sábado, 31 de decembro de 2011

Resistencia también al otro lado del charco


Una gallega secuestrada y encarcelada por militares argentinos escribe su vida
JOSÉ LUIS ESTÉVEZ - Buenos Aires - 21/12/2011
El asunto de los desaparecidos durante la dictadura militar en Argentina aún levanta astillas en la sociedad del país austral, pese a que los últimos años de gobierno del matrimonio Kirchner han permitido reabrir un debate que se había cerrado en falso. María Consuelo Castaño, nacida en Noia y que llegó a Buenos Aires con apenas seis años, ha sufrido por partida doble en sus carnes las consecuencias de aquellos tiempos. Su marido, Regino González, desapareció en 1979 y ellas misma, junto a sus tres hijas, fue secuestrada por los militares poco después. Tras mes y medio en paradero desconocido fue encarcelada durante cuatro años mientras sus hijas eran entregadas a los abuelos.
Castaño preside la Comisión de Desaparecidos Españoles durante la dictadura que intenta obtener datos sobre el paradero de cerca de 2.000 ciudadanos de origen español (muchos de ellos gallegos) que fueron secuestrados. Hace apenas tres meses se identificaron los restos de Urbano López, un militante de izquierdas natural de A Fonsagrada que se ha convertido en el segundo ciudadano español que ha podido ser localizado.
Castaño asegura que el caso de López es la prueba de que el esfuerzo realizado por asociaciones como la que ella preside sirve para que no se olvide lo sucedido. "Cuanta más memoria haya sobre estas cosas, mejor. No es lo mismo, por ejemplo, que un presidente español venga a Argentina y pregunte sobre los procesos de identificación de los españoles desaparecidos a que no pregunte nada", explica.
La historia de Castaño es muy dura e incluye episodios insólitos, como el viaje que realizó en el avión presidencial junto a Felipe González en 1983, cuando el entonces jefe del Gobierno la invitó a viajar a España tras ser liberada por los militares. De su marido nunca supo nada. "Muy pronto me di cuenta de que lo habían matado porque nunca me preguntaron nada sobre él", indica. Aprovechó aquella ocasión para ver a sus muchos parientes gallegos con los que sigue en contacto. "Son los que mejor entienden nuestra situación porque el asunto de la emigración tiene mucho que ver con lo que le sucedió a los desaparecidos. Mi abuela murió a los 96 años y no volvió a ver a su hija desde que se marchó a Argentina. Mi familia vivió dos dramas similares en el espacio de unas décadas. Mi padre sufrió las consecuencias de la Guerra Civil en España y luego lo que me pasó a mí. Por todo esto creo que en Galicia hay conciencia sobre lo que nos pasó, otra cosa son los dirigentes políticos", indica Castaño.
Durante los largos años de lucha contra los que intentaban enterrar lo sucedido, la asociación que preside Castaño apenas encontró apoyo para hacer aflorar la verdad en su propio país de origen y en la colectividad española en Argentina. "La colectividad nos trató como leprosos. Nunca se preocuparon por nosotros salvo honrosas excepciones. Hace poco un dirigente conservador de un centro de la colectividad me reconocía que fue vergonzoso que no se hubiese salido a la calle para reclamar a los militares que liberasen a los españoles desaparecidos. Además, apenas hay símbolos que recuerden lo que nos sucedió, solo un mural que se encuentra en la Embajada española en Buenos Aires", señala Castaño, quien tampoco encontró mucho consuelo en las autoridades gallegas: "El único que se interesó por nosotros fue Touriño. De Fraga recuerdo que le pedimos una entrevista y nos dio un portazo".
Entre los que sí lucharon por los desaparecidos recuerda al cónsul español en Rosario, Vicente Ramírez Montesinos, quien "se jugó la vida por salvar a algunas personas". Con el objetivo de hacer frente al olvido, Castaño ha escrito un libro en el que cuenta su historia. Espera que pueda publicarse a lo largo de los próximos meses y le gustaría que se editara en Galicia, la tierra que dejó en barco junto a su madre con una máquina de coser como único equipaje.
Castaño recuerda con orgullo que su abuelo y bisabuelo eran artesanos que construyeron muchos cruceiros. "Creo que la resistencia que tengo se la debo a mis orígenes gallegos. Mi abuelo estuvo a punto de ser fusilado durante la Guerra Civil porque había iniciado una reforma agraria en Galicia", añade Castaño, quien desde 1988 lucha desde la asociación que preside para que no se olvide a los que desaparecieron por defender sus ideas o por estar cerca de alguien con militancia política.

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