Es uno de los cuadros más célebres del siglo XX y
conserva intacto su mensaje antibelicista. Para entenderlo mejor dos
exposiciones lo sitúan dentro de la obra del artista y de su época
El Guernica,
de Pablo Picasso, es una obra inagotable. Han pasado 75 años desde que el
pintor malagueño lo pintó en el ático de la Rue des Grands Augustins 7, como
encargo del Gobierno de la República destinado al Pabellón Español de la
Exposición Internacional de París en 1937. La ejecución de la obra es una de
las mejor documentadas de la historia porque no solo se conservan muchos
bocetos, sino que la fotógrafa y amante del artista, Dora Maar, fue haciendo
fotografías de cada fase de la pintura. Desde entonces la accidentada historia
y avatares de esta pintura han saltado a la prensa con frecuencia, un interés
que quizá responda al poderoso hechizo que sigue teniendo este mural simbólico
sobre la guerra, el sufrimiento y el sinsentido de la destrucción.
En esta fecha se ha querido conmemorar la vigencia de su significado a
través de al menos dos perspectivas distintas, por medio de las exposiciones
que se inauguran la próxima semana en el Guggenheim de
Nueva York y en el Museo Reina
Sofía de Madrid, donde el Guernica se exhibe de forma
permanente. Ambas son, respectivamente, las grandes apuestas de la temporada en
dichos centros de arte, pero ninguna entra de lleno en la famosa pintura, sino
que la cercan, la rodean y la ponen en contexto dentro de la obra del pintor,
la primera, y en la convulsa época en la que fue realizada, la segunda.
El Guggenheim de Nueva York descubre una faceta casi inadvertida en la obra
del artista mediante la muestra titulada Picasso en blanco y negro. Su
comisaria, la española Carmen Giménez —conservadora del siglo XX del museo—, ha
rastreado la amplia serie de pinturas y esculturas que el artista realizó
limitando su gama de colores a los grises, los blancos y los negros. “Picasso
usó el blanco y negro a lo largo de toda su carrera”, indica la comisaria.
“Toda la guerra es en blanco y negro, pero también aborda otros temas mediante
estos tonos”. La exposición reúne 118 obras realizadas entre 1904 y 1972, prácticamente
toda la carrera del artista. Hay escenas tristes y melancólicas o de auténtico
sufrimiento y terror ante la guerra, pero también está toda su etapa de
cubismo, naturalezas muertas, retratos, estudios de otros artistas —desde los
neoclásicos y las suaves tonalidades grecorromanas a Velázquez con Las
meninas—, escenas eróticas —no pocas de ellas realizadas en su vejez— y
muchas esculturas. “Cuando Picasso quería hacer algo importante lo hacía en
blanco y negro. En muchas ocasiones lo usa en obras de transición entre etapas
distintas. Pienso que el blanco y negro es donde mejor se expresa, es más
claro”, afirma Giménez. “Muchas de ellas permanecieron en su colección
particular hasta su muerte, casi no se han visto. Picasso se reservaba para sí
sus pinturas preferidas, lo que hace pensar que estas obras en blanco y negro
tenían especial significado para él”.
“Parece que utilizó el blanco y negro cuando organizaba composiciones
complicadas, cuando añadir color podía impedirle pensar con claridad
suficiente, como la grisalla que utiliza en el cubismo analítico. Pero también
en momentos de conflictos emocionales tanto con sus mujeres como en situaciones
como las guerras. Picasso sufrió mucho durante la Primera y la Segunda Guerra
Mundial y le resultaba muy doloroso todo lo que presagiara los conflictos
bélicos”, dice Giménez.
Acostumbraba Picasso a pintar de noche y eso le daba una percepción
particular de la luz y la sombra. Algo que quizá lo acercaba a la fotografía,
por eso una vez le dijo a Brassaï: “La luz que tengo de noche es magnífica, la
prefiero incluso a la luz natural. Deberías venir una noche a verla. Una luz
que destaca a cada objeto con sombras trazando su círculo alrededor del lienzo
y proyectada en las vigas; lo encuentras en la mayoría de mis naturalezas
muertas, casi todas pintadas de noche. Sea cual sea la atmósfera se convierte
en nuestra propia sustancia, nos borra y se las arregla para encajar con
nuestra naturaleza”.
La escultura tiene un papel importante en esta exposición. El blanco fue el
color preferido para muchas de sus esculturas, sobre todo para las cabezas de
mujer. De alguna manera se daba un juego de opuestos y complementarios en las
dicotomías hombre-mujer, blanco-negro. “Si no sabes qué color utilizar, elige
el negro”, dijo Picasso en una entrevista, según recuerda Dore Ashton en su
texto del catálogo.
Pero fue la mezcla de los dos la que dio más posibilidades a su pintura.
