Sahar Vardi y Micha Kurz son activistas israelíes que trabajan contra
la ocupación de los territorios palestinos y frente a la militarización
israelí
“Yo controlaba toda una población civil. Tenía que decidir si la gente podía
ir al trabajo, si podía ir a comprar, si los niños iban a ir al colegio ese día”
"Israel es una sociedad militarizada, las pistolas para nosotros son
transparentes"
Miguel Ángel
Moreno Ramos 04/03/2014 - eldiario.es
Resistirse a la complacencia en un país militarizado e insensibilizado con
la ocupación por décadas del territorio que pertenece a otro pueblo. Esa es la
decisión que, por caminos muy distintos, han escogido los jóvenes israelíes
Sahar Vardi y Micha Kurz, activistas de Jerusalén, que describen la sociedad
israelí como “militarizada” y reconocen cierta insensibilidad en sus
compatriotas, que viven “en una burbuja” y toman el conflicto palestino-israelí
más como un aspecto teórico que como algo “personal”.
“La sociedad israelí ha sido capaz de ‘despolitizarse’ a sí misma",
explica la activista respecto a la ocupación de territorios palestinos.
"La gente puede estar de acuerdo o no, apoyarte o rebatirte, pero nunca es
un gran problema, no tiene mucha trascendencia. No sentimos el conflicto como
propio, en el lado israelí”, añade Sahar Vardi, activista de 24 años que estuvo
encarcelada durante tres meses por haber objetado de hacer el servicio militar,
obligatorio para los jóvenes que cumplen 18 años en el país hebreo.
Esa falta de preocupación por el conflicto en general y por las penalidades
de la población palestina, que depende de los soldados israelíes que vigilan
los puntos de control fronterizos o checkpoints para ir al colegio, al
trabajo o al hospital, es una percepción compartida por el ex soldado israelí
Micha Kurz, ahora activista propalestino en la organización Grassroots Al-Quds (Jerusalén de base, por
el nombre árabe de la ciudad), un grupo de activismo de base que se dedica a
fortalecer los lazos entre los distintos barrios de población palestina en la
ciudad.
“Cuando terminé el servicio militar, creo que hubo dos cosas verdaderamente
cruciales que yo quería que mi familia entendiera. Teníamos discusiones políticas,
hablábamos de lo que pasaba, pero lo que era obvio para mí era que mi madre no
tenía las claves para saber realmente lo qué estaba pasando realmente en
Ramala, que está a 20 minutos en coche de donde crecí. O en Hebrón, que está a
apenas una hora conduciendo de Jerusalén”, explica Kurz, cofundador además de
la organización 'Breaking the
silence' [Rompiendo el silencio], dedicada a
recopilar testimonios de soldados israelíes que sirvieron en Cisjordania.
La vida desde un checkpoint
Micha Kurz entró en el ejército a los 18 años como parte del servicio
militar obligatorio y con una clara vocación castrense. “Crecí en los scouts,
que en Israel no tratan tanto de entrenar el liderazgo como de prepararte para
el Ejército [...] Quería estar en una unidad de élite, ser piloto o soldado de
combate”, rememora. Ingresó en 1999, durante la Segunda Intifada, y fue enviado
a un checkpoint, donde con apenas 19 años pasó a controlar una población
de 900 palestinos que tenían que pasar por su puesto de control para poder
acudir al trabajo o a la escuela.
“Yo controlaba toda una población civil, una sociedad entera. Tenía que
decidir si la gente podía ir al trabajo, si podía ir a comprar, si los niños
iban a ir al colegio ese día”, dice Kurz, que recuerda cómo empezó a percatarse
de que la realidad del ejército no era como él la había imaginado.
“El entrenamiento está basado en cómo seguir las órdenes, y no cuestionar
lo que dice el sargento [...] Durante mi servicio en el Ejército estuve en Hebrón,
en Ramala, y necesité mucho tiempo para entender lo que pasaba. Me di cuenta de
que estábamos protegiendo no sólo las fronteras, sino también los
asentamientos, y no sólo protegiendo a los colonos, sino permitiendo y apoyando
su expansión”, explica Kurz. El entonces soldado ejerce hoy de activista junto
a la población palestina de Jerusalén, la mayor área urbana del pueblo
palestino, partida por el muro de separación levantado por Israel en 2002 y “capital
futura de Palestina”, en palabras del joven israelí.
