La puerta oriental al sueño europeo también está blindada. Quienes
consiguen burlar la frontera con Turquía son encerrados en un centro de
internamiento durante meses
CORINA TULBURE Filakio (Grecia) 27/02/2014 publico.es
"¿Un
centro de internamiento? Ah, ¿gente de Paquistán, Afganistán...? A dos
kilómetros de aquí, gire a la izquierda", apunta sin más el único transeúnte
que encontramos en Filakio, un pueblo griego situado cerca de la
frontera con Turquía. Nada en sus tranquilas calles indica que a pocos minutos,
en medio del campo, lejos de las miradas y quehaceres de sus habitantes, se
halla un recinto alambrado que encierra a 330 inmigrantes. ¿El delito? Haber
pisado suelo europeo. Algunas de las personas que se encuentran en el
centro de internamiento fueron detenidas en el cruce de la frontera con
Turquía, una de las rutas migratorias para personas procedentes de Afganistán,
Pakistán y Siria, entre otros países.
Según la
información ofrecida a Público por el equipo de Médicos Sin Fronteras
(MSF), el centro de internamiento dispone solo de seis celdas. Cada una alberga
de 50 a 60 personas que, hacinadas, comparten dos lavabos y dos duchas que a
veces no funcionan. Antes de entrar en este centro, muchos pasan por otro
denominado de recepción que está en el mismo recinto alambrado, donde se supone
que es analizada la situación de cada inmigrante.
No obstante,
"muchas veces, las personas detenidas en la frontera no entran en el
centro de recepción, sino que pasan al centro de internamiento directamente,
sin que se tengan en cuenta los casos de vulnerabilidad extrema, como las
enfermedades o la presencia de menores", explica Angie Huskyens, de MSF.
En el centro
de internamiento de Filakio, así como en los otros que hay en Grecia, se puede
permanecer encerrado hasta 18 meses, el plazo máximo que se aplica con
carácter excepcional según la Directiva europea de Retorno, conocida como
"directiva de la vergüenza": "En la práctica, vemos que el
período máximo de detención de 18 meses se emplea a menudo. Antes eran 6 meses,
luego 12, pero la tendencia ahora es prolongar la detención de los
inmigrantes", explica Ioanna Kotsioni, de MSF Atenas. A este período de
privación de libertad, le sigue la deportación o la vuelta a la calle en la
misma situación irregular. "Si no se deporta a la persona, la ponen en la
calle con un papel que dice que debe abandonar Grecia en cinco días. Cuando no
abandonan el país, las personas pueden volver a ser detenidas. Tenemos inmigrantes
que estuvieron retenidos 12 meses y volvieron a ser detenidos por la policía en
una redada. De nuevo, pueden permanecer retenidos hasta 18 meses",
denuncia Ioanna Kotsioni. Así, una persona puede acumular varios años de
detención en los centros de internamiento sin haber cometido delito alguno.
Detener en
vez de socorrer
La puerta
oriental al sueño europeo está blindada. Conforme a las estadísticas de la
policía griega, en 2012 fueron detenidas 30.355 personas en distintos puntos
del río Evros y en los aproximadamente 12 kilómetros de tierra que junto con el
río marcan la frontera con Turquía. Personas indefensas que huyen de la
violencia de una guerra o del hambre para acabar en Europa en centros de
detención.
Además de
los centros de internamiento de Filakio, Komotini, Xanthi y Drama, en la zona
existen las comisarías de policía donde, los inmigrantes, incluidos menores de
edad, pueden pasar meses privados de libertad, como en Soufli, Feres o Tychero.
En los centros de internamiento, las condiciones de vida son peores que en
una prisión, reina la opacidad sobre los abusos cometidos y para acceder a
verlos se necesita un permiso especial del Ministerio de Interior.
Según el
informe Asistencia médica a los migrantes y refugiados en Grecia
publicado por Médicos Sin Fronteras en 2013 (enero-abril), las 1.908 personas
procedentes de distintos centros de internamiento atendidas por la organización
padecían problemas de salud debidas a las condiciones de su detención y a la
falta de atención médica in situ. El documento también destaca la
presencia de trastornos mentales en los inmigrantes, provocados por un
prolongado encierro, de 18 meses, durante el cual no podían establecer contacto
con el mundo exterior o con sus familias. El informe recoge, asimismo, nueve
casos de intento de suicidio dentro de los centros. Algunos pacientes
intentaron quitarse la vida en varias ocasiones.
Los
inmigrantes que acaban en los centros de internamiento pueden llevar días o
incluso años en Grecia, pero debido a la falta de contrato no han podido
renovar sus permisos de residencia. Se trata de los efectos invisibles de la
crisis que han oscurecido la vida a más de 100.000 personas.
Ellas,
además, son las víctimas de los ataques de la
extrema derecha y de las redadas policiales masivas, el denominado
"barrido" de inmigrantes en las calles griegas.
