venres, 2 de decembro de 2011

La intimidad de las ruinas capitalistas


Mercedes Álvarez analiza las claves de 'Mercado de futuros'
ÁNGEL MUNÁRRIZ SEVILLA 25/11/2011
"No es una película sobre la crisis", puntualiza Mercedes Álvarez (Soria, 1966). Y, en efecto, Mercado de futuros, además de un acercamiento a la intimidad de las rutinas capitalistas y al caldo de cultivo moral en el que floreció la crisis, es otras cosas. Por ejemplo, una reflexión sobre el borrado de memoria que exige el materialismo a ultranza y sobre el mercadeo de ilusiones de una sociedad, la de consumo, que tiende a homologar las aspiraciones de los individuos y los espacios de encuentro social, del mismo modo que la fiebre Ikea homologa el interior de nuestras viviendas. La autora de El cielo gira (2004), el aclamado documental que muestra la cadenciosa interioridad de una aldea en vías de despoblación, visita en Mercado de futuros, que se estrena hoy, algunos de esos no-lugares descritos por Marc Augé, esos espacios transitorios, despersonalizados, que el capitalismo ha creado para el encuentro de los individuos-consumidores. Y le sale una cinta que, sin ser sobre la crisis, nos habla tangencialmente de ella.
Jugando con contrastes y metáforas posa su mirada en una feria inmobiliaria, en otra de liderazgo empresarial, en una vivienda en proceso de desalojo, en un mercado callejero... Al margen de su calidad de prospección ética, tiene el valor añadido de ofrecer un relato sobre la gestación de la crisis. "Empezamos antes de pincharse la burbuja inmobiliaria", cuenta Álvarez. "Era finales de 2008, todo el mundo creía todavía que podía hacerse rico". Vendedores que intentan convencer a pequeños inversores de las bondades del ladrillo en Europa del Este, gurús del pensamiento empresarial lanzando mensajes de resonancias religiosas a jóvenes ejecutivos... De ese material está hecho un documental que conquista la intimidad de las escenas. ¿Se percataban de que estaba ahí la cámara? "Éramos un equipo muy pequeño, muy poco invasivo", razona Álvarez.
Sin banderas
No hay tesis de partida en el relato. "No esgrime banderas, ni hay víctimas, ni hay culpables. Reparte responsabilidades. Creo que no nos ayuda nada pensar siempre que los culpables son otros. Debemos ser más críticos". La cinta, que juega con dobles sentidos, encuentra el perfecto contrapunto a su relato sobre la ambición en Jesús, un ancianísimo vendedor de un mercado callejero que de todo tiene y nada parece querer vender, dando largas una y otra vez a los compradores. "Sólo le interesa saber qué quiere la gente", reflexiona la directora. El propio Jesús, con un sentido del humor cargado de bohemia, lo confiesa ante un paseante en uno de los momentos culminantes. "Es que si lo vendo, ya no lo tengo". La frase condensa todas las paradojas que plantea el filme sobre la desaparición de la memoria, pública y privada, que implica nuestra febril dinámica de producción y consumo.

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