martes, 11 de febreiro de 2014

Horizonte sostenible


Por: Anatxu Zabalbeascoa | 07 de febrero de 2014

“¿Cómo puede una casa pequeña hacer que la gente piense y se comporte de manera más sostenible?” Un concurso, promovido por la empresa japonesa Lixil –dedicada a la producción de materiales de construcción-  planteaba esa pregunta. La intención era incorporar nuevas tecnologías a la arquitectura de una pequeña vivienda en un área rural de Hokkaido, la segunda isla de Japón, que da nombre a esa región en el norte dedicada fundamentalmente a la agricultura y la ganadería. La idea era levantar una vivienda que sirviera como laboratorio de experimentación para las ideas propuestas en el concurso, como viene sucediendo con las ganadoras de las dos anteriores ediciones. Dos españoles, con otros compañeros de estudios de la Universidad de Harvard lograron el primero puesto.
Ana García Puyol (Málaga,1987) fue la primera titulada de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Málaga en 2011. En mayo de este año se graduará en la Escuela de Arquitectura de Harvard (GSD) de un master especializado en tecnología. Su socio en esta aventura, Carlos Cerezo Dávila (Málaga,1986) también completó estudios en Harvard, donde se graduó el año pasado y con la tesis Ciclo de vida energético urbano y obtuvo la medalla Gerald McCueal mejor expediente académico. Ahora ha empezado un doctorado en el Masssachusetts Institute of Technology (MIT)y trabaja en el departamento de Tecnología en la Construccióninvestigando el uso de análisis energético y de ciclo de vida en arquitectura.
En 2013, García Puyol, Cerezo y sus compañeros Matthew Conway, Robert Daurio, Mariano Gómez-Luque, Nate Imai, Takuya Iwamura y Thomas Sherman ganaron el concurso para levantar una casa sostenible en Japón. Su Horizon House se inauguró el 23 de Noviembre de 2013.
Frente a otros grupos integrados exclusivamente por estudiantes de arquitectura, este equipo multidisciplinar lo formaban alumnos de diferentes programas: arquitectura, paisajismo, tecnología de construcción y energía y medio ambiente. Ese enfoque transversal se deja ver en una vivienda cuya propuesta principal es recuperar lo que teníamos y no destrozar ni consumir más de lo necesario.
Así, su Horizon House quiere ser un paisaje interior continuo por eso ofrece vistas de 360 grados a su alrededor, un horizonte perdido en las abarrotadas urbes de Japón.
Para evitar que la casa quedara parcialmente enterrada en los meses fríos y para mantener las vistas al paisaje, la vivienda está levantada sobre una base hecha con traviesas de ferrocarril. El espacio interior no está dividido por tabiques sino por cambios de nivel en el plano del suelo. Las mirada al exterior permanece, sin embargo, fija gracias a las ventanas de tamaño variable.
La vida a ras de suelo tradicional en la vivienda japonesa organiza esta casa, que reutiliza materiales locales para reducir el impacto ambiental y conservar elementos de la memoria histórica y social de la zona, aplica técnicas estructurales en madera para seísmos, y desarrolla un modelo de confort térmico basado en suelos radiantes y recuperación de calor.
La casa utiliza materiales producidos o recuperados en Taiki-cho –el pueblo donde se ubica-. Así, reutiliza vallas de granjas desmontadas, estructuras abandonadas y madera estructural mínimamente tratada procedente de plantaciones locales. “La investigación inicial sobre las fuentes disponibles en Taiki-cho, especialmente la posibilidad de utilizar productos madereros fabricados y tratados en la zona, guio todos los aspectos del diseño de la casa, condicionó la dimensión de los elementos constructivos y ha cargado al edificio de valor patrimonial reconocible por los usuarios y vecinos”, explica Ana García Puyol.  La madera reduce la emisión de gases de efecto invernadero que conlleva la producción de otros materiales, como el hormigón. El aislamiento, hecho de fibra de madera, proviene de desechos de la industria.
La vivienda también incluye innovación estructural. Para combatir la fuerte acción sísmica de la zona, la casa requería el uso de juntas atornilladas y machihembradas elaboradas siguiendo técnicas de carpintería locales y haciendo posible el uso de las traviesas de ferrocarril en la cimentación. Para excavar el terreno lo menos posible, los arquitectos asentaron la base de madera sobre una capa de grava compactada y zapatas puntuales, eliminando la necesidad de una losa continua y rebajando drásticamente la energía necesaria para preparar el terreno y cimentarlo. Uniones semirrígidas entre cimentación, los escasos soportes presentes y la estructura de cubierta se resolvieron con juntas flexibles que admiten considerables desplazamientos en caso de acciones horizontales. Es este sistema el que permite la concentración de cargas en apoyos puntuales y, por eso, una vivienda con protección antisísmica puede tener, sin embargo, una franja acristalada continua por la que se recupera el horizonte.
En lugar de paneles solares –que fueron descartados por no ser amortizables-  los autores de la vivienda decidieron calentarla con una estufa de madera equipada con un intercambiador de calor hidrónico, encargado de suministrar a los circuitos del suelo radiante. El control de las persianas exteriores ajustables y de las interiores -que contienen una capa de aluminio radiante- permite el ajuste de reflejos y pérdidas de calor nocturnas. La cubierta de madera retiene la nieve gracias a un sistema de revestimiento abierto, dando aislamiento adicional e integrando la casa en el paisaje de invierno. Una tubería enterrada se aprovecha de la temperatura constante de la superficie de la tierra para proveer de aire pre-calentado o pre-enfriado a la casa tanto en invierno como en verano. Durante el buen tiempo, la ventilación cruzada refresca la vivienda.
Las estrategias son simples, el confort es avanzado y las sensaciones son primitivas, atávicas. También la tecnología puede hablar en humano.

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