32 Estados avalaron esta práctica en discapacitados
intelectuales en el siglo XX
DAVID
ALANDETE Washington 12 DIC 2011 -
20:52 CET
Addie Lee Anderson, unha das vítimas en Carolina do Norte |
A los débiles se les esterilizaba para evitar que transmitieran sus
carencias a generaciones venideras. La práctica, conocida como eugenesia,
fue muy común en Estados Unidos
en la primera mitad del siglo XX. Hasta 32 de los 50 Estados aprobaron leyes
que permitían la esterilización de personas a las que consideraban
excesivamente sexuales, víctimas de algún trastorno mental o carentes de un
coeficiente intelectual adecuado. En su mayoría eran pobres y negras. Entre
todos los Estados, el que más esterilizó, y el que lo hizo hasta más
recientemente, fue Carolina del Norte. Ahora, sus gobernantes tratan de
dilucidar cómo compensar a las 7.600 víctimas de su programa de esterilización.
Se calcula que 3.000 de ellas aún viven.
La pasada semana, en Charlotte, algunas de las víctimas acudieron a una
reunión con un comité estatal para iniciar un programa de compensaciones. El
grupo presentó dos puntos de partida en la negociación, que durará hasta
febrero: 20.000 dólares por persona, y solo a percibir por aquellas víctimas
que sigan vivas, no por sus familiares. En Carolina del Norte el programa duró
44 años, de 1933 a 1977. Muchas de las víctimas han fallecido ya. Las que aún
están vivas, estaban furiosas. ¿Solo 20.000 dólares (14.000 euros), por el
sufrimiento y la humillación de toda una vida?
“Mi esterilización fue peor que si me hubieran quitado el brazo o la
pierna... ¿Qué suponen para mí 20.000 o 50.000 dólares? ¿Creen acaso que eso me
va a devolver lo que la eugenesia en California me ha robado?”, dijo Elaine Riddick
Jessie, de 57 años. La esterilizaron en 1968, después de que diera a
luz, a los 14 años, a su único hijo, Tony. Su caso no es único: Carolina del
Norte efectuó 2.000 esterilizaciones a menores. Los casos llegaban a un comité
que revisaba en 15 minutos la biografía de la víctima en términos simplistas.
Aprobaba, normalmente, el 90% de las recomendaciones.
En el caso de Elaine, decidió que era “débil de mente”. En un informe, que
ella aún guarda, dijo: “Debido a su incapacidad para el autocontrol y su
promiscuidad, y como hay datos sobre merodeos nocturnos sin compañía adulta, el
médico ha recomendado esterilizarla. Eso prevendrá que tenga más niños cuando
ni siquiera es capaz de cuidarse a sí misma, dado el hecho de que no podrá
actuar nunca como una buena madre”. Veredicto: esterilización.
En realidad, Elaine, que ahora vive en Georgia, quedó embarazada tras ser
violada. Una trabajadora social que controlaba los pagos de la seguridad social
a su abuela lo descubrió y decidió recomendar que la esterilizaran. Convenció a
la abuela, analfabeta, para que firmara, amenazándola con enviar a Elaine a un
orfanato.
Esa es, precisamente, otra particularidad del programa de eugenesia de
Carolina del Norte. “Allí no se necesitaba que las víctimas hubieran pasado por
un periodo de internamiento en un hospital estatal. Los médicos, los
trabajadores sociales o los miembros de la comunidad podían recomendar la
esterilización por los motivos que creyeran pertinentes”, explica el profesor
de derecho en la Universidad Estatal de Georgia, y autor del libro Tres
generaciones y ningún imbécil: eugenesia, la Corte Suprema y el caso Buck v. Bell
(BuckvBell.com), que se considera la obra definitiva sobre este asunto.
Lo que hoy se considera una crueldad fue una moda muy extendida en la
primera mitad del siglo pasado. Diversos presidentes, incluidos Woodrow Wilson
y Teddy Roosevelt, apoyaron la eugenesia. La primera ley al respecto la
instauró Indiana en 1907. En 1927, el Tribunal Supremo consideró la legalidad
de esa práctica.
En una apabullante mayoría de ocho contra uno, decidió que las
esterilizaciones no solo eran legales, sino que además eran recomendables. El
juez Oliver Wendell Holmes Jr. escribió: “Es beneficioso para todos si, en
lugar de ejecutar a los hijos que son degenerados por los crímenes cometidos, o
dejarles morir de hambre a causa de su imbecilidad, la sociedad puede evitar
que esos que son obviamente incapaces transmitan esa condición a su
descendencia. El principio que apoya las vacunas obligatorias apoya prácticas
como la de amputar las trompas de Falopio”.
Hoy EE UU carece de una ley federal que prohíba esa
onerosa práctica.
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