Se publica por primera vez en España una sátira de Nancy Mitford sobre la
ideología nazi que fue censurada por sus hermanas fascistas en los años treinta
PAULA CORROTO MADRID 05/12/2011
Entre los
archivos del partido nazi hay una imagen estremecedora. Realizada en 1937,
muestra a dos jóvenes británicas con un aspecto muy femenino y vestidas con los
atuendos más fashion de la época. A simple vista, puede parecer la
típica fotografía de dos chicas pijas de la campiña inglesa acostumbradas a las
fiestas de la alta sociedad, a acudir de cóctel en cóctel y a aparecer en las
páginas rosas. Un par de Middleton de los años treinta. Sin embargo, los
extremos de la imagen se tornan más siniestros: una tropa de hombres con insignias
nazis las rodea. Están en Núremberg celebrando el Día del Partido. Una de esas
chicas con rostro naif es la esposa de Oswald Mosley, líder de la Unión
Británica de Fascistas, con quien se ha casado en la casa de Joseph Goebbels.
La otra se encontrará con su idolatrado Adolf Hitler, a quien admira como si
fuera una estrella del rock, y permanecerá a su lado durante cuatro años. El
primer impacto de la juvenil ingenuidad de la imagen se desvanece.
Las dos
jóvenes son Diana y Unity Mitford, hermanas de la novelista Nancy Mitford
(1904-1973). Dos chicas bien en las que se inoculó el pensamiento nazi la
ideología caló con fuerza en la aristocracia británica de entonces y llegaron a
retirar de la circulación Trifulca a la vista (1935), la novela de su
hermana en la que satiriza el fascismo y que no pudo ver la luz otra vez en
Inglaterra hasta 2010, 37 años después de la muerte de la escritora. Ahora
acaba de ser editada por primera vez en castellano por Libros del Asteroide,
editorial que ya ha publicado cuatro novelas menos polémicas de esta autora.
El argumento
de Trifulca a la vista, la historia de la novela y la de la propia
familia Mit-ford se enlazan de una forma fascinante. La novela no pasa de ser
una sátira de la clase altabritánica de los años treinta para la que lo
importante era pasárselo bien, acudir a fiestas y buscar esposo/a. Ese era, a
fin de cuentas, el ambiente en el que se movían las seis Mitford, todo un mito
en Ingla-terra (además de Nancy, Unity y Diana, estaban Jessica, quien se
afilió a los comunistas, Pamela y Deborah). La novela bebe del estilo ingenioso
y a veces mordaz de los escritores Evelyn Waugh Nancy y él fueron amigos y P.
G. Wode-house. Y si el lector se queda en su primera capa, podría ser el
argumento de una serie juvenil del momento una especie de Gossip Girl,
pero con trajes y enaguas.
No obstante,
si se rasca, y las hermanas de ideología nazi lo hicieron ("No puedes
publicarlo de ninguna manera, así que más vale que no pierdas el tiempo con
él", le escri-bió Unity a Nancy), uno se puede encontrar con el espejo
deformado del fascismo y con caracteres histriónicos que emulan al pequeño
Führer. Y con lo peor para las hermanas: sabían que había una caricatura de ellas
mismas y sus parejas en los personajes. En este sentido, Nancy no pudo evitar
quitar tres capítulos en los que un tal Capitán Jack recordaba fielmente al
camisa negra Oswald Mosley, esposo de Diana.
Hitler no
daba miedo
Ahora bien,
el tono humorístico de la novela ("Heil Hitler,Viva il Duce, señorita,
anda, póngame otra cerveza", dice uno de los personajes) no parece ser un
ardid literario.Cuando Nancy escribió estanovela, Hitler aún no era el
sanguinario dictador en el que más tarde se convirtió. Todavía emitía la imagen
de un líder que podía embaucar a las jovencitas como Unity, "con poca
educación académica, sobreprotegida y terca, que comienza a meterse en política
para llenar el pozo de aburrimiento que es su vida", según escribe en el
excelente prólogo del libro Charlotte Mosley, nuera de Diana y quien ha
recuperado la mayoría de cartas entre las hermanas.
De hecho, en
esta breve introducción, Mosley recuerda una conversación entre Nancy y Evelyn
Waugh, sostenida mucho después, en la que el escritor le critica haber acudido
en alguna ocasión a un mitin de la Unión Británica de Fascistas. Ella entonces
responde: "Lo había olvidado. Pero éramos jóvenes y fogosos y no sabíamos
nada de [el campo de concentración] Buchenwald". "Nancy, como muchos
otros en aquella época, no supo calcular las consecuencias letales de aquella tontería",
añade la prologuista.