“Israel es una sociedad militarizada, comenzando por el servicio militar
obligatorio, lo cual es una cosa básica. Pero incluso la forma en la que somos
educados, la normalidad de ver pistolas en cualquier lugar en la calle. Es algo
normal para nosotros, no las vemos, son transparentes. Si te fijas en la
publicidad, la mejor forma de vender algo es poner un soldado en el anuncio”,
ilustra Vardi, que desde muy pequeña tuvo una visión del conflicto completamente
distinta a la de Micha Kurz, al haber visitado desde los 13 años los
territorios ocupados y haber tenido relación con los palestinos.
El caso de Vardi era particular en su contexto cercano en Jerusalén no sólo
por haber conocido a palestinos desde adolescente –“Hablábamos sobre cosas
normales, que odiábamos las matemáticas, pero también descubrí una realidad muy
diferente, en la que mis amigos eran ilegales en sus propias casas, o nos
llamaban para que fuéramos a recogerlos de la comisaría o de un checkpoint”,
relata–, sino también por pensar distinto en una sociedad en la que se educa a
los más jóvenes para permanecer a espaldas de la ocupación de un territorio.
“En el sistema educativo, la ocupación prácticamente no existe. La palabra
‘palestinos’ no existe. Son árabes, no palestinos”, dice Sahar Vardi,
que cuando iba a cumplir los 18 años, edad del servicio militar obligatorio en
Israel, decidió objetar públicamente junto a unos compañeros, y llegó a
escribir al primer ministro por entonces, Ehud Olmert.
“Es bastante fácil no ir al ejército si sabes cómo. El recurso de
enfermedad mental es la puerta de atrás para librarse del servicio militar, hay
un 12% de la población israelí que lo hace cada año”, indica la activista
israelí, que tuvo que sufrir tres meses de cárcel y dos de detención por haber
decidido objetar públicamente.
Tomar esta decisión le ha acarreado consecuencias más de rechazo social que
legales, aunque Vardi explica que recientemente se ha aprobado una ley que
permite dar prioridad, ante prestaciones sociales como sanidad, empleo público
o vivienda, a quienes hayan servido en el ejército y discrimina a aquellos que
no hayan realizado la conscripción
militar.
“Las consecuencias políticas y sociales están aumentando. Una de las leyes
que se ha aprobado con este propósito es la llamada 'Ley de ONG',
que pretende establecer más impuestos a las organizaciones no gubernamentales
de tipo político. Entre ellas, hay un grupo de organizaciones que no van a
tener ninguna financiación de entidades extranjeras, aquellas que apoyan la
resistencia armada contra Israel, las que apoyan el boicot contra Israel, o las
que apoyan la objeción al servicio militar”, especifica Sahar, que entiende
estas legislaciones como una forma de amedrentar a aquellos que no quieran ir
al ejército.
Micha Kurz expone también otra realidad –ya mostrada en 2011 con los movimientos de
protesta que se produjeron en varias ciudades israelíes–: que el
“pacto” que vinculaba a los israelíes con su ejército a cambio de beneficios
estatales está “roto”. “El movimiento sionista se construyó como un sueño
socialista de la nacionalidad judía. Mis padres se hicieron sionistas porque se
les hizo una promesa. Se ofrecieron servicios públicos, vivienda pública,
sanidad, trabajo, pensiones… Lo único que tenías que hacer era servir en el ejército
y continuar en la reserva hasta los 45 años”, explica. Ahora, con servicios
sociales privatizados y prestaciones disminuidas, la situación es distinta.
“En los checkpoints y en las fronteras no verás soldados de clase
media, sólo de clases trabajadoras”, señala Vardi, que asegura que cada vez hay
más jóvenes que dejan de hacer el servicio militar obligatorio por motivos económicos,
muchos de ellos utilizando la vía de la enfermedad mental, pero otros rehusando
de forma pública. “Ahora mismo hay dos objetores públicos en prisión y hay otro
que se unirá a ellos el próximo mes”, precisa Vardi, que trabaja apoyando a los
objetores y denunciando la militarización de su país.
Como activistas, Micha Kurz y Sahar Vardi son críticos con los procesos de
negociación actuales, que ven más como “una representación”, pero no como algo que
vaya a tener verdadero resultado. Sin embargo, Vardi sí confía en la
importancia del boicot comercial a Israel, que se va extendiendo, y en
su influencia futura para la solución del conflicto. “Lo dijo John Kerry [el
secretario de Estado de EEEUU], si estas negociaciones fallan, el boicot a
Israel va a crecer”.
“Si las negociaciones fallan, el boicot seguirá creciendo
–insiste la joven activista–. La gente en el mundo está harta de esto, y está
harta de financiar algo con lo que están en contra”.
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