Jo Labanyi analiza las particularidades de los personajes femeninos en un ensayo sobre la novela realista del XIX
PAULA CORROTO MADRID 30/11/2011
Ana Ozores, Fortunata y Jacinta son, posiblemente, tres de los personajes más famosos de la novela realista española de finales del XIX. Y los tres, curiosamente, están unidos por un concepto no demasiado aireado en la época: el sexo. La primera es una mujer insatisfecha. La segunda no tiene ningún problema con las relaciones sexuales. Y la tercera es símbolo de una educación represora. Quizá, sin ese factor sexual, ni La Regenta ni Fortunata y Jacinta serían las grandes obras que han pasado a la historia. Una cuestión curiosa, según la catedrática de español de la New York University, Jo Labanyi, ya que estos personajes definieron a la mujer bajo unos conceptos modernos apenas utilizados hasta entonces (a excepción de novelas rusas como Anna Karenina). "En la novela realista española la sexualidad de la mujer se trata de una forma mucho más libre que otras novelas de finales del siglo XIX como la inglesa, donde hay situaciones amorosas pero no se habla de sexo. De hecho, mis estudiantes se sorprenden con que estos libros pertenezcan a aquellos años", asegura Labanyi a Público.
La catedrática presenta hoy en Madrid su reciente estudio Género y modernización en la novela realista española (Ediciones Cátedra) en el que ahonda en estas temáticas a partir de disciplinas que llenaban los debates de entonces, como la economía, la política, la medicina o el urbanismo. Después de seis meses inmersa en la Biblioteca Nacional Española, la autora reconoce que a esta cuestión sexual de la mujer durante semanas, Ana Ozores se muestra dichosa cometiendo adulterio, lo que denota su necesidad de sexo se une otra que tiene que ver con los aspectos sociales y económicos de entonces y su imbricación con el propio cuerpo femenino.
"Es curioso, pero muchos de estos personajes están enfermos. El cuerpo de la mujer es una patología porque lo que simboliza son los miedos que traía consigo el capitalismo incipiente", sostiene Labanyi. En términos metafóricos, la mujer era como el mercado: si se la daba rienda suelta, el negocio podía morir de éxito, si se la ataba en corto, el consumo quedaría notablemente resentido.
Discurso ambiguo
"Aunque para Galdós, la mujer era la energía que hacía falta, también hay un miedo a que salga de la esfera privada. Y Clarín es paradójico. Condena a Ana a estar enferma, histérica, pero también hay una gran empatía hacia ella. La única que lo tenía claro en cuanto al género era Emilia Pardo Bazán, quien pensaba que la mujer era tan competente como el hombre", manifiesta Labanyi.
No obstante, a pesar de que la imagen creada por estos escritores da muestras de cierta modernidad, aún quedaba mucha lucha por delante. "Es verdad que proyectan a mujeres frustradas y enérgicas, pero ninguno de los autores plantea un proyecto vital para ellas. Son mujeres limitadas. No se habla de emancipación", argumenta la catedrática. En defensa de estas obras y sus personajes, Labanyi las compara con la novela española contemporánea con una conclusión poco alentadora: "Estoy decepcionada. La sexualidad es lo más importante, pero se queda en eso, sin abordar otras temáticas sociales como sucedía antes", concluye.
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