En 2012, en
la operación Xenios Zeus se detuvo de manera arbitraria a más de 1.500
inmigrantes: "Claro que ahora existe el miedo a ser detenido. Hemos tenido
a una paciente con tuberculosis que fue detenida camino al hospital y enviada a
un centro de internamiento, se le interrumpió el tratamiento. Uno puede ser
detenido en la calle en cualquier lugar, así que la gente se esconde. Ya no los
ves en un parque, en un bar, sienten miedo", relatan los miembros de MSF.
Además de
detener a los inmigrantes, Europa levanta muros de alambre en sus fronteras.
Entre Kastanies y Nea Vyssa, en la franja fronteriza de Grecia con Turquía, se
despliega una valla metálica de 12,5 km de largo con púas en la parte superior.
La refuerza otro muro, el humano, formado por 1.800 policías griegos y
numerosos oficiales de Frontex desplegados en los entornos del rio Evros que
hace de frontera entre los dos países.
¿El
objetivo? Impedir que los inmigrantes se acerquen a Europa. En Nea Vyssa los
oficiales de policía nos explican que el muro no se puede ver y tampoco
fotografiar. Entre caminos forestales y terrenos agrícolas abundan los puestos
de control. La zona próxima al muro está militarizada, y solo los campesinos
que tienen terrenos en el área pueden acceder con un permiso especial.
"Mi
casa, mi ciudad ya no existen"
Libre de
alambre solo queda el mar y ahí es donde se ha desplazado la ruta migratoria
desde que la frontera con Turquía quedó blindada en 2013. El 21 de enero de
2014, 12 mujeres y niños perdieron sus vidas delante de las costas de
Farmakonisi. Uno de los supervivientes declaró a las ONG que los guardias "vieron
como se ahogaban las mujeres y los niños y no intervinieron". Los
activistas comentan que en realidad se les intentaba devolver de las aguas
griegas hacía las aguas turcas.
Ahmed, que
huyó de Siria, se vio obligado a lanzarse a la misma travesía marítima:
"Mi meta era llegar a Suecia y solicitar asilo. En Estambul contactamos
con una gente que por 1.400 euros te pasaba en barco a Europa. En un bote que
no tenía más de 7 metros nos montamos 46 personas, con niños y mujeres. El guía
nos dejó en el mar, solos, nos indicó la ruta y nos abandonó. Fue una locura,
la gente rezaba, lloraba, estaban todos muy nerviosos. Navegamos durante cinco
horas sin ver nada, sin saber nuestro paradero. Luego vimos luces blancas y
rojas. Decidimos ir hacia las luces blancas, por azar, y llegamos a la isla de
Quíos. Al llegar, nos cogió la policía y pasamos cinco días en una comisaria,
luego 50 días en un centro de internamiento con gente de Marruecos y
Algeria".
Durante casi
un año Ahmed vivió entre fronteras y centros de internamiento. "En Atenas
me alojé en un hotel abandonado del barrio de Omonia. Pasamos diez días con
cinco euros diarios. El lugar era sucio, en malas condiciones, había droga.
Queríamos pasar a Montenegro, y de allí a Croacia. En esta ruta, los guías nos
llevaron primero a Albania por la suma de 400 euros. En la frontera con
Albania, la policía nos pidió los papeles de nuevo. La mitad del grupo estaba
formado por personas de África que fueron devueltas a la frontera. Algunos ya
habían estado un año en un centro de internamiento", recuerda.
"A los
sirios nos llevaron a una prisión en Tirana, donde pasamos un mes. Un lugar
oscuro, sucio. Estabas todo el día encerrado en la habitación. Luego nos
trasladaron de nuevo a la frontera griega para deportarnos. Allí pasamos otros
seis días en una comisaría, en una habitación pequeña, de 5 metros cuadrados,
en la que había siete personas. No podíamos dormir por el mal olor. El
hedor a orina era tan fuerte que nos brotaban lágrimas de los ojos. En la
puerta había un agujero por donde metíamos la nariz para respirar de vez en
cuando. A determinadas horas, salíamos de la habitación al pasillo, donde había
unas ventanas. Las abríamos y nos quedábamos allí respirando. Tras esos seis
días, nos dieron unos papeles que nos permitieron ir a Atenas".
Ahmed
abandonó la idea de ir a Suecia y se quedó en Atenas donde ahora está
tramitando la solicitud de permiso de residencia por cuestiones humanitarias.
Sus amigos volvieron a intentar a cruzar la frontera de Montenegro rumbo a
Suecia: de los tres lo consiguió uno solo.
Ahmed quiere
olvidar lo que ha vivido durante este año para poder contarlo más tarde, cuando
su vida vuelva a remontar el vuelo: "Una pesadilla, ¡pero tendré tantas
cosas que contar a mis hijos! En Estambul pesaba 78 kilos, ahora peso 56, pero
me mantiene la esperanza. Para mí no hay vuelta atrás. Mi casa, mi ciudad ya no
existen". En Atenas le acogió la ONG Exelixi que le echó una mano con la
tramitación del permiso de estancia.
Su
profesora de griego le ofreció alojamiento, y Ovidiu Palcu, un periodista que
trabaja en la ONG, le ayudó a encontrar un primer trabajo en un call-center:
"Quería ir a Suecia, pero me quedaré en Grecia. Mi país ahora son estas
personas, los que me acogieron, no tengo otro".
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