Según un estudio Picasso utilizó hasta quinientos tonos de gris. “Es un color
muy español, que descubrió Manet en la pintura de Velázquez, en su visita al
Museo del Prado en el año 1865. Picasso lo rescata de Zurbarán, de El Greco, de
Velázquez, de Goya”, continúa Carmen Giménez.
Entre las pinturas más destacadas de esta exposición están La
planchadora (1904), La nadadora (1934), El osario (1944-1945)
o La cocina (1948). Sin embargo, hay un gran ausente en esta exposición
y es precisamente el Guernica, que no puede formar parte de ella por la
imposibilidad de moverlo de su actual emplazamiento. “Hay cuadros maravillosos
de Picasso, como Las señoritas de Aviñón, pero el Guernica es su
obra maestra en blanco y negro. Y lo es porque supo hacer que fuera un cuadro
de todos los tiempos. Es una pintura que deja entrever la tradición española
del 3 de mayo, de Goya, y de Las lanzas, de Velázquez. No se
puede decir que es la guerra civil española, puede ser cualquier guerra. La de
Siria hoy o cualquier otra que surja en el futuro. Es atemporal y en eso
consiste su enorme fuerza. Está el toro que puede ser algo español, y el
caballo o las mujeres —que, para mí, son muy españolas también— y que, en
realidad, son Marie Thérèse y Dora Maar. Hablando una vez con Maya Picasso, que
tenía solo dos años cuando se estaba pintando el Guernica, recordaba que
al ver el cuadro decía ‘mamá, mamá’, al ver representada a su madre tan
angustiada. Pero yo creo que es también un cuadro que transmite mucha paz. A mí
me emociona todavía cuando me pongo delante de él durante un rato. Te llega muy
hondo”.
Si bien profundizar en las obras que Picasso realizó en blanco y negro
contribuye a comprender mejor el Guernica, la exposición Encuentro
con los años 30 es la que se adentra en las circunstancias que lo
propiciaron. “La década de los años treinta es una de las más importantes cuando
hablamos del desarrollo del arte moderno. No solo porque en esa década surgen
muchos de los ismos de las vanguardias: abstracción, realismo, surrealismo…,
sino también por los acontecimientos políticos que ocurrían”, explica Jordana
Mendelson, comisaria general de la muestra. “En las historias del arte que se
han contado desde entonces se ha perdido un poco la perspectiva de la
importancia que el arte español tuvo en esos años. En esta exposición
intentamos repasar esta década con los ojos sobre las complicaciones del
momento, sin intentar simplificar, suavizar o hacer más fácil una época que fue
muy difícil y compleja. A nivel artístico, político y también en la
articulación de las relaciones entre los países. Retomamos el Guernica
no solo como una obra maestra, que sin duda lo es, sino como parte de una
historia con muchas circunstancias a tener en cuenta”.
La exposición ocupa dos plantas del museo madrileño, unos 2.000 metros
cuadrados. Una tiene el Guernica como centro, pero no como una obra
aislada sino en relación con todo lo que sucedió en España en la década de los
años treinta, a la República y a la guerra. Además de pintura y escultura habrá
ilustración, propaganda, carteles, dibujos, fotografía y películas, y una parte
estará dedicada al eclecticismo en el arte, que fue muy importante. Se podrán
ver obras prestadas por museos internacionales de artistas como Max Beckmann,
Piet Mondrian, Kandinsky, Tanguy, Man Ray, Miró, Siqueiros, Torres-García, Ad
Reinhardt, Moholy-Nagy, Calder, Klee, Remedios Varo, Dalí y André Masson.
“En la otra planta también abordamos
el eclecticismo, dándonos una idea, por ejemplo, de que cuando hablamos de
realismo no solo nos referimos al realismo soviético, sino que es una
herramienta a nivel estilístico y también político, o los modos de difusión del
arte como fueron las grandes exposiciones de moda en la época”, continúa
Mendelson. “Creo que es una perspectiva innovadora que viene, después de muchos
años en el museo, investigando los formatos de papel —carteles, fotografías,
grabados, caricaturas, revistas— y también los formatos más populares. Se trata
de romper con la idea de que solamente hay que tener en cuenta las exposiciones
de galerías de arte y museos”.
En efecto, la exposición no se centra solo en las obras producidas en el
mencionado periodo, sino en las formas de exposición a mayor escala que
contribuyeron a su mejor difusión, como las grandes muestras universales o las
pinturas murales para edificios públicos u otros medios en los que el poder se
vinculaba al arte, incluso el más avanzado y experimental. La exposición no
evade los ejemplos de los Gobiernos totalitarios de la época en Italia y
Alemania, donde también se celebraron grandes eventos artísticos. “En ellos
prevalecía el clasicismo y la monumentalidad con un énfasis en lo histórico.
Entre unas y otras formas y contenidos, con algunas características similares,
se generaban grandes debates y fuertes tensiones”.
