Una gallega secuestrada y encarcelada por militares
argentinos escribe su vida
JOSÉ LUIS ESTÉVEZ - Buenos Aires - 21/12/2011
El asunto de los desaparecidos durante la dictadura
militar en Argentina aún levanta astillas en la sociedad del país austral, pese
a que los últimos años de gobierno del matrimonio Kirchner han permitido
reabrir un debate que se había cerrado en falso. María Consuelo Castaño, nacida
en Noia y que llegó a Buenos Aires con apenas seis años, ha sufrido por partida
doble en sus carnes las consecuencias de aquellos tiempos. Su marido, Regino
González, desapareció en 1979 y ellas misma, junto a sus tres hijas, fue
secuestrada por los militares poco después. Tras mes y medio en paradero
desconocido fue encarcelada durante cuatro años mientras sus hijas eran
entregadas a los abuelos.
Castaño preside la Comisión de Desaparecidos
Españoles durante la dictadura que intenta obtener datos sobre el paradero de
cerca de 2.000 ciudadanos de origen español (muchos de ellos gallegos) que
fueron secuestrados. Hace apenas tres meses se identificaron los restos de
Urbano López, un militante de izquierdas natural de A Fonsagrada que se ha
convertido en el segundo ciudadano español que ha podido ser localizado.
Castaño asegura que el caso de López es la prueba de
que el esfuerzo realizado por asociaciones como la que ella preside sirve para
que no se olvide lo sucedido. "Cuanta más memoria haya sobre estas cosas,
mejor. No es lo mismo, por ejemplo, que un presidente español venga a Argentina
y pregunte sobre los procesos de identificación de los españoles desaparecidos
a que no pregunte nada", explica.
La historia de Castaño es muy dura e incluye
episodios insólitos, como el viaje que realizó en el avión presidencial junto a
Felipe González en 1983, cuando el entonces jefe del Gobierno la invitó a
viajar a España tras ser liberada por los militares. De su marido nunca supo
nada. "Muy pronto me di cuenta de que lo habían matado porque nunca me
preguntaron nada sobre él", indica. Aprovechó aquella ocasión para ver a
sus muchos parientes gallegos con los que sigue en contacto. "Son los que
mejor entienden nuestra situación porque el asunto de la emigración tiene mucho
que ver con lo que le sucedió a los desaparecidos. Mi abuela murió a los 96
años y no volvió a ver a su hija desde que se marchó a Argentina. Mi familia
vivió dos dramas similares en el espacio de unas décadas. Mi padre sufrió las
consecuencias de la Guerra Civil en España y luego lo que me pasó a mí. Por
todo esto creo que en Galicia hay conciencia sobre lo que nos pasó, otra cosa
son los dirigentes políticos", indica Castaño.
Durante los largos años de lucha contra los que
intentaban enterrar lo sucedido, la asociación que preside Castaño apenas
encontró apoyo para hacer aflorar la verdad en su propio país de origen y en la
colectividad española en Argentina. "La colectividad nos trató como
leprosos. Nunca se preocuparon por nosotros salvo honrosas excepciones. Hace
poco un dirigente conservador de un centro de la colectividad me reconocía que
fue vergonzoso que no se hubiese salido a la calle para reclamar a los
militares que liberasen a los españoles desaparecidos. Además, apenas hay
símbolos que recuerden lo que nos sucedió, solo un mural que se encuentra en la
Embajada española en Buenos Aires", señala Castaño, quien tampoco encontró
mucho consuelo en las autoridades gallegas: "El único que se interesó por
nosotros fue Touriño. De Fraga recuerdo que le pedimos una entrevista y nos dio
un portazo".
Entre los que sí lucharon por los desaparecidos
recuerda al cónsul español en Rosario, Vicente Ramírez Montesinos, quien
"se jugó la vida por salvar a algunas personas". Con el objetivo de
hacer frente al olvido, Castaño ha escrito un libro en el que cuenta su historia.
Espera que pueda publicarse a lo largo de los próximos meses y le gustaría que
se editara en Galicia, la tierra que dejó en barco junto a su madre con una
máquina de coser como único equipaje.
Castaño recuerda con orgullo que su
abuelo y bisabuelo eran artesanos que construyeron muchos cruceiros. "Creo
que la resistencia que tengo se la debo a mis orígenes gallegos. Mi abuelo
estuvo a punto de ser fusilado durante la Guerra Civil porque había iniciado
una reforma agraria en Galicia", añade Castaño, quien desde 1988 lucha
desde la asociación que preside para que no se olvide a los que desaparecieron
por defender sus ideas o por estar cerca de alguien con militancia política.
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