Además de no
haber vaticinado los efectos de esta afiliación política y de tratarla como si
fuera una bufonada, la novelista tampoco estaba excesivamente ideologizada.
Todo lo contrario a las fascistas Unity y Diana, y a Jessica, la comunista, la
roja de la familia, que con 19 años se marchó a España a defender la República.
Ellas sí abrazaron con pasión sus ideas. Tanto que, en los tres casos, sus grandes
amores estuvieron ligados a ellas. Unity se enamoró de Hitler; Diana, del líder
de los fascistas británicos, a quien acompañó incluso en la cárcel; y Jessica,
de su primo Esmond,también comunista, y después, cuando se marchó a vivir a
EEUU, de Robert Treuhaft, abogado especializado en derechos civiles.
Nancy era
una persona muy distinta a sus hermanas. Para ella, "la vida era una gran
broma; (...) le importaban más las personas que las ideas", afirma Mosley.
Se llegó a declarar socialista, pero también señaló que "no hay ninguna
diferencia entre nazis y bolcheviques: si uno es judío, prefiere a unos, y si
uno es aristócrata, a los otros. Eso es todo, en mi opinión. Fanáticos".
Crítica al
matrimonio
La novelista
prefería caminar por derroteros que aludieran a otro tipo de instituciones.
Así, en Trifulca a la vista, si bien existe la sátira al nazismo, no
menos potente es la que desliza contra el matrimonio. "Es una apuesta muy
arriesgada. Más vale que apuestes todo tu dinero a un caballo y que dejes de
torturarte ahora mismo", señala un personaje. A ella misma, enamoradiza
irredenta, no le fue demasiado bien en este terreno: durante años, mantuvo una
tormentosa relación con el amigo homosexual de su hermano, acabó casándose con
un hombre, Peter Rodd, que casi desde el primer momento le fue infiel y, cuando
se divorció y se marchó a París, se enamoró de un seguidor de Charles De Gaulle
que la abandonó por una mujer mucho más joven.
Sus
tribulaciones sobre el amor quedan patentes en la novela: "Estos vagos
impulsos románticos no le hacen bien a nadie, y menos a ti", afirma un
personaje femenino. Con más retranca, otro de los caracteres da la puntilla
sobre el sentimiento amoroso: "A veces, no hay más remedio que poner al
amor en su sitio, como emoción inmoral y antisocial que es".
Trifulca
a la vista duró en las librerías el tiempo que el editor mantuvo sus derechos.
Después desapareció. En 1939, un grave hecho golpeó a toda la familia e influyó
en que la novela no volviera a ser reeditada: Unity Mitford, la muchacha que a
comienzos de esa década había quedado prendada de Hiltler y sus acólitos, se
pegó un tiro con 25 años tras conocer la declaración de guerrade Inglaterra a
Alemania y no poder soportar el conflicto entre sus dos países. La bala
no le mató, pero le dejó daños cerebrales y a los nueve años murió de
meningitis. Era la primera consecuencia en la familia de esa tontería que fue
abrazar el fascismo en la febril adolescencia.
En 1951, el
editor de Nancy le pidió volver a publicar la historia. La guerra había
terminado y, aunque su hermana Diana no hubiera renegado del fascismo, la
situación estaba menos candente que en los años treinta. Sin embargo, en esta
ocasión fue la propia Nancy quien se negó. "Han ocurrido demasiadas cosas
para que los chistes de nazis puedan considerarse divertidos. Son de pésimo
gusto. Queda descartado", le confesó la escritora a Evelyn Waugh. Después
del fallecimiento de Unity, las cámaras de gas y los millones de muertos, el
pequeño Führer ya no daba tanta risa.
A eso se
suma que, a pesar de que las hermanas nazis instigaran a la retirada de la
novela, los lazos familiares entre ellas y Nancy nunca se rompieron. Unity
siempre fue "la adorable" y "encantadora" hermana pequeña
cuyo pensamiento se consideró un acto de rebeldía juvenil. Diana nunca dejó de
visitar a Nancy, aunque esta sí intentó que no saliera de la cárcel durante la
guerra por ser "una fascista ferviente".
El
paso del tiempo ha permitido recuperar esta novela de tono ligero, que habla de
fiestas, que aún ve con humor las salidas de tono de los primeros fascistas de
la clase alta inglesa y que, sin embargo, a algunas no les hizo ninguna gracia.
Ningún comentario:
Publicar un comentario