“Hablamos de una década donde se están abriendo paso no solo los artistas
que pasaron por las escuelas de arte, sino también los amateurs. El
artista que se descubre a sí mismo, como Moholy-Nagy, Man Ray, o también la
mujer del primero, Lucia Moholy, que escribe uno de los textos más importantes
de la historia del arte de la época”, afirma. “Uno de los subtemas importantes
son los enlaces personales, lo que hoy llamaríamos las redes. Pienso que antes
se daba más importancia a los Gobiernos, a una narrativa de un nivel superior.
La tesis de esta muestra no es una corrección de la historia de los años
treinta, sino un reconocimiento de sus contradicciones y posibilidades”.
“Esta exposición no ve a España como el huérfano o el último ejemplo o el
caso excepcional dentro de lo que sucede en Europa en el campo del arte”,
subraya Mendelson. “Cuando miramos lo que sucedía en España en comunicación de
masas, cultura, empresa, política, relaciones interpersonales se puede
considerar como algo ejemplar dentro de la década. Lo que sucede a nivel
nacional allí es algo que se puede extender a nivel internacional. Invita a
considerar que cuando hablamos de gente como Alexander Calder, Roger Penrose,
Salvador Dalí, Joan Miró, Le Corbusier, Fernand Léger, exhiben en sí mismos —en
sus personas y en el arte que producen— esas complicaciones de su época.
“Fue una época que tiene mucho que ver con lo que sucede hoy”, comenta
Mendelson. “Y creo que por eso el museo ha optado por seguir adelante con esta
ambiciosa exposición a pesar de que tuvimos restricciones de medios económicos.
Siempre intentando mantener el concepto de que el artista no está aislado de la
vida ni de las circunstancias. La manera en que el artista se enfrenta a ellas
dice mucho de cada uno. Algunos eligieron producir arte a causa de la política,
como los que diseñaban el cartel de propaganda, y que no por eso eran más
simples que los otros; estos convivían con los que defendían activamente la
poesía, el arte puro, la abstracción”. Dos actitudes ante el arte que se
explican a través del debate que sostuvieron Josep Renau y Alberto. La
exposición incluye unos dibujos de Alberto que se creían perdidos y han sido
hallados en el Museo Pushkin, de Moscú, en los que aborda directamente la
política, pero a través de escenas surrealizantes.
“No solo hay pesimismo del arte en
tiempos de conflicto. Así es que en vez de ver el arte en términos de quien
participa o no en la política, consideramos que el que defiende la poesía
adopta también una postura política. El artista no está aislado, pero cuando
decide aislarse intentamos indagar en sus motivos más profundos”, afirma
Mendelson.
El recorrido está salpicado de proyecciones de películas de la época que
sitúan aún mejor al visitante en ese contexto. El teatro y la danza tienen
también un lugar para denotar la modernidad en España en tiempos de la República.
Se exhibe un gran telón original pintado por Alberto para La romería de los
cornudos, de La Argentinita, además de figurines de los trajes. Luego está
la maqueta del Pabellón Español, que es también un escenario en el que se pasa
de la República a la guerra.
Y es que esta exposición servirá para expandir algunos de los aspectos que
centra la colección permanente del museo. “Queríamos dar una visión más
internacional de lo que significó la Guerra Civil”, afirma Rosario Peiró, jefa
del área de Colecciones y otra de las comisarias de la exposición. “Las líneas
de fuerza de esta parte de la muestra serían lo teatral, Goya y su enorme
influencia, y la visión internacional. Hay una sala de la ‘ayuda a España’, con
préstamos de obras realizadas en torno a la Guerra Civil, muchas de las cuales
quedarán en el museo en depósito después del fin de la exposición”. Entre ellas
destaca un casi desconocido óleo nocturno de Magritte con fabulosos aviones
improbables. Son importantes también las numerosas obras de Masson realizadas
durante su estancia en España.
En el Pabellón Español se vendieron muchas obras donadas por artistas
españoles e internacionales para apoyar al Gobierno de la República. Se
pusieron a la venta, además, carpetas con Los desastres de la guerra, de
Goya. Un artista que palpita en el fondo de este arte en tiempos de guerra. “La
idea ha sido recuperar a Goya, un artista muy presente en la lectura crítica
del Guernica. Su estética grotesca y surrealizante tuvo una enorme
influencia que se nota no solo en muchos de los grandes artistas, sino hasta en
las caricaturas satíricas de la época”.
En el centro de todo esto, el Guernica sigue imponiendo la fuerza de
su mensaje. Cuanto más explicaciones se dan, más insondable es el misterio y
más clara su advertencia ante el horror de la violencia.
Picasso black and white.
Guggenheim Nueva York. Del 5 de octubre al 23 de enero de 2013. Encuentro
con los años 30. Museo Reina Sofía. Del 2 de octubre al 7 de enero de
2013.
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