venres, 30 de decembro de 2011

El mejor cine clandestino catalán regresa a París


La Cinemateca Francesa acoge una retrospectiva de películas prohibidas por Franco
ANDRÉS PÉREZ Corresponsal en París 17/12/2011
La Cinemateca Francesa de París, con apoyo del Institut Ramon Llull, acoge desde ayer y hasta finales de febrero una muy afinada retrospectiva del cine clandestino catalán de los años sesenta y setenta cuando, bajo la dictadura, muchos artistas prefirieron directamente la ilegalidad en vez de un juego constante con la censura dentro del sistema.
La selección, titulada Clandestí, El cine catalán prohibido bajo Franco, podría parecer, de antemano, un pase más de filmes harto conocidos y un regreso a la época del compromiso y sus códigos estéticos. Pero, en realidad, se trata de una selección de lo menos sabido y lo más secreto, por lo que esos filmes con más de 30 años de historia aparecen ahora rabiosamente de vanguardia. Han conquistado un público joven de cinéfilos en Londres, Berlín, Estambul y Nueva York. En esas ciudades, la retrospectiva creada por los comisarios Manuel Barrios y Marta Sánchez ya había triunfado, antes de llegar a París.
"La selección está pensada para el público general, o sea que efectivamente dejamos fuera algunas películas demasiado tediosas. Y así la selección queda organizada claramente en temas. Al principio del franquismo, los cineastas se centran en la crítica social y moral de la sociedad. Luego son más políticos. Y, finalmente, llega una fuerte transgresión estética. Es verdad que para las generaciones de los que tenemos 40 o menos años, va a haber una lectura nueva de este cine", explica Marta Sánchez.
Latifundios geométricos
En total, 12 filmes van a ser proyectados durante las seis sesiones de aquí a febrero. Entre ellos, hay varios de Pere Portabella que quizás sean los más conocidos de este tipo de cine, experimental pero también político. Y luego están las increíbles perlas, como El Campo para el hombre (1973), de Helena Lumbreras, Mariano Lisa y el Colectivo Film de Clase. Con un purismo formal muy exigente, el campo y los latifundios son filmados como abstracción geométrica que recuerda a vanguardias documentales rusas de los años veinte. Áridos testimonios de campesinos sobre la dureza y la dominación de clase, pronunciados de forma anónima gracias a una inventiva voz en off, a la vez in, completan la obra totalmente sorprendente.
Lejos de los árboles, realizado entre 1963 y 1967 por Jacinto Esteva Grew, visita algunos de los que fueron tópicos del cine franquista oficial (procesiones, escenas folclóricas de pueblo, tauromaquia). Pero lo hace con tal contundencia en el retrato de las personas y las sensaciones de sus rostros, que el film deja claro su mensaje: esta es la realidad, y no las postales contenidas en los No-do.
Cincuenta y dos domingos (1966) y El largo viaje hacia la ira (1969), de Llorenç Soler, son otros platos fuertes de la selección. Y en ella figuran también dos anónimos, La Muntanya (1970) y Manifestacions del 1/8 Febrer 1976 (1976), que dejan estupefacto por la demostración de fuerza del cine como forma de reportaje extremadamente exigente, destinada a contar la realidad desde la objetividad de los que están resistiendo y cambiando un destino inicialmente siniestro.
Completan la retrospectiva otras obras como Sexperiencias (1968), de José María Nunes, y El Alegre Paralelo (1964), de Enric Ripoll Freixes y Josep Maria Ramon.
Jekyll y Hyde en el banco
Capítulo enteramente aparte merece el que es uno de los grandes invitados en París ayer, junto con Mariano Lisa. Se trata de Antoni Padros, que presentó en la sesión de la noche Lock Out (1973), una película que, según la comisaria Marta Sánchez, es "pura energía". "Por aquella época, yo trabajaba en un banco por las mañanas, y luego desde que salía hasta tarde, venga a hacer cine. Era un poco Doctor Jekyll por las mañana, y Mister Hyde por la noche. Ese trabajo fue acallado durante mucho tiempo, y muy poco reconocido. Puede imaginarse lo que se siente cuando ha pasado toda su juventud, es decir un momento importante de la vida, haciendo cine. Sólo me dediqué a eso: a hacer cine", explica Padrós a Público.
Por eso ahora recuerda con cariño a todo el equipo "rodando y venga a rodar en un estercolero que era el plató, venga rodar durante nueve meses, domingos, fiestas sin precepto, sin comer nadie, una cosa voluntaria y voluntariosa". "Al cabo de un tiempo, ha resultado que no fue una pasión inútil", señala, comentando el éxito de público en Estambul, Nueva York, Berlín, Londres y, probablemente, en París.
La unidad traumática
Para definir su obra, Padrós dice que se trata de un trabajo de "cierta unidad traumática de la imagen" , de "tomar una fotografía, romperla a trozos, y volverla a unir", de manera que "la historia real sólo aparece al final, aunque como no nos quedaba dinero, tuvimos que dejarla en un apunte".
En Londres dice con una risa al teléfono, un espectador le dijo: "Usted es un espíritu libre". Y otro le aseguró que Lock Out "es una obra maestra". "Bueno, yo me lo tomo con calma. Como decía mi abuela, de todo esto, vamos a meter un trozo en la olla'", señala el realizador, que ahora termina su nuevo filme, producido tras pasar 22 años sin lograr colocar ni un solo guión. Es decir, completamente fuera del mercado y la industria del cine.
El efecto espejo de estos filmes con casi medio siglo de vida, y de estos realizadores que filmaron bajo una dictadura, en 2011 es notable: parecen más contemporáneos que otros. Su punto culminante fue en Estambul. "Fue muy extraño: Había en la sala un policía, todo el mundo sabía que era policía, y tomaba notas. Cuando comprendió que no había nada sobre Georgia, los kurdos o Armenia, se levantó y se fue", explica Marta Sánchez.

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