PABLO FRAILE / Sevilla
/ 13 Feb 2014 eldiario.es
Las balas de la Guardia Civil acabaron con la vida de Javier Verdejo cuando reclamaba tres de las cosas que más ansiaba Andalucía: pan, trabajo
y libertad. Las trató de escribir en un muro próximo a las playa del Zapillo de
San Miguel, en Almería, una noche de agosto de 1976. Solo pudo escribir la
primera. La Guardia Civil le sorprendió junto a sus amigos, provocando
una huida que acabó con su muerte en una casetilla cercana.
Tenía 19 años y militaba en la Guardia Roja, organización del Partido del
Trabajo de España.
Las versiones sobre su muerte son contradictorias. “Tras terminar la
palabra pan y cuando se disponía a escribir con un spray negro la R de
trabajo, una linterna negra cegó durante segundos la vista de Francisco Javier
Verdejo”, contaba entonces Cambio 16 , “corrió en
dirección a la playa seguido por un número de la Guardia Civil del servicio de
vigilancia fiscal de costas: tras la voz de ‘alt0′, una bala penetró por la
garganta provocándole la muerte instantánea”. El Gobierno Civil explicó
entonces que todo fue un accidente: el guardia civil que lo seguía tropezó al
bajar unas escaleras y la pistola se disparó sola. Pero la versión oficial no
convenció a sus compañeros. La Guardia Roja replicó que el tiro se había
efectuado de frente, a una distancia de unos seis o siete metros. Una
investigación inconclusa, provocada por la decisión de la familia de Verdejo de
no denunciar -su padre fue alcalde franquista-, se ocupó de que la verdad no se
supiese nunca. La historia se repetiría una año después con la muerte de Manuel
José García Caparrós, rodeada de interrogantes.
El entierro de Verdejo escenificó la incredulidad que despertaba la versión
de la Guardia Civil. A él acudieron alrededor de 2.000 personas
que le despidieron como un héroe, entre proclamas antifascistas. “Impidieron
que el féretro fuera introducido en el coche funerario y lo llevaron a hombros
gran parte del trayecto hasta el cementerio distante cuatro kilómetros. Por el
trayecto se gritaban consignas como: «Javier, hermano, nosotros no olvidamos»,
«vosotros, fascistas, sois los terroristas» y «paz, trabajo y libertad», entre
otras”, contaba entonces
el El País.
Verdejo tuvo la mala fortuna de reivindicar cambios en un momento en el que
aún había que pagar un precio demasiado alto. Cuando murió, no había pasado ni
un año desde la muerte de Franco. ”Las fuerzas del orden salían del
franquismo y estaban muy vinculadas a los aparatos del Estado”,
explica Fernando Martínez López, catedrático de historia contemporánea y
exalcalde de Almería, “cuando tomamos la calle fuimos duramente reprimidos”.
Como Verdejo, habitualmente implicado en movilizaciones sociales, muchos otros
empezaban a estrenar un régimen de límites difusos, a medio camino entre la
dictadura y los derechos que traería consigo la democracia. Se había dejado
atrás, pese a los palos, el miedo a reivindicar los cambios que Andalucía
necesitaba urgentemente. Protestas que pedían desarrollo económico y mejoras
laborales y empezaban a gritar alto por una libertad que tantos años se había
negado. “Fue una por una Andalucía libre y democrática, por un país donde
hubiera libertad y empleo”, recuerda Martínez.
La figura de Verdejo se ha difuminado con el paso de los
años. A diferencia de García Caparrós, nombrado hijo predilecto de Andalucía en
2013, el almeriense no cuenta con ningún reconocimiento autonómico ni sitio
destacado en el relato de la historia. A diferencia de aquel, su lucha no
giraba en torno a la autonomía, pero en una tierra asfixiada durante la dictadura,
libertad y autogobierno era dos caras de la misma moneda. “Se debería reclamar
un reconocimiento a escala andaluza”, protesta Fernando Martínez, bajo cuyo
mandato se dedicó una calle al joven en Almería, “con el tema de la
transición modélica, se ha querido echar un velo sobre esos momentos”. El
mismo que también cayó sobre los tres albañiles que murieron en una
manifestación en 1970 en Granada. De momento, Verdejo se tendrá que
conformar con los versos que le dedicó Alberti: “Pintad con mano segura, la
Libertad en la luz, no en una prisión oscura”.
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