La insumisa Sahar Vardi y el exsoldado Micha Kurz censuran la política del
miedo con la que se educa a la sociedad israelí. Juntos tratan de que el
movimiento de resistencia a la ocupación de Palestina cobre mayor fuerza entre
la población judía
SERGIO LEÓN Madrid 14/02/2014 publico.es
Los dos son
israelíes. Han mamado desde pequeños la cultura de la militarización que
impregna los libros de texto en las escuelas judías. Cada uno tomó un camino
diferente hasta que, pasados unos años, confluyeron en la misma senda.
Sahar Vardi
sabe muy bien cuál es el precio de la insumisión en Israel. Esta joven
originaria de Jerusalen ha estado hasta en tres ocasiones en la cárcel por
haberse negado a realizar el servicio militar. Es una refusenik, u
objetora de conciencia, o, a ojos de gran parte de la sociedad israelí, donde
el Ejército es la institución más venerada, simplemente una
"traidora".
Micha Kurz,
también de Jerusalen, por el contrario, sí se alistó. "Era un
patriota", se define al recordarse en los tiempos en los que participó
en algunas incursiones y combates durante la Segunda Intifada. Sin embargo,
durante los tres años de instrucción obligatorios algo pasó. Ahora, juntos,
comparten un mismo ideal, el de la resistencia a la ocupación de Palestina y la
discriminación
en Israel.
Ambos se
encuentran estos días en Madrid. Esta tarde, a las 16.30 horas, compartirán una
tertulia sobre Desobediencia en
contextos represivos, organizada por el Instituto Internacional por la Acción Noviolenta,
en el Teatro del
Barrio. En ella hablarán de sus experiencias y de cómo es la vida en
Israel de un movimiento contestatario que, muy a pesar, no tiene un gran poder
de influencia.
En un
encuentro con Público, explican que, entre otras cosas, la sociedad en
la que han crecido no conoce las implicaciones y el alcance real de la
ocupación. Para aclarar esto, ponen de relieve la "política del
miedo" con la que Israel empapa a los niños. "Crecimos durante la
Segunda Intifada. Nos decían que todo el mundo quería asesinarnos, que nos
matarían en la calle", subraya Vardi.
Ella tuvo su
primer contacto con los palestinos a los 12 años, en un pueblo de Jerusalen,
a quince minutos en coche desde su casa. Ya desde entonces pudo comprobar
la discriminación del establishment o los ataques de los colonos judíos.
Kurz, por su
parte, no interactuó con ningún palestino hasta que entró en el Ejército.
"Crecí sin conocer a un solo palestino, sin visitar nunca uno de sus
barrios, sin codearme con los colonos, sin saber lo que era un asentamiento
y lo que significaba. La primera vez que tuve que lidiar con la ocupación
fue a través de las lentes de un militar", comenta.
"Todo
tiene que ver con la forma en la que estamos educados", apunta su
compañera. "Los israelíes están aterrorizados. El mayor ejemplo está
durante la celebración de la pascua judía cuando se canta un canción cuya
traducción sería algo así como: en cada generación hay alguien que quiere
exterminarnos", explica Vardi.
Kurz señala
otro aspecto de la educación en Israel: una militarización mezclada con un
lenguaje bíblico. Por su condición de insumisa, Vardi tuvo que superar un
proceso de varios meses del que no escapó hasta que un tribunal le liberó de su
obligación de servir al Ejército alegando problemas de salud mental.
Después de aquello, le tocó sufrir las consecuencias de la discriminación
-"oficialmente no existe, pero en la práctica, sí"- por no haber
hecho el servicio militar.
Y es que,
como subraya Kurz, "en general Israel es una sociedad muy militarista.
Creo que nunca hemos estado en un lugar tan derechista y tan racista. Cuando
acabé el servicio militar, me puse a leer para aprender más sobre un movimiento
palestino que no merecía ni una nota a pie de página en la prensa. Quería que
mis amigos, mi familia y especialmente mi madre supieran lo que estaba
pasando", apostilla el exsoldado, cofundador de Rompiendo el
Silencio, una organización de exmilitares israelíes que desde hace
años examina las actuaciones en los territorios ocupados.
Vardi incide
en el mensaje "de lucha por la supervivencia" que las autoridades
israelíes se empeñan en propagar entre la población. "La idea del miedo
está muy conectada con la identidad judía. Desde el jardín de infancia ya estás
rodeado de símbolos militares por todas partes", comenta la también
anglófona, antes de volver a insistir en que "el mensaje es el de
supervivencia, pero el de sobrevivir a base de atacar primero. Hay una
cita bíblica que suele usar la gente y que viene a decir que al que alza la
mano para matar, mátale primero".
Ese mensaje,
apunta Kurz, sirve además "para oscurcer el debate en torno a la parte
económica, el de la economía de la ocupación, y lo que la campaña de boicot
supone". El exsoldado destaca que el ataque de BDS (Boicot,
Desinversiones y Sanciones) amenaza con causar serios estragos en las finanzas
del Estado hebreo. El propio Gobierno israelí ya ha mostrado
cierta inquietud al respecto.
Ambos
defienden el boicot como una forma de protesta no violenta que puede llegar a
ser más contudente que la propia confrontación armada. Mientras, ellos seguirán
en su empeño de conseguir una mayor conciencia de resistencia contra la
ocupación palestina entre los israelíes. En ello están. Sin embargo, también
son conscientes de que, ante la fuerza militar de Israel, su lucha desde dentro
depende de lo que esté dispuesto a hacer la comunidad internacional. "Hay
docenas de buenas soluciones al conflicto, pero necesitamos las presiones
externas", defiende Vardi. "El lenguaje político se pierde en lo
abstracto. A veces sólo hace falta mirar cuanta gente no tiene acceso a un
trabajo o la cantidad de niños que no pueden ir al colegio", concluye
Kurz.
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