con él. Él, el dueño, murió
fusilado en Urbasa (Navarra) en 1936. Se llamaba Balbino García y era el abuelo
de la escritora Julia Otxoa quien, al pie de la excavación, recibió de mano
del forense Francisco Etxebarria este lapicero. Con la extrañeza de esos
mensajes privados que navegan del pasado hacia el presente, sin saber lo que
ocurriría trece años después, Otxoa tituló su libro de poemas del año 2000 Al
calor de un lápiz.
El equipo de Etxebarria,
de la Sociedad Aranzadi, abrió un boquete en la entrada sellada con cemento a
la Sima de El Raso. Esperaban encontrar tres cuerpos cuya identidad conocían de
antemano pero al hacer una primera inspección de la fosa comprobaron la existencia
de seis esqueletos. Al bajar para realizar la exhumación, unos días después, el
número se elevó hasta diez. Siete desconocidos más asesinados y arrojados
a una profunda sima en un terreno montañoso. Uno de ellos es una
mujer, quizá una maestra de escuela desaparecida en aquel mismo tiempo. Junto a
los cuerpos, una granada de mano de tipo piña, sin detonar.
Este ha sido el primer
desenterramiento de las evidencias de la represión franquista realizado en el
año 2013, y uno de las pocos que se harán, debido a la desaparición del
cien por cien del presupuesto público para la memoria histórica. Y
el desconocimiento de lo que la tierra entierra y la sorpresa de pasar de tres
nombres a diez, con siete signos de interrogación en los cuerpos, simboliza en
qué punto de ignorancia sobre sí misma vive aún la Historia de la Guerra Civil
y el Franquismo respecto al bando derrotado.
La memoria histórica ha
desaparecido de la agenda política y mediática, como si se tratara de un tema
de consumo pop informativo y ahora estuviéramos en un tema más apasionante:
sobrevivir a la crisis. Dicen los expertos, como el antropólogo del Csic
Francisco Ferrándiz, que hay dos claves. La primera es que excepto algunos
temas permanentes, en general estos tienen ciclos de interés. El pico de este
ciclo para la memoria histórica fue la primera década del siglo XXI, con un
gran impacto mediático, un ritmo vertiginoso, portadas de periódicos,
documentales, radio, medios internacionales... hasta que el tema se saturó en
el espacio público como "consecuencia del carácter bulímico de la sociedad
del conocimiento".
Durante aquella etapa de
gran festival del memorialismo hubo cuatro momentos sobresalientes: el debate
sobre la apertura de la fosa a la que fue arrojado Federico García Lorca, la
Ley de Memoria Histórica, el auto de Baltasar Garzón y el Valle de los Caídos.
Para que la curva de interés sobre la memoria histórica vuelva a subir tiene
que impulsarlo un nuevo pico de interés, que en estos momentos Ferrándiz no
puede adivinar de qué se tratará: "puede que en dos años rebote el
interés, porque es un ciclo, volverá transformado de otra manera".
La segunda clave es el
efecto crisis. "La crisis ha borrado de la agenda pública no sólo la
memoria histórica sino también otros temas, como la reforma laboral o la
precarización del empleo, homogeneizando el espacio público" analiza
Ferrándiz, que concluye aventurando que, a pesar de la victoria del Partido
Popular en las elecciones generales, "si no hubiera habido crisis se
habría podido defender mejor el mantenimiento de las ayudas a la memoria"
pero, en estas circunstancias, "el Gobierno ha sido hábil y ha aprovechado
la circunstancia del recorte en todas las partidas" para dejar sin
presupuesto a las asociaciones memorialistas y de familiares de las víctimas.
De corazón
Sin liderazgo público -la
Ley de Memoria Histórica ya inhibió al Estado de conducir la investigación de
los hechos no narrados, de los cuerpos abandonados- y sin ayudas, el quebradizo
tejido de recuperación de la memoria vive hoy una encrucijada para salir adelante,
buscando financiación en fundaciones y universidades privadas fuera de España y
planteándose, como recurso incómodo pero posible, el crowdfunding. Una
alternativa que no gusta del todo porque, señala tajante Marco González,
investigador del Laboratorio de la Asociación para la Recuperación de la
Memoria Histórica y vicepresidente de este colectivo, "una familia de un
desaparecido no tiene que gastar ni un euro" en su búsqueda.
En la memoria histórica en
tiempos de crisis se exhumará alguna fosa, de esas que los expertos consideran
"facilitas": poco equipo, seguridad en la localización, voluntariado,
un fin de semana o tres días durante las vacaciones para realizar la excavación
y, sobre las pruebas de ADN para ratificar la identidad, ya se verá si se
pueden pagar. En 2013, presumiblemente, se realizará la apertura de la primera
fosa a petición de los familiares que tiene lugar en la Comunidad de Madrid, en
la población de Arganda del Rey. 74 años después de la caída de la capital en
la Guerra Civil.
Tampoco hay planes de
intervenir en el Valle de los Caídos. El Informe de la Comisión de Expertos que
José Luis Rodríguez Zapatero encargó en el último suspiro de su Gobierno no
está sobre la mesa del Gobierno de Rajoy. Diez días después de las elecciones
Esteban González Pons ya dijo que el PP no abriría "debates
que no existían" en relación a la propuesta de esta Comisión de
mover la tumba de Franco a un lugar fuera del Valle de los Caídos ya que de los
33.847 cuerpos que yacen allí, es el único que no murió en la Guerra Civil.
Este traslado, así como el propósito de convertir el lugar en un memorial a los
muertos de la Guerra, sin ninguna connotación ideológica y política, formaba
parte de las 14 recomendaciones de este informe. A pesar de este actitud, Entesa no ha
dejado de pedir en el Senado que el Gobierno desarrolle y aplique las
recomendaciones.
"El Estado nunca se ha tomado la cuestión de
la Memoria Histórica como un problema estatal, sino político" opina la
experta en el Valle de los Caídos y la Guerra Civil Queralt Solé. "De
haberlo hecho, la forma de afrontarlo habría sido diferente". La
investigación en manos del voluntarismo, la descentralización y descoordinación
de los datos que se obtiene, la no creación de un banco de ADN donde cotejar las identidades son algunas de las carencias derivadas de la
dejación de responsabilidades por parte del Estado. "Se puede seguir
haciendo, y de corazón, pero la rigurosidad puede haberse afectada",
advierte Solé, quien también recuerda que, pese a todo, "esto es
imparable".
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