Eugen Ruge narra el desplome de la RDA en 'En tiempos de
luz menguante'
En 2011 la novela recibió el Premio del Libro que concede
el gremio de libreros alemanes
Cada vez que en Alemania se publica un libro en el que salen más de tres
veces las palabras comunismo y Alemania Oriental, se levanta una
tormenta en las hojas literarias de los diarios y todos susurran excitados: la
gran novela sobre la RDA.
Resultaría risible si no correspondiese, casi un cuarto de siglo después de la
caída del Muro, a una demanda lectora cada vez más justificada, aparte de
implicar un interrogante grave para la literatura alemana actual: ¿es realmente
capaz de aportar una novela que recoja e ilumine este periodo histórico como lo
hacían Berlín Alexanderplatz con la época de entreguerras, o El
tambor de hojalata con los años treinta, cuarenta y cincuenta?
Lo cierto es que no han faltado libros que salían al paso de esta exagerada
expectativa —Es cuento largo, del propio Günter Grass; Bajo el
nombre de Norma, de Ingrid Burmeister; Simple Stories, de Ingo
Schulze, por nombrar sólo los más conocidos—, pero la excesiva proximidad a las
vivencias propias y ajenas de la fracasada utopía socialista ha cargado la
“novela de la reunificación” de un superávit de heroicidad y bufonadas, cuando
no derivaba directamente en el ajuste de cuentas; excepciones aparte, como La
torre, de Uwe Tellkamp,
el fascinante panorama de un microcosmos intelectual en la Dresde de los años
ochenta.
En tiempos de
luz menguante, sin embargo, tiene poco en común
con estos antecedentes. Tal vez porque su autor, Eugen Ruge (Sosva, Urales,
1954), matemático geofísico en la RDA y luego dramaturgo y guionista, ha
escrito esta su primera novela en la madurez y desde la distancia del tiempo.
Sin pretensiones estilísticas, pero con escrupulosa precisión verbal y
observación crítica, cuenta la historia de una familia de comunistas y su
decadencia, al compás del decaimiento de la sociedad en la que viven. Y a
juzgar por la vibrante presencia de los personajes, por los a veces solo
insinuados detalles íntimos de sus relaciones y por la minuciosa recreación de
los espacios interiores, hay mucho de la historia propia del autor.
En todo caso, es una saga familiar que repasa con magnífica serenidad y
gran sentido de la ironía medio siglo de historia alemana, oriental y
occidental, haciéndonos comprender, a través de la mirada interior de los
personajes, algo más de los grandes desastres políticos del siglo XX. En este
sentido, la comparación con las novelas de Alfred Döblin
y Günter Grass no resulta tan desencaminada.
El relato arranca en el año 2001, pero se adentra mediante sucesivos saltos
en el pasado de las distintas generaciones de los Powileit-Umnitzer, en los
años cincuenta, sesenta y setenta, para fijar la atención en el 1 de octubre de
1989, el noventa cumpleaños del patriarca, Wilhelm Powileit. Este día
crepuscular, no solo para Wilhelm sino también para la RDA, se describe en seis
capítulos desde seis perspectivas distintas, muy divergentes entre sí: la del
mismo homenajeado, un terco cascarrabias y defensor del estalinismo; la de su
esposa, la amargada oportunista Charlotte; la de su hijo Kurt, destacado
historiador del régimen, pero inconformista; de la esposa rusa de Kurt, Irina,
que ahoga su marginación en Alemania Oriental en alcohol; la de la madre
anciana de Irina, casi analfabeta y replegada en el mundo de sus recuerdos, y
la del bisnieto Markus, un adolescente desconectado ya del todo del politizado
contexto familiar.
Este es el procedimiento narrativo en todo el libro y su gran acierto, pues
nunca juzga ni pronuncia verdades, simplemente ofrece varias versiones de la
verdad. De este modo tan discreto como eficaz se hace transparente el
funcionamiento de este pequeño y privilegiado núcleo familiar que con sus
egoísmos, ideales, titubeos y deserciones interiores resulta bastante
representativo para la sociedad que lo rodea. Y si bien Eugen Ruge evita, con
su racionalidad narrativa y su admirable sentido del ritmo dramático, los
momentos “denunciatorios”, sabe hablar a las claras, como en la escena del
discurso de condecoración del “camarada Powileit”, en la que el pacífico
historiador Kurt ve toda la inconsistencia de la labor política de su
padrastro: “Bien mirado y con toda objetividad, pensó Kurt mientras seguía
aplaudiendo, Wilhelm fue corresponsable de que las fuerzas de la izquierda
se pulverizaran mutuamente durante la década de los veinte, facilitando así la
victoria del fascismo en Alemania. (…) La historia de la resistencia
antifascista no era más que una historia del fracaso, de las luchas
fratricidas, de los errores de juicio y la traición cometida por ‘el gran
timonel’ contra aquellos que pusieron el pellejo en la clandestinidad”.
Ruge escribe una prosa eficaz y cuidada —traducida por
Richard Gross con fino oído para los distintos registros verbales de cada figura—,
que se lee con auténtico placer: acompaña con suma discreción giros de acción
inteligentes, emociones creíbles, pequeños clímax de humor sutil. Por una vez,
el Premio del Libro, que desde 2005 concede a bombo y platillo el gremio de
libreros alemanes en la Feria de Fráncfort, ha galardonado una novela de sólida
sustancia que perdurará.
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